Una espesa neblina cubría la fría noche. Alessia miraba por el ventanal de la habitación de Alyr el cielo carente de luna, respirando el aire gélido. Jugaba con sus dedos y observaba sus uñas, para distraer su mente de lo que estaba pasando.
Se acercó a la cama donde su hija yacía dormida, y se detuvo a observarla. Su rostro era pálido, sus mejillas ya no eran rosadas. Sus ojos estaban rodeados de piel oscura. Su cabello ya no relucía como oro líquido. Alyr ya no era la joven que conocía, aquella repentina enfermedad había transformado su brillo en opacidad.
Tocó su frente, y ardía en fiebre. Suspiró, y se alejó hacia la puerta. Kelian estaba afuera de la habitación aguardando que saliera, quizás tan angustiado como ella.
—Kelian, Alyr sigue muy mal —musitó, bajando la mirada.
— ¿Aún tiene fiebre? —frunció el ceño.
—Sí, está muy caliente. No puedo soportar verla así —sollozó—. Debemos consultar a alguien más que un médico o un curandero.
—Evan me ha dicho que podemos visitar a Sirus. Se dice que él es un hechicero de magia blanca, y que su especialidad es curar enfermedades, causadas por hechizos de magia oscura —aconsejó.
— ¿Magia oscura? Tú y yo sabemos que eso no es posible. Nosotros no fuimos hechizados, sólo fuimos avisados. Y la profecía se está cumpliendo, Kelian. Ya no podemos fingir que eso nunca pasó —masculló Alessia, quien alzaba las manos en el aire, en reclamo.
—Sé muy bien lo que pasó, Alessia —gruñó—. Y no estoy dispuesto a perderle, como sucedió con Kayla. ¿Es que acaso se te olvida que ahora mismo se está librando una guerra? Ya hemos mandado refuerzos a las serranías de Aldan, y a las playas de Tría, pero aún nos falta demasiado para salir victoriosos. Y necesitamos a Alyr sana, sin importar qué tengamos que hacer para que se recupere.
—De acuerdo estoy, pero, ¿un hechicero? —arrugó la nariz en señal de desagrado.
—Ya la ha visitado un médico, y también un curandero, y ambos han dicho que sólo nos queda esperar a que fallezca —dijo, abriendo los ojos como platos—. El hechicero es la única chance que tenemos de que se cure.
—Comprendo, iremos a ver al hechicero, para que diga que tenemos que bajar la luna y darle un pedazo para que se cure. —Se mofó.
—La luna bajaremos y le daremos un pedazo —respondió, sin dar su brazo a torcer—. Alyr es nuestra mejor arma en la guerra, es lo que nos hace un reino estable y consolidado.
Alessia suspiró y llevó una mano a su frente.
—Llama al cochero y dile que nos vamos entonces —accedió.
Los reyes le ordenaron al cochero que tratara de ir lo más rápido posible. Desesperados por encontrar una cura para su hija, recorrieron varias leguas, pasando por el espeso bosque para encontrar una casa blanca, con muchas hiedras trepando por la fachada y ventanas de cristal.
Kelian se apeó del carruaje y esperó por Alessia, quien todavía estaba recogiendo con cuidado la cola de su vestido.
—Paulo, lleva a los caballos a tomar agua al arroyo. Después de que los traigas de nuevo, aguarda por nosotros aquí afuera, enseguida venimos —Kelian se acercó al cochero y le tendió una soga.
—Está bien, Su Majestad.
Alessia caminó hacia la puerta, procurando no arrastrar su vestido, de color rosa pálido.
—¡Señor Sirus, ¿se encuentra allí?! —gritó Alessia a través de las rendijas de la puerta, golpeándola con los nudillos.
—Ya les abro la puerta, reina Alessia —contestó.
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The Crying Game (The Games #1) #Wattys2016
FantasyEn plena guerra con el reino enemigo de Orus, una terrible noticia ensombrece al reino de Kyram: Alyr, la princesa, ha enfermado gravemente. La existencia de la corona de Kyram pende de un hilo, junto con la ya debilitada vida de la princesa. Al vis...