Mentiras que caen como pétalos

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La mañana apenas comenzaba, el frío de la madrugada aun se podía palpar en el ambiente. El cielo estaba despejado de toda nube gris, aunque la noche pasada había llorado todos sus males. La lluvia había cubierto todas las flores con su mágico rocío de cristal, y desde la distancia, parecían pequeños diamantes posados en los pétalos.

Alessia estaba en el salón diplomático, donde se discutían los aspectos de interés para el reino. Se sentó en su trono, por mera costumbre, al frente de una gran ventana. Observó las pequeñas casas de dos aldeas colindantes entre sí: Merkish y Erium, que en la lejanía parecían apenas insignificantes puntos blancos en un gran terreno. A veces, pensaba que su condición de noble le parecía prescindible, de lujos innecesarios y egoístas.

El mármol de la puerta sonó, con su ruido gélido.

- ¡Adelante! -gritó, mientras revisaba unos documentos en una mesa.

-Su Majestad, aquí tengo su desayuno -susurró una sirvienta, entrando en la habitación. Dejó la bandeja en una pequeña mesa-. Tenga buen provecho, Su Majestad. -Sonrió.

-Gracias Kiara. ¿Has visto hoy a la princesa Alyr?

-No, Su Majestad. Tengo entendido que aún no se levanta -contestó, con un ademán de su mano.

Alessia suspiró, cerrando los ojos. Hoy era la firma del acuerdo de paz entre Orus y Kyram, ella no podía faltar.

-Esa chiquilla -musitó para sí-... Busca a alguna de sus doncellas personales y ordena que la arreglen, por favor -dijo, con tono de mandato-. Justo hoy tenía que quedarse dormida -dijo entre dientes al aire.

-Enseguida, Su Majestad. ¿Desea algo más?

-De momento, no. Gracias, Kiara. Puedes retirarte. -Sonrió con amabilidad.

Kiara apuró la marcha para salir de allí. Alessia posó los codos en la mesa y frotó su cara, exhalando. Pellizcó el tabique de su nariz al tiempo que cerraba los ojos, frustrada. Se enderezó en su asiento, y tomó el pan de mantequilla del plato para morderlo. En eso, Kelian abrió la puerta y entró.

-Buenos días, amor -susurró, depositando un breve beso en la mejilla de Alessia. Miró a todos lados, buscando a la princesa-. ¿Y la chica?

-La mandé a buscar con Kiara, no ha despertado aún -dijo, tragando-. Apuesto a que ni siquiera sabe que hoy es la firma del tratado de paz con Orus y que viene nuestro querido vecino, Darian.

A esto último, Kelian, de manera imperceptible, abrió un poco los ojos. ¡Él tampoco lo recordaba! Tenía que apresurarse a quitarse la ropa que usaba a diario, para colocarse sus mejores galas. «Vístete como si fueras a ver a tu peor enemigo», pensó, en unos pocos segundos. Necesitaba inventarse una para escapar a cambiarse la ropa sin que su esposa se diera cuenta.

-Pienso lo mismo. ¡Qué irresponsabilidad de su parte! ¡Espero que sólo haya sido un descuido y no nos esté haciendo ese desaire! -exclamó Kelian, aparentando indignación, pero riéndose de su ironía por dentro-. De hecho, vine solo a saludarte, los campesinos que labran la tierra de las afueras del castillo solicitaron mi presencia para hoy, dicen que están teniendo baja producción en los cultivos y quieren que converse con ellos. -Mintió.

-Tenía entendido que Pathiel los había visitado hace unas tres semanas -replicó Alessia, sorbiendo el jugo de mora de su desayuno y leyendo unos documentos-: le habían dicho que tenían excesiva producción de trigo y uvas, y que hasta estaban considerando exportar esos productos al reino de Álama -finalizó, frunciendo el ceño. Kelian removió su cabello y acarició su barbilla, nervioso.

-Sí, pero con las lluvias parece que se estropeó el trigo y las uvas se las están comiendo los animales del bosque -habló tan rápido que pareció balbucear, y aún no paraba de tocar su cabello-. Hasta luego, Alessia. -Se despidió, al tiempo que salía de la habitación.

The Crying Game (The Games #1) #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora