La carreta cojeaba a través del camino, y Nilien se mecía de lado a lado en su asiento de madera con el inestable compás. El Capitán veía a través de la ventanilla hacia la aldea Merkish, y de vez en tanto miraba con el rabillo del ojo a Nilien.
Nilien también miraba hacia afuera, no porque quisiera evitar la mirada del Capitán, sino porque extrañaba su aldea. Los cascos de los caballos dejaron de sonar, y era tiempo de apearse de la carreta.
Nilien tenía las manos atadas con una soga para que no pudiera escapar. El Capitán le ayudó a bajarse del asiento, y un suelo de tierra seca los recibió. Un gran bullicio se escuchaba. Voces de personas, balidos, mugidos, ladridos, y una que otra carreta llena de mercancía pasaba por el rudimentario camino.
-Ya estamos aquí, Malya, puedes decirnos dónde está tu casa -dijo Allan, rascándose la barba. Malya, antes llamada Nilien, se quedó paralizada en un costado de la carreta, mirando a todos lados. Todos los campesinos y vendedores del mercadillo se voltearon a verla. Algunos se reían de ella, y otros se extrañaban al verle vestida como un soldado. Las mujeres y las muchachas se persignaban mirándola y continuaban con su camino.
- ¿Mi casa? ¿Qué le va a hacer a mi familia?
El Capitán, unos metros más adelante de ella, giró su cabeza y abrió la boca para decirle algo, pero no pronunció palabra. Ella se le quedó mirando, dudosa, y entonces él habló.
-Sólo llévanos a mí y al Mariscal a tu casa -gruñó.
-Está bien. -Malya asintió entre titubeos.
Adelantó sus pasos para colocarse al lado de Allan, y guiarle hasta su casa. Podía escuchar a sus espaldas como la gente cuchicheaba. Ella sólo caminaba tratando de ignorarlos, pero se le hacía imposible. ¿Qué no sabían que ella acababa de arriesgar su vida por ellos?
A lo lejos, unas trompetas que tocaban las notas del himno sonaban. Eran los emisarios de los reyes, con mensajes importantes que dar. El Capitán y el Mariscal se irguieron en posición de saludo, y ella, aún confundida, los imitó.
Los habitantes de la aldea dejaron de hacer todas sus actividades también, y abrieron paso en el medio de la plaza. En poco, se escuchó un galope lejano, y se aproximó una decena de blancos corceles, levantando el polvo al avanzar. Sobre los caballos, unos hombres con pergaminos y blasones en lo alto se posicionaban con cierto aire solemne.
-Los reyes de Kyram saludan a todos los habitantes de Merkish -exclamó el jinete, que parecía liderar a los demás, apeándose del animal. Notó en seguida la presencia del Capitán Allan y del Mariscal, e hizo un breve ademán de reverencia hacia ellos-. Sabemos que la llegada de decretos reales a esta aldea y sus confines es muy difícil. Varias leguas separan a Merkish, y a otros pueblos del sur, del Palacio en Hanneris. Sin embargo, es nuestro deber informarles de los decretos a todos los pueblos.
Todos los aldeanos prestaban suma atención al emisario, con los ojos bien abiertos y cierta duda. Debía ser algo muy importante para todo el reino, puesto que Merkish, por ser un pueblo tan alejado de la capital, rara vez recibía noticias de los reyes. Hacía más de viente años desde que Merkish había sido recordada, cuando las princesas Alyr y Kayla nacieron.
-Venimos a informarles que la princesa Alyr está muy enferma. Los reyes han decretado reclutar a todas las jóvenes vírgenes del reino. La joven que posea la cura para la princesa será recompensada con su peso en oro y joyas. Deberán rubricar al final de este decreto, y aceptar viajar a la capital.
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The Crying Game (The Games #1) #Wattys2016
FantasíaEn plena guerra con el reino enemigo de Orus, una terrible noticia ensombrece al reino de Kyram: Alyr, la princesa, ha enfermado gravemente. La existencia de la corona de Kyram pende de un hilo, junto con la ya debilitada vida de la princesa. Al vis...