Espadas y pociones

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- ¿¡Qué!? ¡¿A qué te refieres con eso!? -Malya chocó las palabras. Se puso en pie de un salto, y no le dio mucha importancia a que había acabado de tutearla. Allan tuvo casi la misma reacción: abrió los ojos y se echó hacia adelante en su asiento.

-El castillo...No sé, veo guerra, hombres luchando... Es confuso, veo muchas imágenes a la vez. -Se quejó; tenía los ojos cerrados y había llevado ambas manos a sus sienes, frotando su piel. Malya, Karessia y Allan la miraban con tanta atención que apenas parpadeaban o respiraban-. Todo parece hacerse más claro, es el rey de Orus quien ha sido el culpable de esta atrocidad...

»...Los pueblerinos están enfurecidos, van en hordas multitudinarias al castillo... Fuego, armas... Sangre... La sangre de la nobleza y de la plebe es derramada por igual... -Dio un respingo y exhaló, abriendo los ojos como platos-. ¡La princesa y los reyes también están en peligro! ¡Rápido, deben irse de aquí! ¡Una lucha les espera! -vociferó, al tiempo que azoraba a los guerreros haciendo ademanes con sus manos.

- ¡Espere! ¡El único caballo que tenemos es de Allan, así no llegaremos a ninguna parte a tiempo! -razonó Malya, desde la puerta.

-Está bien, está bien; les daré algunas armas -respondió enseguida Annandra, corriendo hacia el estante con apremio.

- ¿Armas? -chistó Allan, frunciendo la cara.

-No serán armas convencionales, Capitán. Beberán estas mezclas de pócimas que haré, y les llevarán unas cuantas más al resto del ejército -decía Annandra mientras llenaba un cántaro con pócimas de varios colores-. Si beben la botella completa, serán inmunes a enfermedades y sus heridas sanarán solas en segundos. Este efecto les durará algunos meses, y se irá desvaneciendo poco a poco. En cambio, si los soldados por lo menos mojan sus labios con el líquido, tendrán cierta inmunidad por algunos días; les será muy útil, de verdad se los digo.

»En cuanto a tu caballo, Malya, está esperando por ti en el arroyo donde Allan dejó al suyo. Les deseo muchísima suerte. Karessia irá tras de ustedes, llevará una caja con decenas de pócimas; necesitarán no cargar tanto peso en virtud de llegar más rápido.

Sobre el cántaro se formó una nube multicolor con destellos, que fue cambiando hasta llegar a un rosado intenso. Annandra llenó una decena de frascos con la mezcla, mientras Malya tamborileaba sus dedos contra la madera de la puerta, impacientada. Cuando por fin le tendió dos frascos llenos de un líquido brillante y rosado al Capitán, suspiró agradecida. Él los tomó, sujetando uno en cada mano.

Sólo entonces, Allan salió corriendo por el pasillo tan rápido como sus piernas se lo permitían. Ya le sacaba varios metros de ventaja a Malya, quien había optado por beber algo para calmar su sed.

-Malya, el Capitán... ¿Te gusta, no? -inquirió Annandra sorbiendo el café que había acabado de preparar. Ella sólo asintió, incomoda ante la idea de que él la pudiera escuchar afirmarlo-. Pues he leído su mente, y él siente algo parecido. -Sonrió, y Malya, ruborizada, imitó su gesto.

- ¿Leer la mente de alguien es legal? -Malya rió sin humor, tratando de cambiar el tema con la mayor fluidez posible.

-Si eres una bruja y puedes... -contestó Annandra entre risas, y ambas se encogieron de hombros.

-Bueno, ahora sí me toca partir. Muchas gracias, señora Annandra -dijo Malya. Hizo la taza vacía a un lado y se levantó de la mesa. Ya en la puerta, se despidió con un ademán de su mano, y Annandra correspondió su gesto.

Comenzó a trotar, mirando cada tanto hacia atrás: por donde pasaba un camino de pequeñas flores violetas surgía. Sin prestarle mucha atención continuó su marcha; al cabo de un rato ya comenzaba a jadear y a sentir una sensación de presión en el pecho. Allan, sin embargo, apenas había cambiado el ritmo de su respiración.

The Crying Game (The Games #1) #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora