Capítulo 3

173 4 0
                                    

-hey, Monse, ¿que tenemos luego?- dijo Ana con la boca llena de papas fritas.


Ana se nos había unido con otros chicos del grupo de mi hermano hacía ya un rato.


-¿sabes?, agradecería tanto que tragaras antes de hablar- dije con una notable cara de asco y a la vez de diversión -mmm... no lo recuerdo.


-Educación Física- contestó desinteresadamente Alex -¡yo también estoy con ustedes señoritas!- y ante su comentario la mesa estallo en carcajadas, -solo porque sea hombre no significa que sea un irresponsable- formuló un tanto ofendido, colocando sus manos sobre su pecho en un acto dramático.


-Pero que te hayas quedado un año, y seas amigo de mi hermano, ¡sí!


-¡ooooooh!- dijeron los chicos colocándose las manos sobres sus bocas.


Alex se había atrasado un año, él y mi hermano eran de la misma edad.


-Oye, y ¿yo porque?- pregunto mi hermano, arrojándome una papa.


-jajajajaja, ¡enserio! Tengo varias razones- dije levantando mi mano y mostrando tres dedos, -¿que esas papas nunca se te acaban?- le dije devolviéndosela, pero con un tiro no tan bueno como el de él. Pues el mío le pego a una niña que iba pasando por detrás de Sebastián.


-¡uhh!, que puntería hermanita- mencionó entre risas.


-¡Ups! Lo siento, no era para ti- le grite a la niña, pero esta nada más se volvió y me mostro su dedo medio.


-Chicos, que yo a su edad ¡no sabía qué era eso!- dijo Ana asombrada ante la acción de la niña de primer ingreso.


-jajaj ¿y ahora sí?- dijo Sebastián.


-no seas gilipollas sebas, y Alex ¿porque si solo te quedaste un año vas con nosotros y no con sebas?- dijo Marie.


¡Okey! ahora Marie le dice y "sebas" al estúpido.


-lo que pasa es que cuando nos mudamos para acá, el traspaso del otro colegio salió mal, y eso me atrasó un año, pero no fue por mi culpa, de hecho llevaba notas sobresalientes- esto último lo dijo mirándome directamente a los ojos, como para dar fe de ello. Agaché mi rostro cubriéndolo así con mi cabello.


¿Por qué demonios ahora me sonrojo con todo lo que diga Alex?


-chicos, os hace tarde- dijo Ana poniéndose en pie.


-si ya vamos- dije imitándola.


-ya os alcanzo tengo que hacer algunas cosas- dijo Alex


-nos vemos luego- le dijo el estúpido a Marie y ¡LE GUIÑO UN OJO!


Luego cada quien se fue por su lado.



Cuando íbamos por el pasillo, me giré para enfrentar de una vez por todas a Marie. Ana se nos había adelantado.


-A ver, ¿qué fue eso de "nos vemos luego"?- dije esto último de modo sarcástico imitando la voz de mi hermano y abriendo comillas con los dedos.


-pues nada, que tu hermanito se está portando lindo conmigo, nada más. Y por qué mejor no me dices ¿qué es eso de sonrojarte por todo lo que diga Alex? No creas que no me di cuenta.


¡Demonios! ni yo lo sé.


-Hay Monserrat, te estas sonrojando por todo lo que él diga, mira que te conozco muy bien, sé que a él le gustas bastante, pero ¿él te gusta?- se puso enjarras.


-no... no lo sé.


-Vi cómo se miraban en la cafetería- dijo punzándome con un dedo entre mis costillas.


Gracias a Dios, la campana de clases sonó, por lo que me dispuse a caminar hacia el gimnasio. En realidad, no tengo idea de porque me incomoda hablar sobre Alex, él no me gusta, o... ¡no! ¡Por Dios, que es el mejor amigo de mi hermano!


Ingresando al gimnasio. El entrenador comenzó hablar.


-Señoritas y caballeros, vayan a cambiarse, hoy jugaremos Basketball.


¿Basketball?, genial con lo que "¡amo saltar!"


Ingresé al baño de las chicas, para cambiarme por ropa más cómoda. ¡Gracias a Dios! No se encontraba Esther dentro, que a esa tía no me la soporto.


Salí y divisé que Marie me hacía señas para que caminara hacia ella.


Cuando atravesaba el gimnasio. Noté que Alex se encontraba calentando. Empezó a practicar lanzamientos de tres puntos.


Me volteó a ver, e inconscientemente sonreí. Me señaló a mí y luego a la cesta. Mire sus labios, me concentré y noté que gesticulaban: "esta va por ti".


Le sonreí y continué caminando. Cuando llegué, Marie se encontraba con la boca abierta, y sonriéndome, pero no cualquier sonrisa sino, La sonrisa, esa sonrisita pícara, esa que cuando la vez sabes que algo no muy bueno va a salir de esa diminuta boca.


-¡Te dije que le gustas!- me tomó de los hombros y me zarandeó -tía que lo traes mal- en ese momento miré a la cancha y logró mi tiro, digo su tiro.


Aplaudí, claro hay que ser amable -y tras de todo ¿le aplaudes sus tiros?


-¡ay ya!, Marie, que no ha sido para tanto- le señalé. Pero, en realidad me sentía feliz, por ver que lo había logrado, ¿pero porque puñetera razón me sentía yo feliz?


-¡te gusta! ¡Te gusta! Ya lo he notado.


-Y a ti te gusta Sebastián ¿no?- hack mate, se le cerró la boca de golpe.


-eh si, digo, ¿a cuál chica de todo el colegio no le gusta Sebastián Cipriano?, en cambio ¿tú no me has negado que te gusta Alex?- maldición Marie siempre sabía cómo hacerte hablar, me senté en las gradas, una fila debajo de ella.


-¿a cuál chica no le gusta Alex Sierra?- dije tratando de librarme de su mirada acusadora. Pero me fue imposible -Marie, no lo sé, él es lindo conmigo y todo pero no lo sé.


-pronto lo averiguarás- colocó sus manos sobre mis hombros. La miré, y me guiñó un ojo.


- A ver, ustedes Monserrat Cipriano y Marie Alvarado, ¡a la cancha!- ese fue el entrenador, por lo visto está haciendo parejas para realizar tiros.


-okey, ¿por lo menos somos una pareja?- le dije a Marie, dejando el otro tema atrás.


-por lo que veo, sip.



A Marie le tocó hacer el tiro primero.


El ejercicio consistía, en que yo le lanzaba el balón a mi compañera, ella saltaba, lo atrapaba y lo lanzaba a la canasta. Si lográbamos encestar, podemos terminar e irnos a cambiar o de lo contrario tendríamos que quedarnos hasta lograrlo.


Le lancé el balón a Marie, ella lo atrapó y en el primer intento lo logró.


-bien Marie- le grité, alzando el pulgar en su dirección.


-Cipriano, su turno- me dijo el entrenador. Me dirigí al centro de la cancha, me sentía lista, excepto por la típica sudoración en la palma de mis manos.


Marie me lanzó el balón, pero justo cando iba saltar, mi tobillo derecho se dobló en un ángulo algo extraño para ser un tobillo. Caí, llevándome un gran golpe en la cabeza. Todo se volvió oscuridad...



Percibí el toque de unos fuertes y musculosos brazos que me levantaron. Me trasladaron.


Todo era oscuridad.


Abrí los ojos, y unos hermosos, intensos y preocupados ojos grises me recibieron, pero no duró mucho, pues la oscuridad me envolvió de nuevo.



I See Thousand StarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora