Capítulo 4

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Cuando desperté, me tomó unos segundos darme cuenta donde me encontraba.
La Enfermería del colegio.

Por haberme encontrado tanto tiempo inconsciente, sentía como si tuviese todo el desierto del Sahara en mi garganta. Miré hacia el frente en busca de algo con agua, y nada, solo azulejos celestes y algunos cuadros colgados en la pared, que al parecer fueron pintados por los chicos de primer ingreso.
Al lado derecho de la habitación, había una de esas sillas plegables. En ella se encontraba Marie profundamente dormida. Junto a mi cama estaba una pequeña mesita, había una cajita de color amarillo, que al parecer contenía algunas tabletitas de analgésicos y a su lado había un vaso con agua. ¡Lotería!
Al estirarme para alcanzar el vaso, el colchón de la cama crujió. Marie inmediatamente se removió en la silla y despertó.
-eh? Ah?, ¡ay Monserrat!, ¡te habéis despertado!, nos has tenido muy preocupados a todos, no volváis a hacerme esto- dijo poniéndose en pie. Corrió hasta a mí, y me abrazó.
-¡lo siento! Solo quería un poco de agua- susurré, encogiéndome de hombros.
-Sabes, hay alguien que está muy preocupado por ti- la escuché decir, y de inmediato sentí su sonrisa formándose cerca de mi nuca -Alex está allá afuera, que se come las uñas de preocupación.
-¿Alex?, ¿p...p... pero que hace allí?- aunque en realidad sabía perfectamente que hacia allí. Eso despertó una chispa de ilusión en mí.
-Monse, no me engañes, sabes muy bien que hace allí- dijo mientras se levantaba y me pasaba el vaso de agua -¿le digo que pase?- dijo encaminándose hacia la puerta.
-ehhh ¿porque no?- pero en realidad, me moría de ganas de ver a Alex, creo que el golpe en la cabeza me afectó las hormonas.

¡Demonios! como me va encontrar Alex en este estado, debo verme terrible. Comencé a pellizcar mis mejillas para darles color. Anudé mí no muy obediente cabello en un moño de tomate.

La perilla de la puerta giró y apareció la cara de Alex.
-¿se puede?- preguntó.
-¡Claro!- soné muy emocionada -ehemm digo, sí claro pasá- le repetí, serenando mi voz.
-¿Cómo siguió tu cabeza?- preguntó mientras ponía un hermoso ramo de tulipanes morados en un jarrón sobre la mesita -para ti, me enteré que te gustan los tulipanes y el morado.
-¡oww! Si, gracias, están preciosos no debiste, y ya me siento mejor, gracias- el calor empezó a subir por mis mejillas.
-en realidad no es nada.
-¿Alex?
-¿Si?
-¿Qué hacías allí? Debiste tener cosas que hacer.
-ehh- dijo mientras se rascaba la nuca con su mano -quise saber cómo seguías.
-mmm estoy mejor, gracias por preocuparte, no tenías que.
-Monse, créeme que sí necesitaba saber cómo estabas, no quiero que te pase nada...
-Alex, no...
Monserrat me gustas- me cortó -me gustas mucho en verdad, y no quiero que nada te pase- dijo viéndome con sus intensos y honestos ojos grises. Simplemente me paralicé, y lo único que salió de mi boca fue un -Alex... yo... yo.
-shhhh- dijo poniéndome su dedo sobre mis labios. ¡Por amor a Dios!, este chico se me acaba de declarar, y a mi organismo no se le ocurre nada más inteligente que paralizarse.
Sonrió de una forma simplemente, hermosa, pronunciando su hoyuelo. Acercó su cara a la mía, y plantó un beso en mis labios. Un suave y delicado beso, que envió una corriente eléctrica a todo mi cuerpo. Logré sentir, nervios que ni sabía que estaban allí.
Se separó y camino hacia la puerta, justo cuando se iba a marchar me dijo -nos vemos luego, quiero que te mejores- y salió.
Mi cuerpo simplemente no respondía, me quede inmóvil, estupefacta. ¿Qué le está sucediendo a mi cuerpo? ¿Qué me está pasando?

Esa tarde la enfermera me dijo que me podía marchar, solo que mañana no asistiera al colegio, ya que la herida en mi cabeza había requerido tres puntos de sutura, y no habían sanado completamente.
-Monse, voy a llamar un taxi ¿vale?- dijo Sebastián cogiendo su móvil y caminando hacia la puerta.
-¿y porque no me lleváis en la moto?- pregunté mientras me sentaba en la camilla.
-será porque tienes tres puntos en tu cabeza- dijo mirándome algo escéptico.
-okey- le susurré.
-okis, te traje ropa- dijo sonriendo y poniendo una bolsa con ropa en la camilla. Salió por la puerta.
Me levanté. Me maree un poco, tuve que volverme a sentar en la camilla, debió ser por el golpe. Cuando me sentí mejor me levanté y me dirigí al baño, para arreglarme un poco el cabello, y cambiarme de ropa.
Estando en el baño escuché que alguien entraba en la habitación.
-¡Monse!- la voz de Sebastián.
-Un momento, estoy en el baño- dije mientras me terminaba de sujetar un moño de tomate.
-No, era nada más para decirte que Alex se ofreció a llevarte en su coche- me paré en seco, ¿Alex me va a llevar? -bueno me voy.
-Aguarda, Sebastián, ¿tú no vas?
-no, genio ¿quién llevaría la moto?, aparte voy a llevar a Marie a su casa.
OKEY, me voy sola con Alex y mi hermano se va con Marie.
No es que nunca haya viajado sola con Alex en plan de amigos, ¿pero qué diablos se suponía que éramos ahora?
-Fue un beso Monserrat, solo un beso, no te emociones- Me regañaba a mí misma.
Salí de la enfermería y me dirigí hacia el estacionamiento del colegio. Allí se encontraba Alex, con un palillo entre sus dientes. Estaba apoyado en la capota negra de su Nissan Xterra. Vaya amaba esa camioneta. Cuando se percató de que salí. Corrió y me abrió la puerta del copiloto.
-Gracias- le murmuré haciendo un gesto con la cabeza. No me respondió, solo se dibujó la sombra de una diminuta sonrisa en su rostro.
Si el auto por fuera es hermoso, por dentro es espectacular. No es que conozca de autos y esas cosas, pero esta camioneta era perfecta.
-sabes, esta camioneta es bellísima- le dije tocando el tablero del auto.
-¿solo la camioneta?- me preguntó con un tono divertido y pícaro, subiéndose a la camioneta. Me sonrojé de nuevo.
-egocéntrico- digo golpeándolo en el hombro.
-amo cuando usas palabras extrañas- me susurró, y otra vez me sonrojé -y también cuando te pones roja- dijo guiñándome un ojo y poniendo la camioneta en marcha.

¡Jesús!

I See Thousand StarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora