Era la hora del almuerzo, y todo el colegio sabía que Alex y yo éramos pareja.
Como siempre en la cafetería, fui a por mí sándwich de pollo y el jugo de uva. Cuando estaba en la caja dejando los tickets del almuerzo, unas manos se apoderaron de mi cintura.
-espero que hoy no me tires todo el jugo encima ¿eh?- susurró Alex cerca de mi oído, tan cerca que sentí su respiración bajar por mi nuca.
-estaría encantada- me volví riendo.
Fuimos hacia la mesa. Sebastián y Marie ya se encontraban allí.
Duramos toda la hora del recreo almorzando, bueno si en la palabra almuerzo le agregáramos: cantar, reír, hablar...
Nos levantamos para retirarnos.
-ya os alcanzo, iré a depositar esto en el cubo de reciclaje- le dije a los chicos levantando la basura de la mesa. Caminé hacia el cesto de reciclaje, pero una mano me haló bruscamente del antebrazo.
-¿Pero que coñ...? ¿Pero qué os pasa?- maldije girándome. Pero al divisar de quién se trataba, supe que algo no muy bueno se me venía encima.
Esther.
-¡uy! acaso te he lastimado, zorrita- en mi mente resucité a todoos y cada uno de sus ancestros.
-¿puedo saber qué demonios te sucede?- dije apartando su mano de mi brazo.
-nada más quería advertirte, enfrenta las consecuencias, que te has metido con el tío equivocado- dijo señalándome.
-¡ja! ¿Qué te creés?- el Cipriano de mi apellido estaba tocándome la puerta de mis casillas esperando por salir y mentarle la madre a esta tía.
-nada más admite las consecuencias- y con esto se abrió camino empujándome del hombro.
-estúpida- susurré mientras pasaba a mi lado.
-¿qué has dicho?- gritó halándome del cabello.
¡Ve Cipriano corre, sal, que esta tía ya se ha pasado! Me gritaba mi fuero interno.
-estúpida, ¿acaso queréis que te lo dibuje?- le quité la mano de mi cabello, llevándose un puño de este. Me dolió, pero ante ella, no podía mostrarlo. La reté con la mirada.
-ahora si zorrita- se me abalanzó encima. Las dos caímos al suelo. Haló de mi cabello. Grité. Ella me tenía prensada contra el suelo, es fuerte. No sé de donde, ni cómo logré darle una patada en la entrepierna, hubiera sino más productivo de haber sido hombre, pero algo ayudó porque me dio un poco de espacio para girarme sobre ella. Ahora yo la tenía atrapada.
-¡no me vuelvas a tocar, perra!- le grité mientras le soltaba un güantazo en la mejilla.
-¡pelea, pelea, pelea!- se escuchaba en coro. Un círculo de chicos, se había formado en la cafetería alrededor de nosotras.
Me sujetaron por detrás.
-¡Monse, ya basta!- chilló Marie en mi nuca luchando por inmovilizarme. Esther estaba tirada en el suelo, tocándose la mandíbula.
-¡Marie soltadme!
-¡hija de puta!- farfulló Esther incorporándose. Se abalanzó a por nosotras. Me caí, llevándome a Marie conmigo.
Marie al perder el equilibrio me soltó. Esquivé un golpe de Esther. Mis reflejos eran pésimos, hasta hoy. Creo. Me abalancé encima. Me volteé hacia Marie para corroborar que no hubiera salido lastimada, pero ella ya iba corriendo.