Capítulo 17

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Me encontraba en un cuarto oscuro, no había nadie aparte de mí. Comencé a sentir miedo, angustia y desconcierto. Caminé guiándome con mis brazos extendidos, tratando de tocar algo. Pero no había nada.


Grité, pero mi voz no llegó a salir de mi garganta, quería llorar, pero no lo lograba. De repente una luz al final de la habitación se encendió. Corrí hacia ella, pero cada vez se hacía más lejana, lejana, lejana...


Un escalofrío recorrió lo largo de mi columna. Intenté abrigarme, pero mis manos tenían cables. Escuché una serie de pitidos constantes, intenté seguirlos, pero estaba atada.


Una luz tenue, me inquietó. Abrí los ojos, poco a poco. Entonces me di cuenta, que no estaba en casa.




Pensé que era una de esas malditas pesadillas que tenía a veces. Pero no todo esto era muy real.


Todo comenzó a ser borroso. Cerré mis ojos de golpe. Los volví a abrir, despacio, esperando que todo se aclarara, hasta que todo quedara nítido.



Era una habitación espaciosa de paredes celestes. Estaba en una camilla, al centro de la habitación, a mi izquierda había una mesita con aparatos electrónicos, tenía uno de esos que te miden el pulso y la presión cardiaca. Intenté levantarme, pero todo me dolía. Miré mi mano derecha, y en esta, había un gran hematoma. Luché por levantarme, pero lo único que conseguí fue, llegar hasta la mesita.


Tomé un vaso de agua, que estaba junto a los aparatos. Di un sorbo, y entonces recordé.


Imágenes.
En mi mente empezaban a desfilar miles de imágenes a alta velocidad. Era como una especie de Flash-Back, imágenes de unos chicos en un auto, comiendo, riendo. Luego dos de ellos quedaron dormidos. Escucho música. Oscuridad.


El chico que iba conduciendo, gritó: ¡maldición! Levanté la vista, pero todo es muy borroso. Solo pude divisar a un Toyota Hilux que nos impactaba al lado del conductor. Nuestro auto giró. Chocamos contra un almendro, que por la época del año sus hojas ya no eran de colores. Se escucharon gritos que hacían eco en la oscuridad de la noche. Vidrios se rompieron. Sentí como la lata de la carrocería se doblaba, como se magullaba, y la voz de Ed Sheeran, increíblemente seguía sonando en la radio. Intenté escapar, pero la puerta se encontraba obstaculizada. En este momento no me hubiera importado que Alex me abriera la puerta, pero no se iba a poder. Esta inmóvil sobre el asiento del conductor. Grité pero me grito fue opacado por la Hilux que volvía fuera de control, derrapó y nos impactó de nuevo. Pero ahora, al lado del copiloto, a mi lado...


Un dolor invadió mi cabeza. Me toqué y se encontraba rodeada con una venda.


Las puertas de la habitación se abrieron, y una enfermera apareció tras ellas. Me observó detalladamente y de inmediato, salió y exclamó.


-¡Doctor! La paciente de la habitación ciento treinta y cinco, ha despertado- Entró, revisó los aparatos. Me dedicó una mirada llena de lástima -¿cómo se siente señorita Cipriano?


-mmm poco bien, ¿Qué ha pasado?- musité, con la voz ronca.


-me alegra, espere un momento el Doctor Silva le explicará, él ya viene en camino- se dio media vuelta y caminó hacia la puerta.
-señorita- le detuve.


-¿se le ofrece algo?


-¿Qué hora es?


Ella sonrió, miró su reloj y dijo -son las nueve, cuarenta am del veintiséis de Marzo.


-gracias- murmuré.



Habían pasado tres días desde el cumpleaños de Marie.


La puerta se abrió una vez más, pero ahora, se dejó ver un hombre caucásico, bastante alto, de unos treinta años.

I See Thousand StarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora