Llegamos al hospital después de veinte minutos.
Entramos y en la recepción se encontraban los padres de Monse, sus abuelos, y Marie.
-¡Sebastián!- lloriqueó Marie, mientras se lanzaba sobre los brazos de su novio.
Ya mis ojos no podían ver. Mi vista se encontraba nublada, debido a las lágrimas que se arremolinadas en ellos.
Rob se puso de pie y vino hacia mí.
-Rob ¿Cómo está?- estoy hecho un desastre, mi voz no sale de mi garganta, solo murmullos se dejaban escuchar. Traté de hacerme el fuerte, pero llegar y ver a toda la gente allí reunida con señas de haber llorado.
-ella esta... mal- murmuró. Colocó su mano sobre sus ojos, los presionó y detuvo un quejido -no nos dejan verla.
No aguanté.
Exploté.
Dejé salir un suspiro. Miré hacia el cielorraso de la recepción. Se me empezaba a ser difícil respirar. Rob me tomó de un brazo y me indicó que me sentara sobre una butaca. Lo hice.
Miré a mí alrededor, parecía que era el centro de atención. Estaba comportándome como un completo crío.
Me puse en pie -disculpadme- le dije a los presentes. Giré y corrí hacia el lavado de los hombres.
De reojo vi como Sebastián venía atrás de mí.
-¡Alex!
-Sebastián dejadme un momento, de verdad- me apoyé en una de las paredes del lavado. Me deslicé sobre ésta y quedé sentado en los fríos azulejos del suelo.
Sebastián no se movió. Se quedó de pie junto a la puerta. Observando, contemplando como su mejor amigo se desboronaba por dentro.
No me di cuenta cuando me quedé dormido. Una presión en mi lado derecho, me indicó que alguien estaba junto a mí. Abrí los ojos. Y ya no me encontraba en el lavado, estaba en una de las butacas de la sala de recepción. La persona a mi lado era mi madre.
Mi madre.
Cuando notó que desperté, se enderezó y me miró directamente a los ojos.
-hola mi niño- susurró.
-hola, ¿Qué haces aquí?- pregunte con la voz ronca mientras me incorporaba. Mamá siempre me ha acompañado y apoyado en absolutamente todo.
-vine a acompañarte, una madre nunca abandona a un hijo- dijo. Se levantó y me sonrió. Pero no era una de esas sonrisas que me encantaba de ella, esta era una sonrisa vacía, pero a la vez llena de compasión y tristeza.
-¿has sabido de Monse?
-hace un rato ha salido el doctor habló con Rob y con Suzanne, no he querido preguntar aún. Voy a por un café ¿queréis uno?
-no- musité. Miré a mamá, y le sonreí casi sin ganas -gracias...
-no hay de que mi niño.Me levanté. Suzanne se encontraba hablando con Marie. Me aproximé y me senté en una butaca al lado de ellas.
-hola- musité.
-Hola Alex ¿cómo habéis estado?- me preguntó mi suegra. Suzanne siempre me había tratado con un hijo más, era atenta y cariñosa.
-no sé cómo me siento en realidad- me miró y sonrió -¿Cómo está Monse?- al escuchar mi pregunta, la sonrisa de su cara se borró de golpe, miró hacia el suelo de la habitación. Levantó su cara y me miró. Sus ojos se encontraban brillantes. -Suzanne ¿Qué dijo el médico?- mi voz era de súplica.