El lunes llegó y mi miedo se incrementó, estaba tentada a fingir que tenía gripa, pero lo actuación no era mi punto más fuerte. Salí de mi habitación extremadamente vestida, parecía una Monja con un suéter cuello tortuga, unos pantalones, botas y guantes, y dejadme decirles, que lo menos que había en esos días era frío.
Antonio me miraba preocupado en el camino, yo sólo mantenía mi vista fija en mis manos. Me seguía mirando intentado analizarme, lo que más miraba era mi cara, yo subí mi vista y nuestras miradas se encontraron. Sus ojos detonaban preocupación y dulzura, yo le sonreí forzosamente, pero por suerte no lo notó, ya que me devolvió la sonrisa y me abrazó.
El mejor hermano.
Llegamos al colegio en unos quince minutos, por suerte la temperatura bajó, sino tendría que soportar un calor con semejante ropa je. Al salir de bus todos me miraban, «¡Que raro!» pensé, pero no le di tanta importancia y caminé hasta entrar en el edificio. Pasaba por los pasillos y escuchaba bajos susurros, voltie y Antonio ya estaba con Paula, volví a fijar a mi vista en frente, sin poder dejar de escuchar los susurros.
Esos bajos ruidos me irritaban la mente, no podía entenderlos, eso era lo peor, no sabía si eran sobre mí, o sobre mi atuendo, o no sé, del tiro mis ojos se aguaron por la frustración.