Recuerdo que de niña siempre vestía de colores oscuros, no porque quisiera, sino porque siempre había un funeral al cual ir, a veces era algún familiar, otras un amigo cercano a la familia, el punto es que siempre iba a funerales... No viene al caso, sólo quise mencionarlo.
—¿No crees que es mucho para cinco personas?- le pregunté a Argelina mientras la cajera registraba todas las botellas de alcohol que llevábamos.
—¿Quién te dijo que sólo íbamos a ser cinco?- dijo Argelina con picardía.
—¿Ya tenías todo preparado?- le pregunté sorprendida, ella era inteligente aunque no lo pareciera.
—La pelea y el encuentro con la rubia esa no, pero la fiesta si. Loren iba decirte pero bueno, ya sabemos que sucedió- asentí dando por finalizada nuestra conversación. Poco después Loren se acercó con una sonrisa.
—Oí mi nombre ¿Qué sucede?- preguntó mirándonos, Argelina le tomó por la cintura y le besó la cabeza. Si, eran muy melosas.
—Nada amor, nada- dijo y le entregó a la cajera el dinero debido por las cosas compradas.
Caminamos hasta nuestro sitio ¿saben? La bodega esa... ¿O era un edificio? ¡Dios! Lo dije hace varios minutos... Bueno, ese sitio. Al llegar Miguel tiró lo restante de su cigarrillo y se sentó en la primera silla que vio. Loren dejó las cosas en una vieja mesa, al igual que Argelina y Lucas; yo no había tomado ninguna bolsa ya que cargaba los bolsos de las chicas, objetos que también dejé en la mesa. Argelina voltió hacia nosotros, esperando alguna iniciativa a preparar el lugar. Como nadie se ofreció, gruñó y comenzó a hablar.