V. Magia Ambulante

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      Niela miró a su espalda. Muchas cosas habían pasado desde que entraron en aquel lugar maldito, ni siquiera sabía el tiempo que habían estado allí. Ahora que el amanecer aparecía ante ella como siempre, lo ocurrido en estas jornadas, quedaba atrás como un mal sueño rojo, borroso e impreciso.

      Entonces se dio cuenta, estaba cansada y necesitaba un buen baño. Tenía muchas ganas de meterse en una tina rebosante de agua caliente, de sacudirse toda esa arena cuyas partículas se habían instalado en cada pliegue de su piel. No sabía ni siquiera donde estaban, pero haber atravesado el desierto rojo, la situaba mucho más cerca del lugar al que quería ir, mucho más cerca de lo que nunca pensó que podría estar de la ciudad de Evoym.

      -En breve, podremos descansar. –Dijo Wonkal interrumpiendo los pensamientos de la chica

      -Voy que no puedo con mi alma –Contestó Thed- Creí que nunca íbamos a salir de ahí, si estuviera menos cansado, saltaría de alegría.

      -Solo pienso en el agua, un buen baño de agua calentita –Replicó Niela

      -¡Si! Yo también –Volvió a decir Thed- ¿agua caliente?, ¿eso existe?

      Todos rieron el comentario del chico, incluso Athim que estaba metido en sus pensamientos sonrió y con un movimiento de cabeza pensó: "hay cosas que nunca cambian".

      Aún pasó un buen rato, pero por fin, el camino y la perseverancia les reveló la primera Aldea que veían en muchas lunas. El trayecto hasta sus puertas se hizo eterno.

     Era temprano y la actividad era inexistente, un enorme cartel revelaba la fonda a pocas varas en la entrada de la ciudad. Las puertas abatibles estaban abiertas sujetas a la pared por cuerdas atadas a gruesas argollas.

      El local era pequeño, una barra de dos varas a modo de recibidor se ajustaba junto a la escalera de madera. El grupo entró, Wonkal hizo oscilar la pequeña campanita que se encontraba encima del mostrador. Enseguida salió una mujer, era morena, vestida con ropa de hombre, de edad avanzada. Al ver a los extranjeros enseguida se mostró cordial y dispuesta.

      Las habitaciones eran pequeñas, solo quedaba una con tina y los camastros pegaban prácticamente unos contra otros, enseguida la mujer calentó un recipiente de agua y dispuso todo para un buen baño. Se bañaron por turnos, la primera fue Niela, aquello le parecía el paraíso, estuvo allí metida mucho rato, hasta que prácticamente, el agua se enfrió. Rolena, la patrona tuvo de nuevo, no una, sino varias que veces que volver a calentar agua para los otros huéspedes, aunque no le importó, los inquilinos eran escasos y había que cuidarlos, también dispuso ropa limpia para todos.

      Cuando Wonkal salió del baño, todos sin excepción estaban dormidos. Durante un rato miró a los chicos, los miró y solo pudo sentir orgullo, aquellos jóvenes demostraron determinación, no había sido fácil, incluso Thed, cuando hubo que estar, mostró una asombrosa capacidad para luchar y apoyar al grupo. Verdaderamente, aquellos chicos eran un equipo. Era un descanso merecido, el mago se tumbó en el colchón libre, también necesitaba descansar, se durmió y en sus sueños apareció Noath, pero ya no era el mago que fue, en su lugar aparecía un siniestro ser, una criatura envuelta en oscuridad, una estela de muerte quedaba tras el y sus pasos teñían de sombras el lugar por donde caminaba.

      Thed despertó, Athim y Niela aún continuaban durmiendo, sin embargo el mago no estaba en su cama. El chico se asomó a la ventana, el sol debía estar a unos cinco puntos desde su salida, llegaron al amanecer y era prácticamente la hora de la comida, había dormido media jornada y se sentía bien, descansado pero con mucha hambre. Se vistió rápidamente, la ropa era de su talla, intentó no hacer ruido pero en su premura trastabilló y cayó sobre la gruesa madera del suelo provocando un ruido sordo, enseguida levantó la mirada pero los chicos ni siquiera se movieron, le habría sabido mal despertarlos, y más aún por su torpeza.

EL CUARTO MAGO. LIBRO II. Magos  oscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora