XXVI. Entropía

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         El conjuro había resultado. A lo lejos podía ver el macizo de piedra donde se situaba el trono de poder. En aquel lugar, el áspero y huraño terreno se consumía a si mismo. No había caminos ni sendas, pero con la vista al frente avanzó con decisión, desde esa distancia no podía distinguir movimiento.

        Mucho antes de llegar notó su presencia. Un pensamiento poderoso como ningún otro atravesó su mente y se instaló en su cabeza, un lenguaje arcaico lo sacudió, notó la poderosa fuerza que lo envolvía impidiendo continuar su avance.

        -"¡Como osas!", "¡Nadie!", Nadie accede a mis dominios sin mi consentimiento.

       Clamó aquella sentencia dentro de él.

       Noath concentró su energía, convocó artes tan siniestras como las fuerzas que ahora lo inmovilizaban. El efecto no fue inmediato, pero resultó. La presión cedió. Podía, sentía la necesidad de atacar, de destruir. Se contuvo, era consciente del poder de su oponente, todo tendría su momento, ahora mismo no le interesaba un enfrentamiento y mucho menos en su terreno.  Quería hacerle saber que el, no era otra marioneta cuyos hilos pudiera manejar a su antojo.

       Invocó de nuevo símbolos desconocidos, se disolvió como un escaso velo de niebla y emergió del vació ante él.

     Un tiempo hierático transcurrió mientras los dos seres enfrentaban su mirada.

     -¡Tenía al chico! -Dijo finalmente Noath.

    -Erij es ambicioso, se ha enfrentado a mí. ¡Ese no era el trato!

     El mago calló, esperó, buscaba la reacción en las facciones de aquel ser. No las hubo. Seguía inalterable.

     -¡Si!, es algo que me gusta de el... ¡La ambición! Sin embargo, esto no debía haberte impedido traerme al cuarto.

     -No esperaba que un aliado se volviese en mi contra. –Dijo de nuevo Noath- Si no lo hubieras soltado como a un perro de presa, tu, ya tendrías al chico.

      -Ni los actos de Erij ni tus excusas tienen validez alguna. El cuarto debe ser sometido antes de su regreso. Debemos actuar con celeridad, probablemente despierte antes del tiempo previsto.

      -¡Teníamos un trato! –Dijo Noath con autoridad.

      -¡Aún lo tenemos! –Respondió aquel ser en tono imperativo.

      Diciendo esto, miró hacia un lugar determinado y alzó la mano como si quisiera agarrar algo invisible, instantáneamente un oscuro vació nació en aquel lugar y allí se manifestó Erij.

       El Naggum aún no se había recuperado de la acometida de Athim cuando sintió aquella terrible fuerza que y adsorbía su esencia, que lo transportaba sin su consentimiento y lo sometía a su voluntad.

      El diablo vio a Noath y al instante comprendió la situación.

      -¡Que tienes que decir! –Dijo aquella poderosa voz de forma implacable.

      -El mago jamás te hubiera traído al chico. Sigue condicionado por su condición humana, pude sentir como las dudas se apoderaban de el. –Respondió Erij con calma.

     El mago miró al Naggum, seguía vivo. No le extrañó en absoluto, un ser tan primitivo como las grandes montañas debía tener recursos que escapaban a la razón. En cierto modo, era de admirar. Sabía que él, tenía un poder desconocido por cualquier hombre o raza viviente, pero el Naggum tenía sabiduría, el conocimiento del tiempo. Por eso precisamente era el elegido, la mano derecha de aquella entidad del mal.

      La poderosa voz de aquel ser interrumpió los pensamientos del mago.

      -¡No sois rivales! No aquí, no en esta etapa. Si unís vuestra fuerza, ningún poder podrá pararos, ni siquiera las cuatro casas serán capaces de detener vuestro avance. Vuestra voluntad será impuesta, el cuarto será sometido.

      -Puedo sentiros, puedo sentir el poder que nace de vosotros. Los dos juntos sois imparables. Os debilitáis si entre vosotros hay rivalidad.

      -Erij tiene un poder infinito sobre la raza de los hombres, sus palabras pueden embaucar, someter su voluntad –Dijo señalando al Naggum.

      -Sin embargo no tiene poder sobre los grandes magos, tampoco puede doblegar a otras razas, los Enit de las aguas y los bosques, el gran pueblo de los Dauls, los duendes de las piedras... esos seres no pueden ser sometidos por el poder persuasivo de Erij. Ahí entra Noath. El gran mago de A'lkium, tu si tienes conocimientos para imponerte a esos pueblos –Dijo señalando a Noath.

     -¡No debéis enfrentaros!

     -Si nosotros, juntos, tenemos tal poder, si entre los dos podemos someter y reducir a todo y a todos, ¿Por qué aún no lo hemos hecho? –Dijo el Naggum.

     -Porque todo lo que vemos, porque todo aquello que queremos someter está protegido. El cuarto mago vela por ellos.

      Entonces Erij recordó lo que sintió cuando el chico lo sujetó con aquella fuerza demencial, la facilidad con la que lo puso fuera de juego. Recordó la sensación de poder que manaba de el.

      - Regresad, traedme al muchacho, yo me encargaré de lo único que se interpone en nuestro dominio, yo me encargaré del cuarto. Los magos serán sometidos, ya nada ni nadie podrán pararnos, entonces podremos volver, dominaremos a cada una de las razas que pueblan las extensas tierras.

      -Unid vuestra fuerza, ¡¡¡Regresad!!!

EL CUARTO MAGO. LIBRO II. Magos  oscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora