XVI. A'lkium

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Apenas un punto de sol separaba la luz de la oscura noche que todos los incidíos apuntaban. Athim abrió los ojos, no sabía donde estaba ni que hacía, hace muy pocas lunas su reacción hubiera sido la de alguien muy sorprendido. En ese momento mantuvo la calma, miró a derecha e izquierda y lo que vio no lo pilló por sorpresa. Algún tipo de hechizo lo mantenía a lomos del corcel pues a pesar del movimiento su cuerpo se mantenía firmemente sentado. Delante, otro jinete.

-¡Has despertado pronto! –Dijo Noath sin volverse.

-¿Dónde esta Thed, que has hecho con Niela y Wonkal? –preguntó el chico.

-Tu temor es infundado, están bien.

-Si le has hecho el menor daño a alguno de ellos... te mataré. –Contestó Athim con resentimiento.

-Guarda tu fuerza, vas a necesitarla chico.

El joven, sorprendido por su propio aplomo sopesó su situación, estaba rígido, no podía moverse. Sabía que llegaría el momento en el cual habrían de parar, tendrían que alimentarse, descansar. Era cuestión de aprovechar esa pausa para intentar huir. Sin embargo, por otro lado, Athim sabía que no sería posible. Noath. Había llegado hasta ellos, no le costó nada deshacerse de Wonkal. ¿Cómo pretendía el, vencer al mago?

Carecía de recursos y aunque últimamente lo desbordaba un pensamiento que nacía de una poderosa fuerza, no sabía aún como utilizar ese poder.

-¡Déjalo! –Exclamó Noath

El chico lo miró extrañado.

Esto no tiene nada que ver con la suerte, con el destino o como quieras llamarlo, cada paso que damos es consecuencia de nuestros actos. Sabes que no puedes escapar, debes disfrutar del camino, porque si sigues con esa aptitud que ahora tienes, cuando lleguemos a nuestro destino, solo tendrás un amargo sabor de boca.

Athim sabía que el mago tenía razón, eso lo enfurecía aún más, no aceptaba esta situación, no podía aceptarla.

La noche comenzó a latir asustando al sol que, raudo comenzó a desaparecer tras el horizonte. Las negras nubes ayudaron, apagando de forma rápida los escasos vestigios de claridad que aún intentaban subsistir.

El mago, a pesar de la oscuridad, continuó al trote sin aminorar la marcha. Athim descubrió que a pesar del espeso manto oscuro podía distinguir algunas de las formas más grandes, como las enormes rocas que se situaban en el camino o los gruesos troncos de algunos árboles.

-Estoy cansado, no puedo mas, necesito descansar.

-¡Mientes! –Le contestó el mago sin tapujos- El hechizo te mantiene en la silla sin esfuerzo, un jinete normal estaría cansado, el trote en la montura, la fuerza necesaria en las piernas para sujetarse a la montura... pero tu no necesitas esfuerzo alguno para mantenerte ahí, apenas notas como se mueve el caballo. Vamos a seguir, la oscuridad es una buena aliada.

El muchacho miró hacia el frente, de donde provenía la voz pero no distinguió nada, era curioso, podía ver siluetas más adelante pero justo a unos palmos por delante, solo la oscuridad mas completa.

Habrían pasado al menos cinco puntos de luna cuando el caballo de Athim se paró de golpe, el chico abrió los ojos pues iba prácticamente dormido y le sorprendió el profundo silencio del momento. Fue a hablar, pero el siseo suave y pronunciado del mago lo hizo callar de nuevo.

Escuchó, puso atención y escuchó, pero nada, ni siquiera el viento se alzaba.

La repentina luz de las llamas le daño los ojos que cubrió raudo con una mano, la curiosidad hizo que su visión se adaptase rápidamente. Vio a Noath en mitad de un camino de tierra, tanto a su diestra, como a su siniestra, danzaban convulsivamente las llamaradas de una hoguera. El mago estaba quieto, en mitad del camino.

EL CUARTO MAGO. LIBRO II. Magos  oscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora