XLII. Lugubres aliados

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      En la distancia, visto por ojos lejanos, desde las montañas, daba la sensación que un colosal incendio quemaba la tierra. No era así. Eran miles de pequeños fuegos que ardían en la noche con forma de antorchas. El gigantesco campamento dormitaba casi en su totalidad, solo algunos hombres, los de los puestos de guardia y algunos comandantes aún permanecían despiertos. En una gran tienda de gruesa lona oscura, sentados junto a una improvisada mesa, ebrios de poder tras la última victoria debatían varios hombres y alguna singular criatura.

       -Nunca había visto nada igual –Dijo un comandante de los reinos del sur- Si aquellas pequeñas cosas no nos pudieron parar, ninguna otra lo hará.

      -No te precipites, solo acabamos de empezar. Nuestra ventaja es muy considerable con respecto al enemigo, pero cada uno de los seres que vamos a encontrarnos, pueden acabar con cientos de nosotros. –Dijo Erij

      -No hay nada que pueda acabar con un ejército como el nuestro –Pronuncio Leymt con los ojos aún encendidos por el combate.

      -Los magos ya saben que vamos a por ellos, deben estar preparando la defensa, la segunda línea debe haber sido avisada. Nos estarán esperando. –Dijo Erij como si viera lo que estaba diciendo.

      Les pasaremos por encima al igual que hicimos con los duendes. –Matizó Iluymt- yo hablo con las palabras de mi compañero, ahora mismo no hay ser vivo sobre la tierra que puede detener nuestro avance.

      -Puede ser. Vosotros sois el arma definitiva, la magia queda anulada ante vuestra presencia, los magos no tendrán ningún poder. Sin embargo tienen aliados muy poderosos que lucharan por ellos. Pero nosotros también los tenemos. –Terminó de concretar el Naggum.

      Uno de los grandes generales del concilio de los reinos hablo:

      -Jamás pensé que pudiera combatir con tan grandes guerreros, mucho menos con un Naggum. Yo soy de Ubrik, territorio cercano a las tierras malditas. Los más ancianos del lugar cuentan muchas leyendas sobre los demonios que salen de caza al oscurecer. Hay una que siempre me llamó la atención. Una, que cuenta la historia de un joven, alguien que nació en mi tierra, que sin ser mago, ni guerrero, logró vencer al primer demonio. Perdona mi franqueza, a día de hoy, después de haberte conocido me resulta inverosímil que esto que se cuenta sea posible. Solo quería saber si hay algo de verdad en una de las historias más arraigadas de mi pueblo, una leyenda que se trasmite de generación en generación.

      Diegt habló así, pero detrás de esas palabras, había un interrogante que necesitaba esclarecer. Esta historia sostenía en su pueblo una meta común, un deseo instalado con fuerza en cada uno de los habitantes de ese territorio castigado por el azote de los demonios. En ellos se recogía una latente esperanza. Tal vez algún día no muy lejano, alguien, pudiera derrotar definitivamente el mal que asolaba sus tierras.

     Pero si esta historia no era cierta, era una invención de cualquier loco, su pueblo estaría condenado al más oscuro y tétrico futuro, sin seguridad ni certeza, sin ánimo, un pueblo destinado a la extinción.

      Todo el mundo hablaba de batallas, de guerra, de victoria. Lo que pregunto el general de Ubrik dejó desconcertado a los presentes.

      ¿Cómo era posible que alguien creyera que un hombre pudiera vencer al primer Naggum?

      -Podría decir que, desgraciadamente para tu pueblo, esto es así. Tu reino, por proximidad es el más cercano a nuestras tierras, por lo tanto en el, se han alimentando las leyendas durante muchas lunas. Leyendas en gran parte ciertas, pero lo más oscuro nace de vosotros mismos, del corazón de los hombres.

EL CUARTO MAGO. LIBRO II. Magos  oscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora