Fue escogido como lugar de encuentro el claro de Alusiím, en Menk-Tok, reino de nadie, territorio dominado por los Jyriths.
Mimbyha no estaba de acuerdo con Norym. Sin embargo, no discutían, ambos tenían tablas suficientes para mantenerse en su sitio, pero entre ellos se notaba la discrepancia. Duomin se encontraba entre la espada y la pared, la chica llevaba razón, Norym, en cierto modo también, el resto de los presentes ni siquiera hablaban.
Había nueve personas. Todas y cada una de ellas comandaban su propio ejército de Jyriths, prácticamente la totalidad del clan se estaba organizando bajo las órdenes de sus superiores. En aquella tienda se fraguaba la estrategia a llevar a cabo. La misión era clara, capturar al chico. Podía parecer estúpido. Pero todos los allí presentes habían sido puestos en antecedentes, conocían las bajas anteriores, la muerte de Pouin. Ninguno de los que allí estaban había vivido con anterioridad un despliegue de tal magnitud. Nadie sabía por donde empezar. Los nueve generales tenían grupos especiales buscando al joven, sería cuestión de muy poco tiempo localizarlo.
Un cometido común había reunido al clan al completo. La misión estaba dividida en dos partes. Las dos eran de vital importancia, prevalecía encontrar a ese joven, pero el grueso de la tropa partía hasta la montaña de los brujos. Con ellos iría Fengart, algo insólito, para los Jyriths aquello era un autentico privilegio, el fundador de la orden cabalgaba con ellos y a su lado el mítico Mundinoth.
Mimbyha no paraba de darle vueltas a la cabeza, aquella fortaleza, allí donde se dirigían, aquel lugar era inexpugnable, no había forma de entrar, los verían llegar desde muchos varines. Si duda Fengart sabía lo que hacía. A través de Las avanzadillas y rastreadores le llegaban noticias casi de forma constante. La fortaleza, a estas alturas, debía alojar miles y miles de mercenarios. En la lucha cuerpo a cuerpo, en espacios cerrados, eran invencibles, aquello era todo un reto, sin lugar a dudas nunca se había visto en una situación como aquella.
Qaat recopilaba información. Había llegado el dia de antes. Debido a sus condiciones le habían otorgado un puesto en la avanzadilla, de explorador, era un lugar preferente, tendría acceso a la información antes que nadie y podía seguir campando a sus anchas, la suerte lo seguía acompañando.
En una tienda cercana, se reunía el consejo de los brujos, seis en total, aún no habían comenzado, esperaban el último de la comitiva. Tkinum manejaba bien la palabra y advertía del peligro al que se iban a enfrentar. La luz entró de golpe cuando aquella mujer corrió las cortinas. Todas las miradas se clavaron en ella. Su piel era oscura, su cabello corto, sus ojos del color del mar, llevaba un vestido de una pieza que le llegaba hasta los tobillos, era seda, con bordados en plata, de corte tallado que realzaba la feminidad de su cuerpo.
-¡Fánida! –Exclamó Tkinum al verla.
-¡Cuánto tiempo! –Se limitó a decir la mujer.
El brujo hizo una reverencia y todos los demás se levantaron inclinándose en señal de respeto.
-Llegas a tiempo –Tkinum le ofreció una silla.
Fánida era la bruja del clan, una bruja al igual que Tkinum o Pouin elevada a la categoría de culmino por el mismísimo Humkiom. Solo Pouin servía al clan Jyrith de forma exclusiva. Tkinum y Fánida en la mayoría de los casos, se dedicaban a sus propios asuntos, solo en caso de necesidad o convocatoria acudían. La muerte de Pouin era una de las causas por las que de nuevo se habían encontrado, esa y la llamada de Fengart.
Muchos de los Jyriths sabían de la capacidad y el poder que tenían los culminos, el comandante de los Jyriths era un simple mago, ni siquiera brujo. Nadie sabía como ni por qué, pero Fengart era obedecido por los brujos más poderosos que existían. Lo respetaban sin rechistar, su palabra era ley.
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EL CUARTO MAGO. LIBRO II. Magos oscuros
FantasyLa historia de Athim, Thed, Wonkal, Noath... continúa.