Capítulo 3

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Mi corazón empieza a latir con fuerza cuando en un instante recuerdo los cuentos y leyendas de aquellos veneradores a Morgana, antigua discípula del gran mago Merlín. La leyenda dice que hace muchos años, cuando aún existían los reyes y los castillos se alzaban imponentemente en el horizonte, existió un gran hechicero llamado Merlín. Él tenía una aprendiz, Morgana le Fay, a ella le enseñó todo lo que tenía que saber sobre la magia. Confió en ella creyendo que, al llegar su muerte, ella continuara con este arte y mantendría el equilibrio del mundo, tal y como él lo hacía.

Un día tuvo una visión, en la cual, Morgana lo mataba y después trataba de gobernar el mundo interrumpiendo así su equilibrio. Esto lo llevó a tomar medidas para evitar que esto pasara a toda costa. Entrenó a otros cuatro aprendices a los cuales les tenia infinita confianza, y les dio habilidades únicas a cada uno de ellos junto con la orden de que, si algo le sucedía, ellos tendrían que continuar su trabajo.

Y la profecía se cumplió, Morgana en un arranque de codicia mató a Merlín creyendo que sin él tendría el camino libre. Lo que no sabía era que los otros cuatro aprendices la derrotarían y obligándola así a vivir entre las sombras.

Los cuatro aprendices continuaron con el legado de Merlín, y mientras los años pasaban, sus descendientes dotados de extraordinarias habilidades entrenaron para que, si algún día el mal volvía, ellos estuvieran listos y lograran vencer.

Nosotros somos los descendientes.

En el centro del ejército, un tigre dientes de sable del tamaño de un toro guiaba a las tropas y montada en él estaba una chica. Se quitó la capucha roja que traía para dejar al descubierto el cabello más oscuro que había visto en toda mi vida y una piel tan pálida que parecía de papel. Junto con su ejército entraron tranquilamente en el complejo y se acomodaron en un medio círculo cerca de la entrada. Ella, que debería ser la líder, en el centro.

-Mi nombre es Alanna- se presentó - y soy hija de Morgana.- Todos la veían incrédulos. Nadie sabía de la existencia de aquella supuesta hija, de hecho Morgana había estado cautiva desde hace siglos, ella no podía ser su hija.

El entrenador Evans dio un paso al frente.

.¡Eso es imposible!- dijo uno - ¡Morgana nunca tuvo una hija!- la chica no parecía sorprendida ante esta acusación así que sólo miro al hombre y este al instante se arqueo recibiendo un espasmo de dolor. El ambiente se tensó e incluso algunos soldados se miraron aterrados, si la chica es capaz de eso con sólo mirar a las personas, ¿Qué más podrá hacer?

-¡Déjalo!- no supe en que momento me moví pero ahora me encontraba frente a frente con la chica.

- Perdona... ¿Qué has dicho?- Ella desvió la mirada un instante del entrenador y el cuerpo de este al instante se relajó. Me miraba con tanta superioridad que eso sólo provoco que mi ira aumentara.

- Eh dicho, déjalo -por la expresión en su rostro me di cuenta de que no estaba acostumbrada a qué la gente la retara. Voltee rápido y me di cuenta de que la gente ya se había arremolinado alrededor del pobre hombre y ahora lo ayudaba, parecía que en ese breve momento toda su energía se había esfumado. Ahora parecía totalmente agotado y se le dificultaba estar de pie.

- A mí nadie me habla así- y con un breve movimiento de su mano me hizo estrellar contra un árbol.

Me levante de un salto y volví a caminar hacia ella ahora más decidida que nunca.

-Debo admitir que eres testaruda- dijo con una sonrisa torcida- Eso es admirable y algo estúpido. - Estuve a punto de borrarle la sonrisa de la cara cuando la gente comenzó a moverse para abrir paso a la señora West.

Ella era la encargada del campamento, se podría decir que era como "la directora".

-¿Qué quieres jovencita?- la expresión de la señora era tranquila y casi no se notaba lo demacrada que estaba por la edad.

-Planeo liberar a mi madre, y para eso necesito algo de ustedes, - nos sentenció. - Quiero al Fénix- El semblante de la mujer se tensó y ya no parecía tan tranquila como hace unos segundos, ¿por qué? ¿qué era el Fénix?

-No sé de qué hablas - A pesar de que parecía de que trataba controlar sus nervios parecía perturbada por la pregunta.

-No te hagas anciana, sabes muy bien de lo que estoy hablando- Nadie de los demás se atrevía a decir algo, solo observábamos - Sé que está aquí, lo puedo sentir, además este es el único campamento que queda- Esto último sonó como si tratara de convencerse a sí misma. - Cómo sea, ¡Escúchenme bien! ¡Voy a volver en 15 días, y quiero que cuando vuelva me entreguen al fénix, de lo contrario desataré una guerra de la cual les aseguro, nadie sobrevivirá...!- Un creciente susurro se extendió por todos los presentes. La chica sin decir más se fue con un aire victorioso y junto con su ejército desapareció.



~Los elegidos~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora