Prólogo

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Hagamos esto una vez más :D

Una nueva historia que prometo terminar esta vez, gracias a quienes se queden a disfrutar esta historia que una vez más me he inspirado y motivado a compartir con ustedes. 

¡Gracias por leer! 


La ciudad estaba en vuelta por la noche acompañada de enormes nubes cargadas de furia que los rayos y truenos transmitían a la ciudad.

La lluvia que caía por las calles y edificios eran veloz y agresiva, no había calor que existiera de algún suéter o abrigo, ni un paraguas podías fiarte esa noche.

En una retirada casona hacia el comienzo del bosque, un auto aparcó frente a esta de un freno que rechinó las llantas.

La puerta se abrió para dejar salir a un hombre herido que intentaba detener con su mano la sangre que resbalaba por un costado de su abdomen.

Salió de este y la lluvia lo empapó de en unos segundos.

El agua estaba helada y el viento de la noche era para acalambrarle los huesos, pero él no lo sentía, desde hacía muchos años que no lo sentía.

Se apresuró a llegar a su puerta, necesitaba sacarla de aquí cuanto antes, pero toda esperanza de escape se esfumó cuando miró la puerta abierta de su hogar.

-No, por favor...-Murmuró con dolor.

Entró empujando la puerta con la poca fuerza que le quedaba de su brazo.

-¡Tooth! ¡Toothiana! -Gritó por su hogar.

Miró hecho un desorden la cocina, los cuchillos estaban tirados de su base de madera y regados por el suelo.

Prosiguió a los escalones para pasar a su sala y se detuvo cuando miró manchas rojizas.

Ese color era único, era el más asombroso y horroroso color que pudiera existir. Sangre.

Desde hace unas horas antes creía que su corazón estaba a punto de apagarse, pero ahora estaba más veloz que antes cuando comenzó a subir con desesperación las escaleras.

Miró las habitaciones del piso de arriba e igual eran un desorden.

Caminó a su habitación sin encontrarla, hasta que cruzó la puerta de aquella otra habitación destinada a ser una familia.

Ahí la encontró.

Tumbada en el suelo con la mirada en el vacío de sus ojos abiertos después de haber perdido la vida.

El rostro de Jack comenzó a gesticular dolor cuando se dejó caer de rodillas para tomar el cuerpo de su mujer.

-No, no, no -Sollozó.

Dejó de cubrirse la herida por tomar su rostro con una mano y la otra en su vientre.

El vientre que cargaba con su hijo de 6 meses. Ahora estaba asesinado por causas de perforaciones y de aberturas de dagas y navajas.

Lloró contra su cuello, rogando que todo fuera una pesadilla, una ilusión.

Deseando haber estado ahí para cuidarla, o haber dejado el trabajo atrás, pero no fue así.

Fue la noche que cerró trabajos y caminos arriesgados, viviendo para él mismo la vida fría y culpable que cargaba.

Esa noche, Jack Frost creyó dejar todo atrás, sus armas y sobre todo sus poderes.

Eso creyó.



Escapando del pasado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora