- Si Steven, muchas gracias por recomendarme de verdad que siempre te lo agradeceré - decía Jorge a través de la línea.
- No tienes nada que agradecerme amigo, sé la capacidad que tienes como profesor y también sé cuánto amas tu trabajo.
- El directo fue muy amable y muy atento, espero que me pueda dar la oportunidad.
- Espero sea así Jorge, ten mucha suerte y cualquier cosa ya sabes que aquí estoy.
- Lo mismo te digo amigo, yo te mantengo al tanto.
- Nos vemos.
Jorge no pudo dormir esa noche porque sentía muchos nervios porque no sabía que pasaría el día siguiente.
...
Dieron el timbre de receso y Silvia estaba comprando sus alimentos para desayunar cuando se encuentra con aquel profesor.
- Parece que ahora lo veré diario, ¿no?
- Esperemos que sea así.
- Noo, que flojera - dice riéndose.
- Bueno, gracias por lo que me toca.
- ¿Si sabe dónde está la dirección o quiere que lo lleve de la mano?
- No se preocupe Silvia, si recuerdo como llegar.
- Anda, recuerda mi nombre pero yo ni siquiera le he preguntado el suyo.
- Soy Jorge.
- Ok - y se mueve para irse a sentar -
- ¿Va a desayunar?
- Si sus ojos no le fallan creo que está en lo correcto.
- ¿Cree que la pueda acompañar? - soltó Jorge sin pensar su pregunta que inmediatamente se arrepentió.
- Mmm, no lo veo correcto.
- Una disculpa, tienes razón.
No es que Silvia no quisiera compartir su desayuno, pero ¿por qué con un profesor?, ¿de qué estaría hablando todo el rato?, obvio de matemáticas.
- No, discúlpame a mí... Claro que puede sentarse, sólo que tiene que ir por su comida porque yo tengo mucha hambre y apenas me llenaré - ríe -
- ríe ante aquel comentario - Claro, enseguida vuelvo.
Jorge con sus nervios y ella tan tranquila hacían que pasaran mil cosas por la mente de aquel profesor, no sabía como comportarse, ni que decir.
Fue un poco incómodo el inicio de conversación pero Silvia decidió romper el silencio.- ¿Hace cuántos años es profesor?
- Hace 9 años - le sonríe -
- ¿Cómo puede alguien estudiar matemáticas durante 9 años y no quererse matar?
- Depende a la persona, ¿a usted le gustan?
- ¿Los chicos?, me encantan, sólo que no hay muchos que sean mi tipo.
- ríe - No, me refiero a las matemáticas.
- Definitivamente no, mi cabeza no me da para eso... Tantos números hace que me ponga de mal humor.
- Yo le puedo enseñar... - soltó una vez más sin pensar -
- No, muchas gracias...
- Bueno, la propuesta está ahí para cuando la necesite y más cuando tenga que hacer exámenes.
- No será necesario, yo estoy preparada desde que nací. Mi tinmarin nunca falla.
- Pero si eso es de niños pequeños, pero la entiendo. - se empezó a reir por su inmadurez -
- Bueno, lo puedo pensar.
- Está bien.
Terminaron de desayunar y Jorge fue a dirección para aclarar todo con el director.
- Como le explico, nos vendría muy bien que usted tome el puesto de profesor de matemáticas.
- ¿De verdad?, ¿y qué hay del otro profesor?
- Bueno, el profesor Fernando tiene dos licenciaturas entonces su otra profesión nos sirve para otra de las materias, por lo tanto ambos tienen un trabajo aquí.
- Me alegro mucho de verdad, le aseguro que no le voy a fallar.
- Estoy seguro de que será así.
- ¿Cuándo podría empezar?
- Si usted está preparado, mañana mismo.
Estaban todos los alumnos saliendo de sus clases para ya irse a sus casas y está vez fue Silvia quien estaba buscándolo a él.
- Señor Jorge.
- ¿Si, señorita?
- Aceptaré.
Jorge se quedó callado porque de tanta emoción que sentía no sabía ni de lo que habían hablado.
- Volteó los ojos y le dice nuevamente - Aceptaré que me ayude con las clases.
- Me parece perfecto, ¿dónde le gustaría que empezaramos?
- Si no le molesta en mi casa estaría bien, esta es mi dirección - le da un papelito - Jorge se quedó pensativo ante aquella situación - No se preocupe no estoy sola en casa, hay una señora que me ayuda.
- Entonces me parece muy bien.
- ¿Le parece bien a las 5 de la tarde?
- Claro, nos vemos a esa hora.
Jorge fue a su casa muy nervioso, no sabía si era correcto involucrarse de esa manera con su futura alumna, pero igual si nadie se enterara no iba a pasar nada. Total, sólo serían profesor y alumna.
Llegó la hora y Jorge como siempre puntual tocó el timbre de esa casa tan bonita.
Al abrise la puerta vio a aquella chica con ropa casual y sus piernas temblaron porque esta vez no pudo controlar sus nervios.