Como pudo, aclaró su garganta y la saludó.
- Buenas tardes, señorita.
- Buenas tardes, profesor.
- ¿Puedo pasar o estudiamos acá afuera? - ríe -
- Mm si claro, pase.
- ¿Dónde estudiamos?
- Es el despacho, está bien.
Silvia se dirigió hacía allá y Jorge iba detrás de ella.
Aquel despacho era digno de cualquier empresario, tenía una casa muy bonita.- Bueno, nos podemos poner acá. Aquí tengo un pizarrón que nos puede servir.
- Perfecto, ¿con qué podemos empezar?
- Desde el principio, no es broma que no se me daban... De verdad no sé nada - dice con un tono angustiante.
- Comprendo, empecemos...
Pasó una hora y antes varias distracciones de Silvia por su teléfono, Jorge por primera vez llamó su atención.
- Y es de esta manera que puede resolverlo más fácilmente - y al voltear su cara hacía ella, una vez más estaba con el celular - Silvia, ponga atención.
- Ah si disculpe, ¿qué decía?
- Deme eso - le quita el celular de las manos -
- Es que me aburro, no entiendo nada - le contesta triste.
- Es que no pone atención, le explicaré de nuevo.
- ¿Sabe qué?, voy por unos jugos.
- Estamos estudiando, Silvia.
- Descansemos un poco, ¿si? - mientras le hacía un puchero el cual le parecía a Jorge le parecía tiernl y no pudo decir que no.
- Está bien - suspiró -
Silvia va hacía la cocina y le dice a Martha, la señora que la ayuda en casa si le puede servir dos vasos con jugo y se los lleve al despacho.
Pero cuando Martha iba entrando, Jorge había querido salir al baño y lamentablemente toparon. La camisa de Jorge se llenó completamente de aquel líquido naranja.
- Una disculpa señor, no lo vi.
- No se preocupe, fue un accidente.
- Déjeme ayudarlo - fue a la cocina por trapos para secarse.
- Tranquila, no pasa nada.
Martha se fue preocupada a la cocina, después volvió a limpiar el piso y Silvia trató de ayudar a Jorge.
- Tu camisa es un desastre.
- Lo sé.
- Si quiere puedo prestarle una de las camisas que tengo arriba, no vaya a resfiarse y ahora si me sentiré culpable.
- Está bien.
Silvia fue al antiguo cuarto de su padre y sacó una camisa de las que el usaba y bajó inmediatamente. Al abrir la puerta del despacho se encontró con aquella imagen de un hombre con una espalda bien marcada, unas hombros y brazos gruesos y ante aquella situación quedó sin palabras.
Cancela, cancela, cancela tus pensamientos Silvia. - de decía ella misma en su mente -
- toce - póngase esto.
- Disculpa que me vea así, tenía que quitarmela.
- No se preocupe, si quiere vaya al baño y allá termina de limpiarse - tratando de no mirarlo -