Capítulo 32

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Anastasia


—Christian. —Le hablo para que se tranquilice.

—No tienes nada que hacer aquí. Todo esto es tu culpa —gruñe. Puedo sentir su cuerpo hervir por la ira.

—No vine a hablar contigo —dice Elliot sin mirarlo, centrando por completo su mirada en mí—.  Estoy aquí para hablar con Anastasia. —Sus ojos tiene esa capa de tristeza muy visible. 

La está pasando mal. 

—Me importa una mierda, Elliot. Mi mujer no tiene nada que hablar contigo. —Lo fulmina con la mirada.

—Christian, déjame hablar con él —le digo suave para que no entre en uno de sus arranques de celos y descontrol. 

Vuelve la mirada hacia mí y frunce el ceño.

—Nena, no tienes porque hacerlo —dice y puedo ver enojo en su mirada.

—Permíteme cerrar esta página, amor. —Suspira y suaviza su mirada para luego besar el dorso de mi mano. 

—Esta bien. —Deja un casto beso en mis labios. —Estaré afuera. —Se dirige a la salida. Mira con dureza a Elliot al pasar y detenerse. —Le tocas un solo vello y te parto nuevamente la cara. —Elliot lo mira de la misma forma. 

Christian sale a regañadientes dejándome con su hermano. No entiendo el porqué de su visita, pero hay algo dentro de mi que no me permite ser irracional y mandarlo a la mierda. Su mirada es débil, juraría que hay dolor en su profundidad. Un dolor que en el fondo me conmueve. Me vuelvo dócil al ver a una persona sufrir por cualquier motivo.

—Anastasia. —Está nervioso. Pasa su mano por su cabello. —Se que no merezco esto, pero, quiero pedirte perdón —dice en un susurro débil.

—No sé que decirte, Elliot. Me faltaste el respeto, me trataste como a una cualquiera y para terminar mira el final de todo eso. —Me mantengo serena, sin un motivo real para alterarme. 

—Lo sé, Anastasia y creeme que me siento como un imbécil por lo que te hice. En ese momento no pensé, me gustaste desde el primer momento en que te vi. Eres muy hermosa, cualquier hombre caería rendido a tus pies solo con mirarte. —Veo sinceridad en sus ojos y eso me desarma.

—Elliot. —Se acerca y toma mis manos. No me alejo, su lado tierno me conmueve. —Te entiendo más de lo que crees. Me enamore de Christian desde la primera vez que lo vi, fue inevitable. —Sonrío al recordar aquel día. 

—¿Sabes? Se siente extraño. Estaba acostumbrado a utilizar las mujeres para mi placer, y ahora mírame. Enamorado de la mujer de mi hermano. —Abro los ojos como platos. —Si, Anastasia. Te amo. —Sonríe con tristeza. 

¿Esto es enserio? 

Pero si kate lo adora. 

—Se que ahí afuera está esa mujer que daría la vida por ti. Que te ama sin límites. 

Se encoge de hombros. 

—Quizás este, pero a quien amo es a ti. —Se inclina para besarme. Quedo congelada al presentir lo que hará. No, no, no. Como si me escuchara dirige sus labios a mi frente. —De corazón deseo que seas feliz con mi hermano —dice y se va.

¿En qué momento todo esto cambió? 

¿Elliot me ama?

¿Será cierto?

¡Dios!

Lo último que quería es ocasionar discordia entre dos hermanos. Me siento miserable por ocasionarle problemas a una familia tan unida como lo son los Grey.

Estoy sumida en mis pensamientos cuando entra Christian con una bandeja de comida.

—Su desayuno, señorita Steele - sonríe.

Amo esa sonrisa. 

—Gracias, señor Grey. —Devuelvo la sonrisa. 

Se sienta en la silla junto a la cama a verme comer. La verdad es que tenia muchísima hambre. Meto en mi boca las frutas con ansias. Como si no hubiese comido en miles de años. 

Lo miro y quedo perpleja.

—¿Qué? —Le pregunto. 

Tiene la mirada fija en mí y una sonrisa exclusiva Christian Grey.

—Me encanta verte comer —dice con dulzura.

—No entiendo porque. —Siento mis mejillas que arden.

—Quizás porque te ves más hermosa cuando lo haces. Es fascinante. —Sus ojos adquieren un brillo que me retiene a ellos. 

—Christian. —Se inclina dejando un suave y prolongado beso en mis labios que me sabe a poco. 

—Está bien —susurra sobre mis labios. —Saldré por la tarde. Hay una firma de contrato que no puedo cancelar. Prometo no tardar. —Sus labios hacen un tierno puchero que beso. 

—Estaré bien, puedes irte tranquilo —aseguro. Ahora que lo pienso—. ¿Quíen se está encargando de la empresa? 

—Ross. —Ladeo la cabeza. 

—¿Confías mucho en ella?

—Si. Ha estado conmigo desde que fundé mi empresa. Más que empleada es mi amiga. Digamos que es la única que me dice lo idiota que soy muchas veces. —Tuerce sus labios en un gesto gracioso. — bueno, casi siempre. Estallamos ambos en una carcajada.

La mañana se pasa tranquila. Me actualiza sobre los últimos acontecimientos de estos días, uno que otro comentario que nos provoca risa y así permanecemos hasta que se tiene que ir. La opresión que siento en mi pecho al ver que se va es inquietante. Ese afán de estar con él a cada segundo me preocupa. Me he vuelto dependiente de él, de su olor, sus caricias y besos. Me ha hechizado a tal grado que no consigo estar bien si no está a mi lado.

Estar aquí es aburrido. He logrado hablar con Kate, mamá, quien se puso eufórica y me confirmó que apenas se desocupe de cosas importantes de su empresa vendrá a visitarme. También hable con papa y fue otra reprimenda. Afirmo venir con mamá. 

Todavía no he reunido el valor para hablar con Mía. Su actitud al saber de mi relación con Christian me enojo. Creí que tendría el apoyo incondicional de ella y Kate como mis amigas, pero al parecer me equivoque.

Fue una gran sorpresa la confesión de Elliot, pensé que su actuar era para una relación pasajeras. Su fama lo presidía como el sexy, guapo y mujeriego Elliot Grey. Nunca pensé que me saldría con semejante noticia y más que todo luego del espectáculo que se desató en la casa de sus padres. Que me deseara suerte con Christian me inquieta. He escuchado que a los amigos se les tiene cerca, pero que a los enemigos mucho más, entonces he aquí donde comprendo que en estos momentos no somos ni uno, ni lo otro.

Me siento culpable al crear discordia en una familia donde reinaba la paz y la armonía. el aire que se esparce por las paredes de esa casa es relajante, tranquilo, sereno, es simplemente único y especial. Es como si cada grano de amor se extendiera por toda la casa, esa misma casa donde en estos momentos debe de haber llanto, rencor y un ambiente tenso que me llena de culpa.

Estoy tan sumida en mis pensamientos cuando me interrumpe el sonido de la puerta al abrirse. Mis ojos se abren como plato a tal punto de querer salirse de mi rostro. Esto no puede ser. Debo de estar soñando...

—Hola, Anastasia...

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Marly Castro

Una historia sin fin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora