Capítulo 25

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Christian


—Ahora si eres mía —le digo dejando un beso en su cabello.

—Siempre he sido tuya —susurra con voz dulce. 

—Me refiero a un papel de vida. Alguien con un título formal que te excluye de haber sido mi amante. —Sonrío.   

—Entonces si soy tuya —Musita correspondiendo mi sonrisa. 

—Completamente mía. —Beso castamente sus labios. 

Sabía que el reservado no sería lugar para cerrar el trato que necesitaba. Había pensado en llevarla a mi yate y alejarnos de tierra para obtener un resultado más favorable, pero no quise tentar al destino y su manía de torcer las cosas. El tema a tratar era delicado y ya bastante tenía con la intromisión de Elena. Temía que huyese una vez le contara la verdad, pero al parecer pesa más nuestro amor que un pasado plagado de sombras. 

A pesar de saber que es mi novia no estoy tranquilo. No lo he dicho lo peor de mis mierdas, por momentos lo pensé, luego analice que si Ana sabe el origen de todo lo que hacía, no me lo perdonaría nunca. Se que estuvo mal, se que igual le sigo mintiendo, pero no puedo, el solo hecho de pensar en perderla nuevamente me aterra, no puedo perderla.

La noche transcurre y me siento relajado, feliz. Estamos agotados en completo silencio, pero un silencio para nada molesto. Es obvio ya que no siento el peso de mi estilo de vida encima. Ella está consciente de quien fui, y aunque falta mucho por conocer, está aquí dejándome claro que me ama sin importar nada. 

—¿Me dirás lo que hablaste con mi padre? —pregunta ansiosa.

—Nada que desconozcas —digo cortante. 

No es agradable decir que su papá me amenazo prácticamente con matarme si le hago sufrir.

—Prometiste decirme —dice frunciendo el ceño—. Dime, por favor. 

Suspiro resignado.

—Hablamos de ti y de mi. Dijo que sufriste en el pasado y que se ha encargado de alejar a todos los hombres que se han interesado en ti. —Pensar en cómo los hombres se la comen con la mirada me enfurece. —Bueno, con la diferencia que a mi prácticamente me dio su permiso para estar contigo.—Beso su frente. —Luego de advertirme que no la cague. Ah, y que no te deje marcas en el cuello —musito eso último con vergüenza. 

Sonríe ampliamente. 

—Esta celoso. —Sonríe. Frunzo el ceño. Sé que lo considera su padre, pero no me fio ni de mi sombra. —Y parece que tú también. —Se burla. 

Entrecierro los ojos. 

—No me tientes, nena —musito en tono travieso. 

Es increible como deseo poseerla a cada momento. 

—Por hoy nada, señor Grey. Tengo una conversación pendiente con mi padre. —Se pone de pie dejándome una increíble vista de su cuerpo desnudo, para luego buscar su ropa sin lograr encontrarla. 

—Compré ropa para tí, está en mi armario. —Se acerca, inclina y deja un beso en mis labios.

—Gracias, amor.  —Mi pecho se agita al escuchar aquellas palabras de sus dulces labios. 

Una historia sin fin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora