CHRISTIAN
Se fue... Anastasia se fue y pensando lo peor de mi.
¿No lo soy?
No me permitió explicarle. Mis peores temores se hicieron realidad, ella cree que soy ese monstruo que seguramente su mente le dictó. Sabía que éste día llegaría y como un maldito imbécil jugué a ceder. Nunca debí darle esperanzas...
—Christian cariño. —Vuelvo la mirada hacia Elena para verla con una sonrisa como si disfrutara de un buen chiste.
Ella es la maldita culpable de todo esto. La trató como a una más sabiendo perfectamente que por ella quiero renuncia a ese jodido mundo de oscuridad.
Mi ira crece y la descargo con la culpable de todo.
—Elena vete. —Frunce el ceño.
—Christia.. —No la dejo que siga.
—¡Que te largues! —le grito furioso.
Era yo quien debía haberle dicho de mi pasado.
—¿Qué te pasa? No tienes porque gritarme —dice de esa manera dominante que ahora me parece insignificante.
Cinco putos años y todavía no entiende que ya no soy ese joven rebelde que se dejaba dominar por ella. Ese idiota al que le pegaba y hacía con él lo que le daba la gana. No entiende aún que ya no es nadie en mi miserable vida.
—Te dije que te largues, Elena. Te quiero fuera de mi vida. No te quiero ver nuevamente en mi casa, y los asuntos de negocios los trataras de ahora en adelante con mis abogados. —Abre los ojos como platos. —Te quiero lejos de mi vista —digo conteniendome para no sacarla a rastras de mi casa.
—No sé que te hizo esa niña para que me trates así, pero cuando estés más calmado hablamos. Hasta luego cariño —dice y se acerca para darme un beso en la mejilla. Doy dos pasos atrás, me observa y se va.
Recargo mi cuerpo en el sofá y llevo mis manos a la cabeza.
¿En qué momento Anastasia se metió bajo mi piel?
El vacío que se ha instalado en mi pecho es agobiante. El temor por perderla es angustiante. Se ha plantado en mi vida como si fuese indispensable. Su mirada cargada de tristeza y decepción fue como si me dieran un golpe al estómago y evaporara por completo el aire de mi sistema.
Nunca debí ocultarle la verdad.
No puedo negar que la quise como mi sumisa. Desde que mis ojos la vieron la desee en mi cuarto de juegos atada y completamente a mi disposición. Era perfecta, y lo sigue siendo, pero imaginar marcar su cuerpo o infringir algún tipo de dolor me aterró y fue algo completamente nuevo. El deseo sexual que ella despertó desde la primera vez que la vi, fue impresionante. La desee como a ninguna mujer y estoy seguro que eso influenció en mi sentir. Su presencia imponía una paz que nunca conocí y creí haber encontrado en el sadomasoquismo, saciaba gran parte de esa obsesión desmedida que por semanas tuve que controlar.
La primera vez que toque sus labios sentí que la necesitaba para poder sobrevivir. Su piel fresca y su olor me relajaban aun en mis momentos de estrés. Es imposible detenerme cuando la tengo en mis brazos, y esa corriente eléctrica que va en ascenso cada vez que estamos juntos es increíble. El saber que fui su primer hombre me hizo sentir dichoso. Saber que me deseaba a tal punto de entregarme su virtud me hacía sentir extasiado. Cada beso, caricia, cada palabra que salía de su deliciosa boca me hacía sentir lleno. Ella me hace sentir pleno, algo que nunca había sentido.
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Una historia sin fin.
أدب الهواةAnastasia Steele una joven de 17 años que tenía una vida perfecta en Colombia. Por negocios ilícitos en los que se introdujo su padrastro, Michael Thompson, tuvo que abandonar su vida y mudarse a Seattle, donde adaptarse le costará 2 largos años, ad...