Anastasia
Mi cuerpo experimenta cada una de las sensaciones que despierta en mí.
—¿Pasa algo? —pregunta Héctor preocupado seguramente por mi estado. Observo su acompañante y reprimo un jadeo que amenazaba con salir. Aquella mujer que tanto daño le causó, que formó de manera minuciosa al monstruo que vivió dentro él y que daño por completo cualquiera esperanza de un futuro familiar, se encuentra junto a él sosteniendo su mano.
¡Elena!
Una angustia se instala en mi estómago provocando nauseas que logro controlar. Trago saliva con dificultad al ver como desvía la mirada de una manera fría y distante.
—Estoy bien —susurro con la voz entrecortada.
Sonrío sin querer ya que el rostro de mi padre muestra preocupación. Su mirada busca aquel punto donde me concentré y su mandíbula se contrae. Su mirada oscura vuelve a mi y con un leve asentimiento de cabeza me tranquiliza; Puedo leer claramente su gesto. Esa mirada cálida me indica que todo estará bien, y yo misma entiendo que puedo con esto. Este dolor es pasajero y será un mal recuerdo una vez olvide lo que en este momento me causa dolor.
Tomamos asiento volviendo al tema principal de la cena. Por más que lo intento no dejo de evitar mirarlo. Su postura firme y autoritaria lo hace lucir hermoso y sensual. Christian posee ese toque de chico americano irresistible. Es imposible no observarlo y desearlo, posee todo lo que una mujer desearía de un hombre.
—A ver Anastasia. —Héctor toma mi mano que se encuentra sobre la mesa. Frunzo el ceño alarmada ante su gesto. Inclina su cuerpo hasta quedar a centímetros del mío. —Por alguna razón siento que tengo en mi frente un punto rojo. —Giró mi rostro hacia el suyo. Sus labios poseen una sonrisa radiante, pero con un toque de burla.
—No te entiendo. —Intento quitar mi mano, pero él me lo impide. Observo brevemente a los presentes y todos están absortos en sus propios temas a excepción de Henry que ha permanecido en su teléfono.
—El hombre de aquella mesa ha permanecido toda la noche fulminandome con la mirada. —Mi pecho martillea. —Deduzco que la razón eres tú, ya que tu rostro fue un poema al verlo. —Busco con la mirada a Christian y me sorprendo al verlo totalmente sólo. Su mirada está puesta en nosotros mientras habla por teléfono claramente furioso. —¿Me dirás quién es o saco mis conclusiones? —Asiento triste.
—Es el hombre que amo —digo sin titubear.
Observo sus hermosos ojos verdes, arquea una ceja de manera tierna.
—Eso ya lo sé, preciosa. —Acaricia con ternura mi mejilla. Su actitud me descoloca. Se comporta como si fuese algo mío y la verdad ya empiezo a irritarme. —Se nota en tu mirada el brillo del amor. No has dejado de verlo desde que llegaste y el a tí. Sin ser conscientes han creado una burbuja de amor excluyendo a todos. Ni siquiera vio cuando la señora que estaba con él se fue. Pobre de su madre, se fue muy enojada. —Su comentario hace que sonría ampliamente.
—No es su madre —digo aún sonriendo—. Es... —Las palabras quedan atascadas en mi boca. ¿Cómo lo explico? Aunque ya no estoy con él su secreto es parte de los dos y jamás rompería esa promesa. —Es su tía —miento.
Asiente lentamente quizás sopesando mis palabras.
—¡En fin! Creo que me he ganado el odio de tu hombre. —Su tono de voz ha cambiado. —La tristeza en tus ojos es profunda, puedo medir tu dolor Anastasia y créeme no me gusta. Cuando te vi, te admire sin pudor ya que posees un aura de inocencia y ternura muy fuerte y atrayente. —Mis ojos se empañan. —No llores, pequeña. Solo quiero entiendas que ese hombre siente lo mismo por ti, sino no se estaría muriendo de celos por verme junto a la mujer que ama. —Mi corazón inicia su latir errático al escuchar sus palabras. Aún guardo fielmente en mi interior la esperanza de estar junto a él, de volver a estar en sus brazos y sentir el dulce sabor de sus labios.
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Una historia sin fin.
FanfictionAnastasia Steele una joven de 17 años que tenía una vida perfecta en Colombia. Por negocios ilícitos en los que se introdujo su padrastro, Michael Thompson, tuvo que abandonar su vida y mudarse a Seattle, donde adaptarse le costará 2 largos años, ad...