Capítulo 31

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Christian

Dos largos días han pasado y mi nena aun no despierta. Según los doctores hay que esperar, cuando esté en condiciones para despertar lo hará, pero es frustrante no poder ver esos hermosos ojos. Es difícil verla en esa cama y sentirme impotente por no hacer nada para que despierte. 

¿De qué vale tener tanto dinero si no puedo hacer nada para que mi nenadespierte?


—Grey —contesto. 

—Ross. —Bufo exasperado.

Lo que menos quiero es saber de trabajo.  

—¿Qué es tan importante para que me interrumpas tan temprano? —pregunto irritado.

—Hola, Christian. Sí, estoy bien. Me alegro que tu igual... —La interrumpio.

—Ya entendí. ¿Qué sucede? —pregunto nuevamente, ya más calmado. 

—Se nos escapa SIP. Quieren que estés presente en la junta de esta tarde o suspenden la negociación —dice preocupada.

—¿A qué hora? —suspiro resignado.

—Dos de la tarde. 

—Estaré presente, confirma. ¿Algo más?

—Solo eso —dice con voz cansada.

—Nos vemos en la tarde —digo y cuelgo.


Joder. 

Tenía que ser precisamente ahora. No quiero despegarme ni un segundo de mi nena y quiero estar presente cuando despierte.

—El doctor me ha dicho que puedes escucharme. Por favor, nena, despierta. No sabes cuanto te necesito. Nadie tiene sentido si no reaccionas. Necesito escucharte, ver tus ojos, que me hables, que me vuelvas a mostrar lo ingeniosa que eres. —Acaricio su mano. —Te amo, nena. Quiero que despiertes y poder pasar el resto de nuestros días juntos. Te has vuelto esa parte indispensable de mi vida e imaginar perderte me mata en vida. Hablame, pequeña. Me estoy volviendo loco por no escuchar tu dulce voz. —Dejo varios besos en su mano. 

—¿Te alegraría saber que siento lo mismo? —Levanto la mirada abruptamente. 

Sus ojos me miran con ternura, mientras sus labios luchan con un amago de sonrisa. 

—¡Ana! —Me pongo de pie como un resorte y sin pensarlo la atraigo a mis brazos. —Mi amor, despertaste. —Absorbo una bocanada gigantesca de su aroma sintiendo como mi cuerpo pierde el peso que se había impuesto sobre mí estos días.   

—M-me...aprietas muy... fuerte —dice entrecortada.

—Lo siento, princesa.—Dejo un tierno y a la vez desesperado beso en sus labios que hace estallar miles de sensaciones en mi cuerpo al ser correspondido. 

Una historia sin fin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora