Capítulo 24

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Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, yo solo me adjudico la historia, prohibida su publicación en otros sitios sin mi consentimiento.

—Bella, escúchame por favor. Es Edward... Te ruego que no vengas, no lo llames por favor. Si lo haces todo será peor.

Seguí con el teléfono en mi oído, escuchando el sonido irritante que me indicaba que la llamada se había acabado. No podía asimilar nada de lo que pasaba a mí alrededor.

Por favor, Bella. Hazlo por el amor que le tiene una madre a su hijo. Por favor, Bella.

Sorbí y el llanto volvió a explotar. Algo demasiado grande había pasado para que Esme me rogara que no estuviera en contacto con él. Pero esta incertidumbre me estaba matando. Quería saber que había pasado con Edward, no me importaba cruzar el Atlántico a nado para saber de él si nadie se dignaba a darme noticias de lo que había pasado.

La culpa volvió a mí, si tan solo hubiera contestado uno de sus mensajes nada de esto hubiera pasado; incluso tal vez estuviéramos juntos de nuevo. Edward, esperaba que no hubiera hecho ninguna locura porque no me lo iba a perdonar a mí misma.

—Bella ¿Estás bien? —Alice asomo por la puerta de mi habitación — ¡Diablos! ¿Qué sucedió?

No sabía cuál era mi aspecto pero Alice entro asustada al cuarto y se sentó a mi lado. Limpie las lágrimas que seguían saliendo silenciosamente.

—No lo sé, todo el mundo me lo está ocultando. —Mi barbilla volvió a temblar.

—Cariño, cálmate. Encontraremos una solución ¿Tiene que ver con Edward? —Asentí— ¿Has intentado llamarle?

Mordí mi labio inferior tratando de contener las lágrimas. Suspire y le conté todo lo que había pasado desde que vi el correo hasta el momento en que Esme me llamo.

— ¿Tu crees que haya intentando hacerse daño? —Alice tenía su mano entrelazada a la mía.

—No lo sé, nadie me dice nada. Me quieren mantener en la ignorancia, para protegerme, pero la incertidumbre, saber que tal vez yo tuve la culpa, solo logra que muera de angustia poco a poco.

—Oye escúchame, cada quien escoge su destino y cómo afrontar los retos de la vida. No podemos culpar a otros por las decisiones que tomamos. Edward es un hombre adulto, no necesita que nadie lo cuide. Mira, lo bueno es que está bien.

— ¿Y si no lo está? Alice soy capaz de cruzar el Atlántico a nado solo para asegurarme que está bien, no importa si no podemos estar juntos nunca más. Solo quiero saber que se encuentra en buenas manos.

—Escucha, esta alterada. Deberías descansar un rato y cuando despiertes trataremos de solucionar esto. Hoy no podemos hacer nada, es muy tarde en Estados Unidos. Puedes llamar a tu padre cuando despiertes o a algún amigo cercano a ustedes.

—Ángela —recordé a mi amiga, Ben era uno de los compañeros más cercanos de Edward y tal vez el sabía lo que le había sucedido.

— ¿Ángela?— me pregunto Alice.

—Es una de mis mejores amigas en Seattle. Ella al igual que varios me repitió hasta el cansancio que Edward no me convenía, que nuestra relación no era buena para los dos.

—Entonces ella es tu vía de comunicación para saber de Edward. Ahora descansa, nena. Haz tenido un día muy duro.

Ese día dormí menos de dos horas seguidas. Cuando revise el reloj y me di cuenta que era una hora decente para marcar a mi amiga no dude en tomar el teléfono y marcar el número tan conocido con mis temblorosos dedos. Respire profundo, una parte de mi, la parte cobarde quería mantenerse al margen, no saber que sucedió exactamente. Pero la otra parte de mi quería saber que había pasado con el único hombre que había amado tanto o más que mi padre.

Amor y CelosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora