El día había amanecido algo tibio, demasiado despejado para estar en la antesala del invierno, aún era temprano cuando el sol con sus primeros rayos despertaron a Lance, éste dormía cubierto con un incómodo saco de dormir sobre el techo de un autobús. Al ver el claro panorama, Lance intuyó de inmediato que ese día no iba a cumplir con la norma, sería extraño, probablemente más duro que otros. Es por eso que sin perder más tiempo, convocó a su amigo Pablo a despertar.
Una vez en ruta, con un par de horas de camino a sus espaldas, Lance tomó conciencia respecto a la ausencia de retornados, lo único que habían escuchado desde su prematuro despertar, fue el canto de las aves, que incesantes se comunicaban entre sí, llegando a sonar frenéticas. En otro tiempo, aquél podía haber sido un maravilloso día para hacer senderismo y quizás sentarse con la familia cerca de alguna pradera o en la orilla del río. Sin embargo, la realidad se alejaba mucho de cualquier expectativa optimista por salir a caminar.
Pablo se fijó en el camino, un par de autos yacían abandonados en el asfalto sucio, lleno de hojas y basura que el viento desparramó día trás día, a simple vista parecían en buen estado, aunque claro, dada la distancia podían estarlo o no. A veces pasaba lo mismo con las personas de la ruta, estas parecían vivas, caminaban, comían y se levantaban, pero no eran humanos, al menos ya no, a ellos les llamaba retornados.
Lance miró los automóviles con sospecha, de la misma manera que se había acostumbrado a observar a la gente, que ellas estuviesen vivas no daba crédito a que fueran confiables. En su experiencia, prefería alejarse de todos, menos de Pablo a quién había conocido en ese motel en Loreyville junto a su esposa. Su compañero era algo robusto de cuerpo, tenía una barba gruesa y oscura, con matices canos que se esforzaban por tocar la camisa, probablemente lo conseguiría si es que le seguía creciendo con aquella perseverancia. Pablo era un poco más alto que Lance, también tenía más años, aunque era un hombre amistoso. Para Lance, Pablo era alguien relativamente inocente en muchos sentidos, buena persona para otros, o imbécil para los que acostumbraban a aprovecharse de la gente. En definitiva, era de esos sujetos que jamás perderían la esperanza en retomar la vida justo antes cómo era antes de la última pandemia.
—Deberíamos, ¿no crees? —cuestionó Pablo, al ver que Lance pretendía pasar de largo, haciendo la vista gorda a aquellos vehículos.
—No —dijo Lance—. No se ven como si fuesen a servir. —De inmediato Pablo le miró con reprobación.
—Sé que no van a funcionar, pero quizás alguien dejó alguna cosa interesante en ellos, algo que nos pueda servir, no perdemos nada con revisar —insistió él.
—Tienes razón —contestó Lance, dando pie para que Pablo se acercara a revisar con más confianza. Este caminó al vehículo con cautela, intentó abrirlo pero estaba cerrado, su opción era romper uno de los vidrios a piedrazos pero aquello podría resultar peligroso, ellos evitaban hacer ruido, ya que los reanimados, como eran llamadas las criaturas que habían regresado de la muerte, percibían esos estruendosos sonidos y aparecían con frecuencia, también les llamaban patrulladores, pues tendían a rodear el lugar por el cual andaban, buscando la presa perdida hasta encontrarla o hacerse de otra.
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LA ÚLTIMA PANDEMIA [Libro 1] [COMPLETA]
Science FictionHan pasado casi tres meses desde que el Síndrome Lázaro se manifestó en Adrussia, matando a millones, propiciando la violencia, el caos social, dañando los cimientos físicos y espirituales de la sociedad Adrussa. La vida ahora era distinta, cada de...