Las horas avanzaron de una manera inesperada, cada segundo era una tortura para Aarón, quién ya había imaginado su muerte. A las seis de la tarde, Irma sacó del cajón la famosa escopeta con la cual acostumbraba a cazar junto a sus hijos, a todos aquellos intrusos que osaban escaparse. En el soleado balcón, esperó mientras la brisa fresca ondeaba entre su larga falda.
Ese balcón, provocaba en ella un sentimiento grandioso, desde allí decidía todo, pensaba en todos aquellos que asesinaría, en los perros que comería hoy o mañana. En ese tiempo pensó con detenimiento quién iba a morir hoy, Aarón y Chris concluyó.
—¡Irina, hija! —gritó la anciana, sin darse cuenta que su hija estaba bastante cerca.
—¡Mamá, estoy aquí mismo! —dijo molesta Irina.
—¡Ay, no te había visto niña! —comentó la mujer.
—Ya dígame que quiere ¿Quiere que le ayude a preparar la cena? —preguntó sumisamente la joven.
—No, quiero que le digas a Jeremy que si ya le dejó de doler la cabeza, que comience a matar a los delincuentes de allá abajo —ordenó la mujer mayor.
—Va a entonces matarlo de todas formas, mamá.
—Tenemos que hacerlo, es peligroso, golpeó a tú hermano, dijo que teníamos a la niña y su mamá allá en el gallinero, dijo que no eran personas ¿Qué sabe él de lo que nos ha dolido todo esto? Él jamás vio nuestra historia, no puede juzgarnos si nunca se detuvo a entender todo lo que hemos perdido. Nuestro deber es mirar aquello que podríamos seguir perdiendo si es que él permanece aquí, Aarón debe morir, él y todos esos delincuentes.
Irina le escuchó atentamente, lloró al saber que perdería a Aarón para siempre.
—No llores mi niña, esto pasará también, ten fe en tu alma, en tu destino. Algún día vendrá otro que sí verá lo hermosa que eres, veré tu fuerza y no tendrá miedo de compartir la vida contigo. Eres fuerte, siempre lo has sido y lo seguirás siendo.
—Gracias mamita —pronunció Irina, cediendo ante un abrazo con su madre, que antes esquiva ahora recibía con orgullo, haber logrado que su hija cambiara de parecer respecto el destino de Aarón.
Una hora transcurrió aproximadamente, Aarón miraba sus manos encadenadas, todos los demás guardaban silencio pero sus miradas decían mucho. Chris era el único que oraba con frustración, no quería ser uno de los seleccionados para morir. Pero sus miedos fueron confirmados cuando Jeremy descendió hasta el sótano en compañía de su hermano Bruce.
—Debimos haber escapado cuando pudimos —protestó Lorena.
—No, esto debe resolverse de esta manera —pronunció Lance.
Una vez abajo, los hermanos fueron a por Chris y Aarón, tomaron conciencia que sobre el piso, estaba el manojo de llaves, ambos se cuestionaron mutuamente pero asumieron que fue Irina quién había olvidado allí las llaves.
—Esta tonta olvidó aquí las llaves, que bueno que nuestros huéspedes no se dieron cuenta, o hubiesen escapado sin ser la botana de nuestros perros. Entonces Bruce liberó a Aarón y luego a Chris. La misma Irina ayudó a transportar al psicólogo hasta la jaula, le apuntó con un arma incluso, para que este subiera hasta el techo de la estructura, desde donde pudo ver una especie de escotilla por donde alimentaban a los perros. Supo de inmediato que sería lanzado por allí, desafortunadamente Chris también fue obligado a subir a través de esa precaria escalera, cerca de los hocicos de los perros.
Uno a cada costado de la jaula esperaba el momento de ser empujado por Jeremy, quién ya se preparaba para subir hasta la estructura, sólo esperaba a su hermano.
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LA ÚLTIMA PANDEMIA [Libro 1] [COMPLETA]
Science FictionHan pasado casi tres meses desde que el Síndrome Lázaro se manifestó en Adrussia, matando a millones, propiciando la violencia, el caos social, dañando los cimientos físicos y espirituales de la sociedad Adrussa. La vida ahora era distinta, cada de...