Alice había despertado en un extremo de su carpa, de inmediato pudo escuchar la fibra de la cubierta moverse producto de la brisa que se dejaba sentir a esa hora. Al girar su cuerpo, se encontró con la silueta de Jake, recostada sobre su saco de dormir unos metros más allá. El hombre yacía allí, durmiendo profundamente con su torso y espalda desnuda. El viaje de ayer le había vencido, así que en cuanto se recostó dentro de su saco de dormir se quitó las prendas para estar más cómodo, situación que a Alice le incomodaba, puesto que sus principios y valores tan conservadores continuaban vigentes pese a que para muchos el concepto de Dios se volvió tan esteril como un campo lleno de piedras.
Fueron aquellos valores tan patentes en su conciencia, los que le hicieron huir torpemente del refugio que ambos compartían, encontrándose a unos metros con el nuevo, el famoso Lance, el cuál sin importar la hora temprana aquella, se encontraba cerca del fogón, afilando un cuchillo como si pretendiera de él forjar un espejo nuevo.
—¡Linda mañana!—pronunció Alice, fingiendo la vergüenza que le había hecho huir desde el interior de su carpa.
—¡Buen día! —contestó Lance, interrumpiendo su quehacer de manera momentánea, para luego beber un poco de café que humeaba tímidamente en una taza. Luego de la salutación del hombre, Viviane se asomó por una de las ventanas de la casa rodante, caracterizada por su pelo cano y su distintiva amabilidad.
—Hola, hola, querida —pronunció la mujer mayor.
—Hola, Vivi, ¿tienes un poco de ese maravilloso café que está tomando Lance?—. Alice trataba de sonar motivada, así daba paso desde la incomodidad previa a la normalidad.
—Ay, hijita, por supuesto que sí, tengo un poco más de café adentro por si quieres —ofreció Viviane, para luego desaparecer por una de las ventanas de la casa rodante.
—Ah, Gracias Vivi, iré de inmediato —afirmó Alice, avanzando hacia la casa de la mujer mayor. Lance en cambio, continuaba cerca del fogón, esperando el paso de los minutos.
Alice entonces, se aventuró hasta la casa rodante de Viviane, encontrando a la mujer adentro; ella estaba en medio del orden matutino, acomodando una caja bajo la encimera.
Sobre aquél mueble un álbum de fotos esperaba a ser abierto, instancia que Viviane aprovechó para señalar a su marido fallecido en una de las tantas fotografías dispersas junto al álbum. Antes había contado que su esposo murió hacía un par de años debido a un ataque cardíaco fulminante que le llevó a chocar su vehículo en una ruta peligrosa, fue entonces que Viviane quedó viuda y con el deseo de recorrer más lugares del país hasta que le tocara a ella reencontrarse con su esposo.
—Me pillaste justo aquí, viendo las fotos de mi viejo lindo ¿Ya te la había mostrado, cierto?
—Si, la había visto pero no sabía que tenías todo un álbum —confesó Alice.
—Uy, no voy a tener fotos con todos los años que tengo encima—. Las carcajadas invadieron luego el espacio donde ambas conversaban. Después, Viviane fue en busca del café para Alice y se lo entregó en sus manos.
—¿Dormiste bien anoche, hija? —preguntó la mujer mayor, al ver que Alice entraba con su semblante pálido.
—Bien Vivi, aunque... no sé, quizás estoy loca —La voz de Alice sonó afectada por la incomodidad y el miedo.
—¿Qué pasa? —preguntó Viviane, la actitud de Alice le causaba extrañeza.
—Nada, en verdad no pasa nada, solo son cosas mías, creo que el insomnio me ha estado afectando —respondió la mujer, para luego enmudecer.
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LA ÚLTIMA PANDEMIA [Libro 1] [COMPLETA]
Science FictionHan pasado casi tres meses desde que el Síndrome Lázaro se manifestó en Adrussia, matando a millones, propiciando la violencia, el caos social, dañando los cimientos físicos y espirituales de la sociedad Adrussa. La vida ahora era distinta, cada de...