La oscuridad se había instalado ya en el cielo, cuándo Lance tomó la decisión de salir al frío penetrante que se dejaba sentir en aquél balcón, el mismo a través del cuál escuchaba a los perros quejarse, la sangre en sus cuerpos fue lavada por la lluvia, la naturaleza les había perdonado. Fue en ese instante donde Lance tomó unos breves segundos para pensar en Pablo, Lucas y Simón, nombres de hombres borrados en apariencia pero vigentes aún en su memoria. Mientras recordaba a sus amigos Aarón interrumpió al hombre, tratando de no molestar se acercó dando golpecitos en la ventana para advertir su llegada.
—¿Qué sucede?
—La he limpiado —pronunció Aarón, extendiendo en su mano la escopeta de Irma.
—El arma de la vieja —comentó Lance, con expresión tranquila.
—Así es.
—Si crees que con ella liberaré a esos perros pierdes el tiempo, además con la escopeta es difícil, desde aquí casi no puedo ver la jaula—aseguró Lance.
—Tienes razón, pero no estoy pidiendo que lo hagas ahora, quizás mañana aún no sea tarde y podamos salvar a algunos de esos perros —sostuvo Aarón.
—¿Por qué te importa tanto? ¡Son solo perros!
—Hace unas horas estábamos igual que ellos, encadenados, con frío y hambrientos, ustedes más que yo, pero aun así debemos hacerlo, es lo más humano que podemos hacer.
—Mañana veremos qué sucede —aseguró Lance, entrando hacia el inmueble.
Después de unos minutos Aarón también ingresó a la casa, dejando libre el balcón para que Lorena saliera a fumar, allí en solitario, Elijah le divisó mientras soltaba el humo del tabaco con tranquilidad.
—¿Cómo dijiste que te llamaban? — preguntó Lorena— ¿Elías?
—Elijah...
—Elijah... Es como nombre de mujer ¿no? —comentó la mujer de piel morena en tono bromista.
—Ajá, como digas ¿puedes darme un cigarro? — preguntó el hombre.
—¿Qué me das a cambio? —cuestionó la mujer, devolviendo la pregunta mientras sonreía levantando una ceja.
—Ah, puedes venir con nosotros a nuestro campamento —respondió Elijah, sin mirarle. Ante aquellas palabras la mujer sonrió, sacando de su escote una caja de cigarrillos de veinte unidades
—Aquí tienes, hazlo durar, los cigarros se extinguirán pronto —afirmó la mujer, dejando que Elijah sacase dos cigarros, uno lo ubicó entre su oreja y el cabello, mientras que el otro se lo llevó inmediatamente a la boca.
—Nosotros también, además no puedo fumar en donde vivo —aseguró el hombre, buscando algún encendedor en sus bolsillos.
-¿No? ¿Acaso vives en una gasolinera? — preguntó la mujer.
—Porque mi esposa está embarazada, ella es delicada, por eso cuando queda embarazada debo cuidarla mucho, por suerte hay un médico en el campamento que la ayuda bastante, no sé qué haríamos sin Iker —dijo Elijah, exhalando el humo del cigarro.
—Vaya, vaya, eres valiente para tener un niño ahora —pronunció la mujer examinando a su interlocutor de pies a cabeza.
—Entiendo que es una locura, pero no tengo hijos y ya tengo más de treinta años, quisiera tener algunos —Elijah explicaba sus motivos con esperanza.
—Entiendo, tuve una pequeña niña, no sé dónde está, su padre era del ejército igual que yo, tuve que entregársela para que la cuidara su esposa, fue un tema extraño, pero antes de todo esto recibía una pensión por haberles dado mi hija —dijo Lorena.
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LA ÚLTIMA PANDEMIA [Libro 1] [COMPLETA]
Science FictionHan pasado casi tres meses desde que el Síndrome Lázaro se manifestó en Adrussia, matando a millones, propiciando la violencia, el caos social, dañando los cimientos físicos y espirituales de la sociedad Adrussa. La vida ahora era distinta, cada de...