Una mañana gris y más fría que de costumbre se transformó en un periodo lleno de desazones, al principio, cuando Gabriela coordinaba el arribo de un camión de tamaño medio por una de las entradas de la ciudad universitaria, todo parecía ir perfecto, de hecho, audazmente los colaboradores de la mujer transportaban las cajas de uno en uno, mientras un grupo de centinelas les vigilaba. Fue en ese mismo contexto en el cual Gabriela, tomaría conciencia acerca del desafío que pronto venía para todos quienes resistían en aquella ciudad, único oasis de vida en un mar de muertos.
Entre toda la gente que se encontraba allí, un militar joven que recientemente había ingresado a la ciudad universitaria por el lado occidental, corría esquivando a todos, buscando a Gabriela.
Ella le vio acercarse desde varios metros, llamándole.
—¡Comandante Gabriela!
—¿Qué sucede, Tim?
—Los muertos... —pronunció, jadeando.
—Cállate, sígueme —indicó Gabriela, tratando de que el hombre tuviese unos segundos para respirar. Una vez se alejaron de todos, ambos militares llegaron a una sala en dónde la mujer se dispuso a escuchar.
—Veníamos con un equipo de exploración desde oriente, estábamos a unos tres kilómetros del acceso principal de la ciudad, esa donde está la torre de vidrio grande.
—Esbara —aclaró la mujer.
—¡Sí! ¡Esa! —confirmó el militar entusiasmado.
—Qué pasa con eso... —Gabriela comenzaba a desesperarse.
—Es que... vimos una mancha desde el puesto de vigilancia que teníamos armado, un grupo se acercó rodeando por el acceso principal y se encontró con una horda de infectados, dijeron que eran como siete mil, no está claro todavía —afirmó el hombre. De inmediato cuando la mujer escuchó esas palabras sintió miedo, la piel se le volvió fría.
—¿Crees que la horda llegará hasta aquí? —preguntó Gabriela, cobijando una esperanza.
—Estoy seguro, comandante Gabriela. Si no nos movemos rápido moriremos aquí —afirmó él —. Si no son desviados antes, llegarán aquí en cinco o seis horas —calculó.
—Vamos con el general. —ordenó ella, entonces los dos caminaron rápidamente a las dependencias del general, las cuales se ubicaban en el penúltimo piso de la torre más alta del campus.
El hombre les abrió la puerta, casi adivinando por lo que venían. Incluso lanzó un garabato al confirmar su miedo.
—General Scar, puedo ordenar que vaya un equipo a colocar explosivos en algún edificio, para tratar de desviar a la manada que se acerca.
—Está bien, pero tenemos que considerar un plan B —contestó el hombre, preocupado.
Al cabo de cinco minutos, todos los comandantes y sus directivas estaban al tanto de la situación. Gabriela asumió la operación de desvío, mientras que Richard, otro de los comandantes, asumió el plan de escape.
Se dispuso que cada comandante tuviera su propio camión, además tendrían que viajar con su pelotón, con trabajadores de la universidad y civiles, los que más se puedan.
Fue entonces cuando interrumpieron la reunión para comunicarles a todos los peces gordos de la ciudad universitaria, que habían comenzado a llegar infectados por la estación universitaria del tren subterráneo. Este anuncio descolocó a los militares, obligándolos a actuar de forma prematura. Juntos se levantaron para enfrentar la situación, dejando a Gabriela sola con Scar, éste comenzó a balancearse en la silla mientras se acariciaba la cabeza en intentos de aliviar la ansiedad.
ESTÁS LEYENDO
LA ÚLTIMA PANDEMIA [Libro 1] [COMPLETA]
Science FictionHan pasado casi tres meses desde que el Síndrome Lázaro se manifestó en Adrussia, matando a millones, propiciando la violencia, el caos social, dañando los cimientos físicos y espirituales de la sociedad Adrussa. La vida ahora era distinta, cada de...