Capítulo 20

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Frank cometió un terrible error al ignorar el pequeño dolor que había sentido en su pecho, ya que éste se había intensificado más con el paso de las horas.

Y ahora se encontraba nuevamente inconsciente, en la cama del hospital, conectado a un suero, con cánulas en su nariz. Gerard se encontraba dormitando, con las rodillas en el suelo y la mitad superior de su cuerpo en la camilla donde Frank descansaba. Tenía su pálida mano aferrada a la de su novio; le dolía sentirla tan fría, pero de ninguna manera iba a soltarla.

Llevaba ya tres días de esta forma. Se sentía culpable, por no haber advertido a tiempo que su Frankie no estaba bien. Aún después de que su madre, su suegra, e incluso los doctores le dijeran que no podría haber hecho nada, la culpa lo seguía hundiendo, cada vez más.


-Gerard, permiso. -el pelinegro levantó la cabeza al oír su nombre y la puerta abrirse, y vio a Mike entrando a la habitación, con una mochila y un vaso grande de café.

-Mikey, ven. -una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro, y cuando su hermano se acercó se puso de pie, pero sin soltar la mano de Frank.

Mike observó a su hermano, y apretó los labios. Si bien era Frank el que estaba enfermo, Gerard lucía mucho peor. Antes, solía tener hasta un par de kilitos de mas. Y ahora, hasta por sobre el pantalón holgado y la remera amplia se notaba que estaba casi en los huesos. Su piel estaba aún mas pálida de lo normal, y tenía unas profundas y oscuras ojeras bajo sus bellos ojos, que en estos últimos tres días no habían mostrado ni un ápice de alegría. Sólo brillaban producto de las lágrimas incesantes que caían de ellos. Incluso su cabello, el cual antes cuidaba de manera casi excesiva, estaba ahora crecido y opaco. Parecía que estaba muriendo junto con Frank, y todos temían que así fuera.

-Muchas gracias, hermanito. -susurró, abrazando a Mikey con su brazo disponible, y al sentir ese cálido contacto, no pudo evitar romper a llorar de nuevo, mojando la camiseta de su hermano.

-Ya, Gee..Gerard, tranquilo. -correspondió al abrazo con su brazo libre, ya que en el otro llevaba el vaso de café. Si bien ese era el apodo que había usado para dirigirse a él desde pequeño, ahora trataba de no usarlo, porque era Frank quién mas lo llama así, y con el inconsciente no era muy buena idea usar ese apodo.

Gerard respiró hondo y le indicó a su hermano que tomara asiento en uno de los sillones de la habitación, mientras el se sentaba en el borde de la cama de su novio y bebía el café. Un suspiro profundo se filtró de sus labios al sentir el dulce y caliente líquido bajar por su garganta y llenar su estómago vacío. Desde el día anterior no comía nada. Fue en ese momento cuando notó el frío que tenía. Por suerte, en la mochila que Michael traía había un sweater, y también una manta.

Estuvieron casi una hora hablando de trivialidades, y luego, Mike tuvo que irse. Linda llegaría en la noche, tenía que trabajar sí o sí. No es que les faltara el dinero, pero el tratamiento de Frank era bastante caro. Incluso Gerard le había cedido los ahorros que tenía hace años, aunque obviamente su novio no sabía nada de esto, no lo hubiera permitido. 

Gerard soltó, muy a su pesar, la mano de su novio para ir al baño, porque se estaba orinando encima. Una vez que terminó, se lavó el rostro y los dientes. Volvió al cuarto y rebuscó en la mochila que le había dejado su hermano, y encontró uno de sus libros; suyo y de Frank. Lo habían empezado a leer juntos hacía una semana atrás.

Caminó hasta la camilla, tomando asiento en la misma, junto a las piernas de su novio, y volvió a aferrarse a su mano.

-Mira lo que traje, mi amor... -susurró y sonrió débilmente. Besó la frente del menor y comenzó a leer el libro, en voz baja, desde el capítulo 5, donde se habían quedado. 

Las enfermeras negaban con la cabeza al verlo, sentían una profunda lástima por la situación del muchacho. El se había percatado de eso, y la situación le molestaba mucho. No le estaba hablando a un cadáver, su novio simplemente estaba durmiendo. Y ya despertaría, vencería ese cáncer de mierda y podrían estar juntos por el resto de sus vidas. No pensaba como sería su vida si perdía a Frank; sabía que si lo perdía, eso ya no sería vida.

Cuando finalizó el capítulo, cerró el libro y lo dejó sobre la mesa de noche.

Se sentó mas cerca del torso de Frank, y llevó sus manos a su rostro para acariciarlo. Delineó sus ojos, su nariz, sus labios, y dejó un beso en los mismos. Acarició su cabeza calva, recordando su cabello castaño, como cosquilleaba en sus labios cuando lo besaba y como se sentía, como seda, bajo el tacto de sus dedos. Extrañaba el color de sus ojos, el sonido de su voz. Extrañaba que aquellos rosados labios correspondieran a sus besos. Suspiró profundamente y se aferró al frágil y dormido cuerpo de su novio, y comenzó a llorar de nuevo, escondiendo el rostro en su cuello, dejando un pequeño beso en el tatuaje del escorpión.

-Amor mío... Despierta, por favor. Te extraño, todos lo hacemos. Te necesito, en serio. Ya dormiste suficiente, Frankie. Vamos, vuelve... -ya no pudo seguir hablando, porque el llanto era demasiado en aquél momento. Recordó el estribillo de una canción que ambos habían escuchado hace un tiempo en la radio. A Frank le había encantado, así que, juntando todas sus fuerzas, se la cantó al oído.

 Well tonight, will it ever come? 

I can see you awake, anytime, in my head . 

Y por culpa del llanto, no pudo notar como los parpados de Frank temblaban levemente, y sus labios se curvaban apenas hacia arriba.






Out of order. ||Frerard||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora