Capítulo 17

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Era la segunda sesión de quimio de Frank, y Gerard estaba sentado en la sombría sala de espera, con un vaso de café que se enfriaba en su mano. 

Odiaba que no lo dejaran entrar con su novio a la enfermería, ¿que tenía de malo? Además, el clima en la salita era detestable. Un niño peleaba con su madre, una bebé gritaba y otro niño lloraba a los gritos.

La paciencia del pelinegro estaba empezando a agotarse, pero valía la pena. Todo fuera por su Frankie. Tomó lo que quedaba del café, y tiró el vaso a un basurero. Se puso el sweater y se acomodó en el sofá, todavía faltaba hora y media para que terminara la sesión. Se puso los audífonos y se fue quedando dormido de a poco.

Dentro de la enfermería, Frank no lograba conciliar el sueño. La aguja era enorme y le molestaba terriblemente en el antebrazo, además de doler. Hacía un par de días, después de la primera quimio, se había sentido bien la primera hora, pero después un bajón de energía y una seguidilla de vómitos lo habían dejado en cama. Y su Gee no se había movido de su lado. Todo el dolor era menor cuando se encontraba en los pálidos y cálidos brazos de su novio. Sabía que, cuanto mas avanzara, mas iba a doler, pero iba a luchar. Tenía que hacerlo, por Gerard. Y por él mismo también; haría todo lo posible para continuar junto a su amado, porque el era quién daba un mejor sentido a su vida.

Lo que quedaba de Mayo y la mitad de Junio pasaron volando, entre quimios, sonrisas, besos, lágrimas, abrazos, y por supuesto, la lucha persistente. Todo marchaba bien.

Pero hubo un día a finales de Junio; estaban en casa de Gerard, iban a ver una película. Estaban subiendo las escaleras al cuarto con  las palomitas, y fue cuando Frank sintió un dolor intenso en el pecho. Hizo caso omiso y siguió, pero no alcanzó a subir tres escalones mas, que cayó desmayado, tirando al suelo el recipiente lleno de palomitas. Sentía un pitido incesante en los oídos, y lo último que vio fue el rostro borroneado de Gerard, porque en seguida todo se volvió negro.

-¡Frank!


Los ojos avellana se abrieron en el hospital; la luz del fluorescente del techo lo encandiló, y al llevar sus manos a sus ojos para refregarlos se dió cuenta de que estaba conectado a un suero. También notó que tenía unas cánulas en su nariz, y mediante el tacto descubrió que su arito ya no estaba. Un monitor cardíaco contaba sus latidos calmados a un lado de su cama.

Oyó que una puerta, la cual supuso que era del baño se abría, y vió a Gerard saliendo de ahí. Tenía un aspecto terrible, con mas ojeras que de costumbre, los ojos rojos y el cabello opaco, hecho un desastre. Tenía una terrible expresión en el rostro, pero al ver a su novio despierto una sonrisa se dibujó de forma automática y corrió hacia el, con los ojos llenos de lágrimas, ésta vez de felicidad.

-¡Frankie! -exclamó, en susurró, abrazándolo con fuerza, escondiendo el rostro en su cuello y rompiendo a llorar otra vez.

Intentó hablar, pero no pudo. Notó que tenía la garganta terriblemente seca. El pelinegro deshizo el abrazo y le alcanzó un vaso de agua, y se lo llevó a los labios. Bebió un par de sorbos y luego miró a su novio.

-¿Que pasó, amor? -preguntó confundido, volviendo a abrazar a Gerard, dejando un beso en su cabello oscuro.-

-Creí... creímos... que te ibas. -suspiró profundamente, y sonrió un poco cuando Frank le secó las lágrimas.- Pero lo lograste. Eres un campeón, amor. -tomó sus dos manos y las acarició, dejando un beso húmedo en los labios de su pareja. Ante su mirada interrogativa, se explicó mejor.- Te desmayaste, mi amor. En casa, cuando estábamos por ver la película.

-Oh... -miró a la ventana, y notó que era de día. Y también que su novio llevaba la misma ropa que el día de la película- ¿Dormiste aquí?

Gerard asintió, y justo entró el doctor.

-¡Frank! Me alegra que despertaras, y por lo que veo estás bien. No sabes cuánto me alegra, no todos despiertan así después de un coma de cinco días.


El chico sonrió ante la calidez de las palabras del doctor... Un momento. ¿Cinco días? Miró a Gerard y frunció el ceño; éste solo se encogió de hombros, hizo un pequeño puchero con su labio inferior y le susurró que lo amaba. Luego, los doctores le pidieron que se retire. Frank vio la cabellera corta y negra brillar una última vez bajo la blanca luz de la habitación, y luego se vio rodeado de enfermeras que tomaban su pulso, su temperatura, su nivel de presión. No supo en que momento se quedó dormido.

Cuando abrió los ojos otra vez, se encontró con Linda, Mikey, Bob, Ray, Jamia y, por supuesto, Gerard. A juzgar por su cabello levemente mojado, se había duchado. Y traía ropa diferente, ropa de verano. Ya se había curado del resfriado. Todos sonrieron al verlo despertar, y su madre fue la primera en acercarse a la camilla. 

-Hola, hijo. -sonrió y acarició su frente con una mano.

-Hola, mamá. -murmuró, abrazando cálidamente a su madre.

Ella le susurró al oído cuánto lo amaba, y lo felicitó por lo fuerte que era y había sido.

Luego, el resto de los presentes abrazaron a Frank. Acariciaron sus manos y palmearon su espalda. También lo felicitaron por lo fuerte que estaba siendo, por su valentía en la lucha.

Finalmente, Gerard se acercó a la camilla y pidió permiso a todos con la mirada; lo entendieron en seguida y abandonaron el cuarto, dejando a la pareja de enamorados solos.

El mayor se sentó en la camilla, abrazando a su novio con cuidado contra su cuerpo. Dejó un beso en su cabeza, la cuál estaba calva hace casi dos semanas.

-¿Por qué te quedaste cinco días aquí? Por Dios, Gerard. No tendrías que haberlo hecho. Tendrías que haber ido a tu casa, descansar, y...

-Mierda, Frank. ¿A caso nunca vas a entenderlo? Estoy enamorado de ti. Te amo. Te hice la promesa de que íbamos a estar juntos en esto, y lo voy a cumplir. Además, podía verte dormir. Te ves precioso mientras duermes.

Los ojos pardos se llenaron de lágrimas, y se aferró al cuerpo de su novio como si su vida dependiera de ello. Aunque, en parte, así era.

-Te amo, Gee. Y tienes razón, estamos juntos en esto. Es sólo que no quiero que tu sufras, que dejes ir tu vida.

-Si me alejara de ti, ahí sí que estaría dejando ir mi vida. Es inevitable para mi sufrir al ver que tu lo haces, sabes que es así. Pero no quiero que te culpes, ni ninguna de esas mierdas. Ahora no estamos pasando nuestro mejor momento, pero vas a mejorar. Una vez que te operen será cuestión de meses hasta que nuestra vida vuelva a ser como era antes. A veces creo que olvidas que tenemos toda una vida por delante.

-No lo sabemos, no sabemos si...

-¿Vas a seguir con tu pesimismo, Anthony? -Frank frunció el ceño. Odiaba su segundo nombre. Pero se dió cuenta de lo bonito que sonaba saliendo de los finos labios de su novio, con su suave y gruesa voz. Una sonrisa se dibujó en su rostro.- Vas a salir adelante. Vamos a hacerlo. Y ahora, mejor durmamos un poco, que ya es de noche y estoy agotado. Que descanses, ángel. -susurró y buscó los labios de Frank, siendo correspondido de inmediato.-

-Hasta mañana, amor mío. -susurró el menor sobre los labios contrarios.

Se recostaron abrazados en la cama, y se quedaron en silencio, en la oscuridad, únicamente oyendo las respiraciones de ambos. Por suerte ya habían quitado la máquina que contaba los latidos; Frank estaba mucho mejor y no la necesitaba.

Gerard se durmió primero, y Frank lo observó fijamente, hasta que el también cayó profundamente dormido.



Out of order. ||Frerard||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora