Epílogo

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Diez años después.


Era una cálida mañana, a pesar de que otoño se estaba acabando, para dar paso al invierno.

Gerard se encontraba en el cementerio parque de New Jersey, hincando las rodillas en el césped humedecido por el rocío, frente a una lápida.

Tenía una sonrisa de melancolía plasmada en su rostro; por mucho tiempo que pasara, era imposible dejar de extrañar.

Un profundo suspiro se filtró de sus labios, y pasó uno de sus pálidos dedos por las letras que rezaban el nombre de quién yacía allí. Recordó cada uno de los momentos pasados juntos, momentos que valían oro y que llevaría con él a la tumba. Momentos que podría recordar toda su vida, y que siempre lo harían sonreír. Dejó el ramo de rosas rojas, sus favoritas, junto a la lápida y se puso de pie, no sin antes besar sus dedos y apoyarlos sobre el frío mármol.

-Te amo, abuela. –susurró, y unas pequeñas lágrimas se escaparon de sus preciosos ojos verdes, que aún mantenían su brillo.

Se limpió levemente las rodillas y caminó hasta donde lo esperaba su, ahora esposo, con su pequeño Tony.

-¿Vamos? –preguntó, sonriendo, y ante el asentimiento de ambos, pasó un brazo por los hombros de su hijo, y otro por los hombros de Frank, y los tres salieron caminando del cementerio.

Subieron al auto, y lo pusieron a toda marcha, ya que Tony debía hacer una exposición en la escuela, y si no se apuraban llegarían tarde.

Habían contraído matrimonio tres años después de que Frank saliera con éxito de aquella operación, y el cáncer no había vuelto a dar señales en su vida. Se habían casado bastante jóvenes, pero eran enormemente felices.

Luego de dos años más, habían adoptado un niño de tres años. Ahora, el pequeño tenía ocho años. Y si bien ellos dos no eran sus padres biológicos, el niño había adquirido lo mejor de cada uno.

Llegaron justo a tiempo a la escuela.

Los niños debían hablar frente a toda la clase, y los padres también, sobre su héroe, heroína o héroes favoritos.

Pero, por alguna razón, Tony no había querido decirles nada a ninguno de sus padres, lo que traía a Gerard bastante decepcionado, ya que él sentía cierta devoción por los súper héroes. Y Frank no se quedaba atrás.

Incluso habían tenido una pequeña discusión, sobre quién era mejor, si Iron Man o Batman. Está claro que la pelea había sido sólo entre los dos adultos.

Cuando llegó el turno del pequeño, se paró frente a todos, maestras, madres, compañeros y amigos y se aclaró la garganta.

-Hola, buenos días a todos. Hoy voy a hablarles a todos sobre mis dos héroes favoritos. –al ver como el rostro de Frank se iluminaba al oír eso, soltó una pequeña carcajada.- No papá, no hablo de Batman y Robin. –aclaró, riendo, haciendo que éste se ruborizara levemente por las miradas de todas las madres del salón. Gerard dejó de reír al notar esto, y pasó su brazo por los hombros de su esposo. Aunque habían pasado años, ambos seguían conservando su increíble atractivo.- Bueno, como decía, voy a hablar sobre mis dos héroes favoritos. Y puedo asegurarles que son mejores que cualquier héroe que podría existir. Ellos dos no llevan capa, ni tienen poderes como volar, o súper fuerza. Ellos dos existen realmente y están de pie en este salón. Mis dos héroes favoritos son mis padres. Gerard y Frank.

Al oír esto, todas las personas quedaron un micro segundo en silencio, volteando a ver a la pareja aludida. Luego, la mayoría de las madres soltaron suspiros, totalmente enternecidas. Mientras, esos dos que eran el centro de atención trataban casi sin éxito de tragarse la sorpresa y las lágrimas de emoción que amenazaban con salir sin permiso.

Tony continuó.

-Me contaron miles de veces su historia, sin embargo jamás me canso de oírla porque me encanta. Ellos se conocieron en el último año de la escuela secundaria. Primero eran amigos, pero luego se dieron cuenta de que había algo más que eso. –soltó una risita, y sonrió al escuchar a sus amigos reír también. Tenía suerte, ya que ellos jamás le habían dicho nada malo con respecto a que sus dos padres fueran hombres.- Empezaron a salir, todo era maravilloso, hasta color de rosa. Hasta que el villano hizo aparición en esta historia. Papá Frank se enfermó de cáncer. Siendo tan joven. Y creyó que moriría, pero fue ahí donde se aliaron, junto con papá Gerard, y pudieron vencerlo juntos. Era como una cadena. Frank era fuerte porque Gerard le daba esas fuerzas, y a su vez Gerard conseguía esa fuerza cada vez que Frank sonreía. Y, finalmente, pudieron vencerlo. Y siguieron juntos, durante años. Pensaban que las cosas no podrían ser mejores, hasta que llegó la luz de sus vidas. Me refiero a mí. –todos soltaron carcajadas, menos la pareja, que lloraban, emocionados hasta la médula. A todo el mundo les sorprendía como palabras así podían salir de un chico de tan corta edad. A ellos no les sorprendía eso. Estaban en shock, porque a pesar de que Tony siempre les decía que los amaba, no pensaban que podría llegar a admirarlos de tal manera.- Todos trajeron pósters enormes, yo hubiera traído mis fotos favoritas, pero eso hubiera implicado pedirlas y arruinar la sorpresa. Tengo dos fotografías preferidas de este dúo, a quién tengo el lujo de llamar padres. Una es de la fiesta de graduación; papá Gee está con la toga negra, sentado en la camilla de papá Frank, aunque él lleva puesto un pijama. Ambos tienen ese extraño birrete en la cabeza, y están tomando sidra sin alcohol y comiendo un pastel de chocolate del supermercado. Es difícil de explicar, pero espero que mi foto de graduación llegue a ser aunque sea la mitad de lo bonita que es esa. Y la otra fotografía es de su boda, ambos con trajes casi iguales, y se miran de una forma tan... ¡justo así! –exclamó, con una amplia sonrisa dibujada por su infantil y dulce rostro. Sus padres se miraban como en la foto. Por segunda vez, atraían la atención de todos, y el rubor volvió a invadir las mejillas de ambos.- Bueno, en fin, eso es todo. Podría haber elegido a cualquier dibujo ficticio, pero creo que no lo necesito, no con personas tan maravillosas en mi vida. Espero ser como ellos cuando crezca. Gracias por escucharme, amigos.

El niño volvió hasta donde estaban sus padres, recibiendo fuertes aplausos de parte de todo el mundo. Incluso algunas maestras se habían emocionado, y se les habían escapado unas lágrimas. Abrazó a Frank y Gerard con fuerza, y se quedó junto a ellos mientras hablaban los niños que quedaban. Sus relatos sobre Wolverine y Spider Man parecían poca cosa comparado con todo lo que había dicho Tony.

Una vez que todo terminó, los tres regresaron a la bonita casa en donde vivían felices hacía ya mucho tiempo.

¿Quién lo hubiera imaginado?

Gerard jamás se había detenido a pensar en un futuro así, siempre había imaginado que se casaría con Lindsey, que sería abogado como su padre y que su vida sería monótona, pero con todo bajo control.

Ahora, a sus casi treinta años, estaba casado con el amor de su vida, tenían un hijo precioso, enseñaba Bellas Artes en la universidad local, y era más feliz de lo que jamás hubiera soñado ser.

¿Quién dice que el orden es la única opción para ser feliz?

Quién sabe, tal vez lo mejor que te podría pasar puede ser que alguien llegue a tu vida, y la ponga fuera de orden.

   FIN.


Out of order. ||Frerard||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora