Capítulo 1

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{POV Gerard}

Estiré mi brazo hacia la mesa de noche para así apagar el despertador, que a decir verdad, era bastante molesto. Me incorporé, quedando sentado por un par de minutos en la cama, y me desperecé, bostezando y poniéndome de pie para ir hacia el baño.

Me duché, creo que demorando más de lo normal, pero bueno, era lunes. Una vez que salí de la ducha, volví a mi cuarto, para así ponerme el uniforme. Tendí mi cama, ya que detesto verla desordenada. Después, volví al baño para secar y arreglar mi cabello. Lo peiné con cuidado, y con ayuda del gel, y bajé rápidamente a la cocina.

-¡Buen día, mi niño! –Donna estaba preparando café y unas tostadas, que a decir verdad olían delicioso.

-Hola, mamá. –sonreí y me acerqué a ella, para dejar un beso en su mejilla.

Tomé un par de tostadas y una taza con café, que suavicé con un poco de leche. Me senté a la mesa y Mike dormía sobre ella. Creo que se había quedado dormido encima del desayuno. Pateé suavemente su rodilla con mi pie, por debajo de la mesa, lo cual hizo que se despertara de un salto. Una carcajada salió de mis labios al ver que había acertado. El rostro y los anteojos de mi hermano menor estaban llenos de mermelada.

Me miró extrañado por mi risa, y luego llevó sus manos a su rostro; esto fue seguido de unos cuantos insultos, para que luego el subiera corriendo las escaleras.

Una vez que hube terminado mi propio desayuno, dejé la taza en el fregadero y subí presuroso las escaleras. Me lavé los dientes, me puse perfume y tomé mi morral y las llaves de mi auto. Estaba a punto de bajar nuevamente, pero se me ocurrió que mi hermano podría no estar listo todavía. Me asomé a su cuarto, y que tal, dos aciertos en diez minutos. El estaba con el uniforme, y ya se había lavado la cara, pero dormía plácidamente en su cama deshecha.

-¡Vamos, Mikey! Si no te levantas ahora mismo, tendrás que tomar el autobús. No pienso llegar tarde por tu culpa.

El enterró su cara en la almohada y murmuró algo incomprensible, por lo que decidí darme por vencido y bajé las escaleras. Saludé a mi madre y me fui hacia el garaje, para sacar mi auto.

Estaba a punto de arrancar para salir hacia la escuela, cuando mi hermano subió atropelladamente al auto, con todos los papeles salidos de su mochila y el pelo hecho un desastre. Me reí y negué con la cabeza. A pesar de ser totalmente opuestos, quería a mi hermano como a nadie en este mundo.

Después de varios minutos, llegamos a la escuela. Justo a tiempo. Estacioné en mi lugar de siempre y ambos nos bajamos del auto. Mikes corrió a encontrarse con sus amigos, y se saludaron con sus usuales golpes y carcajadas. Yo caminé un poco más, hasta llegar hasta donde estaban Bob, Ray, y por supuesto, mi Linds.

Saludé a mis amigos con un abrazo, y a Lindsey con un beso en sus labios rojos. Justó sonó el timbre, y tomé su mano, entrelazando sus dedos con los míos, y caminamos juntos hacia el interior de la escuela.

Lamentablemente, tuve que despedirme de ella, porque no íbamos a las mismas clases. Ella se fue con Bob, ellos si compartían clase. Y yo entré a mi salón con Ray.

Nos sentamos en nuestros lugares de siempre, que eran casi delante de todos. Por mí, me hubiera sentado en primera fila. Pero a Ray no le gustaba, y que se puede hacer cuando tienes un mejor amigo caprichoso.

Llegó el profesor de historia, y nos pidió silencio a todos.

-¡Buenos días, chicos! El día de hoy, vamos a recibir a un nuevo compañero. Espero que lo hagan sentir bien recibido. Adelante, Frank.

La puerta se abrió lentamente y entró un muchachito. Parecía bastante más pequeño que yo, me sorprendió que estuviera en nuestra clase.

Entró al salón caminando pesadamente, con una expresión de tumba en el rostro. Pero lo primero que pensé es que tenía cara de ángel. Sin levantar la vista del suelo, soltó un 'Hola' que debe haber sido apenas audible para los que se sentaban en el fondo.

Parecía triste, pero luego noté que estaba prácticamente dormido. Levantó la mirada para examinar a cada uno de los que nos encontrábamos en aquél salón, y sus ojos se detuvieron en los míos.

Éstos eran de un precioso color avellana, y siendo sincero, me quedé prendado. Cómo si todo alrededor hubiera desaparecido. Hasta que el pestañeó, y siguió dando su recorrido con la mirada. Observé que su uniforme no estaba completo, carecía de la corbata y la camisa estaba a medio prender. Tenía varios tatuajes en sus brazos y en sus dedos. Sus pantalones también estaban algo caídos y una de sus zapatillas con los cordones desatados. Desentonaba bastante con la mayoría de nosotros, o quizás solo conmigo, no sé.

-Tome asiento, señor Iero. –la voz del profesor me sacó de mis pensamientos, y mi mirada viajó hasta donde se iba a sentar el nuevo.- Puede sentarse con la señorita Nestor.

Lo lamenté de veras por Jamia. Ella era totalmente tímida, apenas levantaba el rostro para mirarte cuando te hablaba, y tener que sentarse junto a este chico que tenía toda la apariencia de ser un chico malo, o por lo menos difícil de tratar, ay, me imaginaba como debía sentirse ella en esos momentos.

El se sentó a su lado, y volteó a verla. No sé que es lo que habrá hecho, pero consiguió que la chica se pusiera más roja que un tomate. Creo que le había sonreído.

La clase siguió transcurriendo normalmente. Yo estaba concentrado en mi libro de historia, hasta que sentí esa sensación que solo se puede sentir cuando notas que alguien te está mirando fijo. Me di vuelta y mis ojos volvieron a encontrarse con aquellos color avellana. Lo miré hasta que el corrió la mirada, aunque la bajó a su móvil, y yo volví a darme vuelta.

Pero, después de unos minutos, volví a sentir esa sensación. A decir verdad, me estaba incomodando bastante. Me volteé de nuevo, pero, esta vez, Frank no bajó la mirada. Muy por el contrario, me dedicó una sonrisa amplia. Pude notar que tenía un arito en su labio. Pero su sonrisa, por Dios. Creo que jamás había visto una sonrisa así. Sentí mis mejillas arder, y la sonrisa del desgraciado se ensanchó aún mas, haciendo que sus preciosos ojos se achinaran un poco. Y ahí fue cuando me di cuenta de que me había ruborizado. Mierda. Creo que ahora si entendía a Jamia.

-G, ¿Qué tienes? –la voz de Ray me hizo mirarlo, y ante mi fingida expresión de no entender nada, señaló mis mejillas y chasqueó la lengua.- Tienes las mejillas rojas.

-¿De verdad? –fingí de nuevo, esta vez sorpresa en mi voz y llevé mis manos a mi rostro. Por suerte, estas estaban frías. Hice un mohín y cambié de tema rápidamente- No sé que será. ¿Tienes la respuesta de la pregunta cuatro?

Me miró con una cara de no creerme ni mierda, pero por suerte no dijo nada más del tema y seguimos haciendo la tarea.

Pero yo seguía sin entender porque los ojos y la sonrisa de aquél chico que no llevaba ni dos horas de conocer me había hecho sentir de esa forma. 

Out of order. ||Frerard||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora