No acaban los problemas.

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Esa noche fue muy especial, para Héctor y para mí, me hizo el amor con calma, era como si quisiera degustarme con tranquilidad y sin prisas, ahora sí ya era toda suya.
Fuimos a un abogado y empezamos con la separación, María iba de vez en cuando a visitar a Raúl pero siempre la tenía que obligar, según ella Raúl no le hablaba de mí, cosa que dudo, seguro ella se lo callaba por no darme problemas. A los veinte días de haber cerrado el bar decidí que ya era hora de abrir y enfrentarme a los cuchicheos. Héctor de todos modos me dijo que pensara seriamente en vender el negocio, que por él no era necesario que siguiera aguantando habladurías y que por la economía de casa no debía preocuparme él se ocuparía, si os digo la verdad a mi también me apetecía parar. A los pocos días de abrir puse un letrero de Se vende, y Raúl no tardó en venir al bar y pedirme hablar, yo accedí a salir a la calle a hablar pero mi hija María salió corriendo tras nosotros para defenderme. — María vendes el negocio, y quiero saber por cuanto, para saber que parte me pertenece.
—Tu alucinas!! Este negocio es mio y solo mio, todo está a mi nombre y encima tu aquí nunca has trabajado, solo has hecho de cliente y ademas todo de gratis. Tu estas loco si crees que te voy a dar algo.
— Pues te lo dirá mi abogado!
—Pues perfecto, a ver si encuentras un puñetero papel donde tú tengas algo de tú propiedad. Y no me toques las narices.
— Eres una p--a, me has destrozado la vida, y todo el mundo sabe lo que me has hecho.
— Papá!! Lárgate de aquí o llamo a la policía, aclara tus asuntos con tu abogado y aquí no vengas más. A mí madre no la pisas más y menos delante mio.

María estaba fuera de si, el se fue y ella empezó a calmarse.
— María no deberías meterte, yo me defiendo sola, no quiero que tengas problemas con él.
— No podía callarme, y se va a tirar por lo menos un mes sin verme, eso por listo.
Volvimos dentro y los clientes estaban en silencio, lo habían escuchado todo pero nadie se atrevió a opinar.
Cuando vino Héctor se lo expliqué, y se enfureció, le pedí que no hiciera nada, ante todo Raúl es padre de mis hijos y no podría soportar esa culpa.
Mi hija Eva llegó un viernes por la tarde llorando y desconsolada, cuando me explicó lo que ocurría mi enfado estaba en nivel diez.
— Mamá, David se ha ido, dice que no vendrá hasta el domingo. Se ha ido con sus amigos de fiesta, y llevan drogas, yo no encajo en esa vida. Y dejó de trabajar hace tres semanas no aporta nada en casa y yo me paso el día trabajando en la peluquería y despues de camarera en un restaurante, no puedo más, le he pedido que se quedara y se ha puesto como un loco a chillar y a insultarme.
— Hija mia, si te digo que te lo dije, no te va a gustar pero sabías donde te metias, todos te lo dijimos. Llevas un mes casada y mira como estás, no haces buen aspecto, en casa nunca te faltó de nada y has crecido con todo lo que has pedido y ahora ya no eres tú. Si quieres venir a casa, sabes que Héctor y yo te recibiremos encantados pero piensate bien que quieres hacer.
Pasó el finde semana en nuestra casa, María le hacía bromas y ni aun así se reía, el domingo por la noche llegó David a su casa y al no verla vino a nuestra casa, él venía con las pupilas dilatadas seguro estaba hasta arriba de drogas, preguntó por Eva y le dije que sí estaba pero que no lo quería ver. Subió arriba y abrió la puerta Héctor, con mucha educación le pidió que se fuera pero empezo a llamar a Eva a gritos, lo hicimos pasar para no alarmar a los vecinos, el muy canalla se puso a llorar y mi hija Eva calló rendida, se fue con él. María se quedó enfadadisima, no entendía que narices le pasaba a su hermana con ese hombre. Nos fuimos todos a la cama y al día siguiente me fui a trabajar. A mediodía vino Eva y hablé con ella, él ya la tenía otra vez engañada le prometió que no lo haría más y que buscaría trabajo.
Creedme si os digo que el siguiente viernes sucedió exactamente igual y el domingo lo mismo que el anterior, así durante años, nosotros ya estabamos artos de que mi hija no reaccionara pero yo no la podía dejar en la calle.
Yo vendí el negocio enseguida y me dediqué hacer de ama de casa, por lo menos por ahora, más adelante ya decidiré.
Hubo un viernes que Eva no llegó llorando a casa y pensé que David habría reaccionado a las peticiones de mi hija. Pero al no tener noticias de ella ni sabado ni domingo le pedí a María que se acercará a verla. En menos de diez minutos María estaba en mi casa llorando, nos explicó lo que sucedía y fuimos corriendo.
Mi hija llevaba desde el viernes encerrada en su casa, discutió con David y este la empujó le quitó las llaves de casa y le cerró con llaves. No tenía como llamarnos. Y lo peor no tenía nada en la nevera, no pudo comer durante su encierro. Yo la abracé en cuanto Héctor y un cerrajero abrieron la puerta, María lloraba y la abrazaba, estaba demacrada, cogimos ropa y me la llevé a casa.  Él se había marchado con el dinero que había cobrado mi hija trabajando, y claro en vez de llenar la nevera se lo iba a reventar en drogas. David no tuvo narices de venir a buscarla. Pero poco tardaría en conseguir engañarla otra vez.

Lo prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora