Es curioso. Cuanto más conocimiento adquirimos, las cosas no se nos hacen más comprensibles, sino más misteriosas.
-Buenas noches a todos-habló el hombre que había aparecido repentinamente en la fiesta, micrófono en mano-. En menos de cinco minutos procederemos a llevar a cabo la visita al museo. Si alguien necesita ir al servicio, están nada más salir por la puerta derecha del salón, a la izquierda, tanto el de caballeros como el de señoras. Les ruego que vayan ahora ya que no habrá descansos durante el trayecto por la mansión, que durará entre media y una hora. Un saludo.
Laura había escuchado parte de lo que el hombre había dicho. La verdad es que había prestado más atención al aspecto que llevaba aquel extraño guía que a su pequeño discurso sobre cuando ir al baño. Una completa estupidez, por cierto. Menuda manera de perder el tiempo. Aún no había descubierto quien de los cincuenta o sesenta invitados era el que había mandado aquel mensaje con autor desconocido. La curiosidad la comía por dentro, pero la rabia si al final descubría que se trataba de una estúpida broma sería mucho mayor.
- ¿Y a qué te dedicas, Laura?
- ¿Perdón? -preguntó ella saliendo bruscamente de sus pensamientos y fijándose en el hombre que la hablaba. Era uno con los que había compartido limusina para llegar hasta el museo. Y si sus sospechas eran ciertas, para realizar un viaje de dos horas y media en balde.
-Que en qué trabaja-volvió a repetir Germán pacientemente.
-Oh, lo siento. Seguía pensando en... en fin. Soy tenista-respondió tratando de sonreír la chica-. ¿Y tú?
Germán sonrió al ver que al fin respondía, algo nerviosa.
-Soy veterinario. Llevo dos años trabajando en una clínica.
-Oh, así que tengo ante mí a un amante de los animales-comentó Laura con sonrisa amigable y expresión divertida.
-Así es. Vivo con un gato y un perro-respondió él sin abandonar su sonrisa. Se sentía algo raro ya que normalmente no salía demasiado de casa. No es que no fuera sociable, sino que no le gustaban demasiado los ambientes con mucha gente, y no solía ir a fiestas o convenciones. Apreciaba más la comodidad y la tranquilidad de su piso- ¿Tú tienes alguna mascota?
-La verdad es que no-respondió esta y dio otro sorbo a su copa-.No soy de tener mascotas. Sin embargo me encantan los caballos, así que en mis ratos libres voy a montar a una hípica.
-Así que te dedicas a los deportes-concluyó Germán.
-Sí-respondió Laura-.Y no me veo haciendo ninguna otra cosa. Aunque si te digo la verdad, yo iba para abogada.
- ¡No! ¿En serio? -preguntó Germán sorprendido y divertido con la confesión.
-Sí. Mis padres se empeñaron en que estudiara derecho-respondió riendo Laura ante su reacción-. Pero por desgracia para ellos, los tribunales y las faldas de tubo elegantes no son para mí.
La música volvió a cesar y a Germán no le quedó otra que guardarse su ingeniosa respuesta para sí mismo, pues el hombre calvo vestido de sirviente escapado de una película de los años de su abuela, apareció otra vez para anunciarles que debían ponerse en marcha.
Los invitados se dividieron en cinco grupos de doce personas, siguiendo la lista que había procedido a leer el hombre. La mujer que les había atendido al entrar en la mansión, apareció tras otras cinco personas.
-Olivia ira con el primer grupo-anunció otra vez el hombre vestido de mayordomo señalando a una mujer con vestido violeta largo y el pelo recogido en un moño. Sus ojos verdes parecían querer ocultarse bajo su flequillo castaño. Tendría unos treinta y cinco años, treinta y siete como mucho.
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Muerte en el zodiaco
Mystery / Thriller*Tercer puesto en la categoría Misterio/Suspense del concurso LeitholdAwards* ¿Qué ocurriría si los "doce signos del zodiaco", se vieran atrapados en una mansión? Lo que inicia como una broma retorcida, un extraño secuestro o un macabro juego, se co...