"Nadie puede darte tu libertad. Nadie puede darte tu igualdad o justicia o cualquier otra cosa. Si tú eres un hombre, cógelo" –Malcom X
– ¿Cómo estás? –preguntó Isabel mientras se sentaba en el sillón. En el sofá de color oscuro, justo al lado de la chica, se encontraba Martín, con el pie en alto y apoyado sobre un cojín color oro. Eran las diez y media, y pronto deberían marcharse a dormir.
–Estoy bien–respondió él–. Me sigue doliendo, pero nada tiene que ver con el dolor de esta mañana.
–Me alegro–contestó la chica– ¿Quieres algo? ¿Otro cojín o...
–Con un vaso de agua me basta, gracias–la interrumpió él con una pequeña sonrisa.
Ella asintió y salió por la puerta del salón, dejando a Martín suspirando en aquel sofá, sin nada que hacer salvo mirar al techo como si fuera lo más interesante del mundo, y teniendo de banda sonora el sonido de su pausada respiración.
Los demás estaban reunidos en la biblioteca, discutiendo entre baldas repletas de libros sobre el estado mental de Marcos.
–Está loco–aseguró Daniel–. Estos días ya había empezado a mostrar signos de que no se encontraba bien, como lo prueba el intento de fuga hoy mismo. Pero el hecho de haber perdido un brazo... ha sido la gota que ha colmado el vaso.
–Yo creo que solamente ha sido una reacción. Hay gente que al verse de tal manera rompe a llorar, sin poder imaginarse así. Marcos ha preferido mostrar su dolor con la ira–opinó Raúl–.Yo no le daría más importancia de la que tiene.
–Ya, pero deberías haberle visto, Raúl. Estaba fuera de sí... ¡Se puso a gritar que todos íbamos a morir! –exclamó Daniel.
– ¿Y es que no es cierto? Si seguimos así todos acabaremos igual, bajo tierra–dijo Natalia.
– ¡Ya está bien! Teniendo esta actitud negativa y pesimista no conseguiremos nada–opinó Amelia–. Y creedme que sé de lo que os hablo. Llevo todo el día vagando por los pasillos como una sonámbula porque no he podido dejar de pensar que soy la siguiente. ¿Y acaso eso os ha ayudado en algo? No, en realidad todo lo contrario–dirigió una mirada a Isabel. Esta le devolvió también una sonrisa–. Debemos seguir jugando, sin venirnos abajo, porque si lo hacemos, entonces sí que no habrá salvación. Ni para el que tenga que caer esa noche, ni para el siguiente, y ni siquiera para el último.
–Estoy de acuerdo contigo–habló Claudia. Todos la miraron. Era la primera vez que la joven rubia decidía participar en las reuniones de gran importancia. Los días anteriores se había limitado a escuchar como los demás discutían por cuestiones que a ella ni la iban ni la venían dentro de sus pensamientos. Ella solamente quería salir de allí, así que no se había mostrado interesada en el resto–. Si queremos salir de aquí no podemos venirnos abajo a la primera de cambio. Seguir hacia delante y no mirar atrás.
Los demás se quedaron callados. Parecía que finalmente la veinteañera se daba cuenta de la situación.
–Por una vez estoy de acuerdo con la rubia–habló Victoria con una sonrisa dibujada en el rostro. Claudia le agradeció internamente el gesto–. Y ahora, a buscar la siguiente pista.
Un ruido se escuchó en el pasillo. Los presentes aguzaron los oídos y se miraron nerviosamente entre ellos.
–No me jodas–dijo Rick–Otra persona envuelta en hilos atados al techo no, por favor.
–Esperemos que no–contestó Victoria–. Espera... Ahora que hablamos de la chica esa... ¿Alguien se ha preocupado de vigilarla?
Algunos de los presentes miraron al suelo o a sus zapatos, tratando de evitar responder a la pregunta.
ESTÁS LEYENDO
Muerte en el zodiaco
Mistério / Suspense*Tercer puesto en la categoría Misterio/Suspense del concurso LeitholdAwards* ¿Qué ocurriría si los "doce signos del zodiaco", se vieran atrapados en una mansión? Lo que inicia como una broma retorcida, un extraño secuestro o un macabro juego, se co...