Capítulo 23

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    "Seperdería el placer de vivir si se conociera el secreto de la muerte"-JohannesEckhart 

Daniel llevaba el papel amarillento entre sus manos. Nada más salir del cuarto, había desdoblado impacientemente este. Había abierto la boca con la esperanza de poder leer su contenido en alto para que el resto también pudiera conocer la información, pero lo que vio le hizo fruncir el ceño confundido. En vez de palabras o números, lo que se escondía tras aquel papel era una simple fotografía.

Se trataba de una imagen de un cuadro, que parecía haber sido recortada de un periódico o un libro. A Daniel aquel cuadro le era realmente familiar. Juraría que se trataba de una obra de algún pintor famoso, pero no llegaba a dar con el nombre.

–Van Gogh–dijo Isabel como leyéndole los pensamientos–. Es "Cielo estrellado", uno de los cuadros más conocidos de Vang Goh.

Natalia se acercó y asintió con la cabeza, confirmando el comentario de la cocinera.

–Cielo estrellado...–murmuró la profesora–. El primer día Martín preguntó por un tapiz que compartía nombre con esta obra.

–Es cierto–confirmó el juez. El pobre Martín seguía teniendo que mantenerse sobre aquellas muletas, pero su pierna se encontraba mejor. Claudia y Amelia, le habían aconsejado que se quedara descansando en uno de los enormes sofás del salón, pero él había ignorado su asesoramiento–. Y Camelia no fue precisamente amable cuando se lo pregunté.

–Ya... Por cierto... ¿dónde está Camelia? –preguntó Rick.

–Oh, ya paso de esa loca–dijo Martín–. C.S. ya la dejó claro que si hacía algo que no debía, y creo que se refiere a dejar de ocultar cierta información sobre el secuestro o su maldito plan para matarnos, la matará también a ella.

–Si la ha metido aquí será porque también tiene pensado matarla–comentó Victoria–. Aun así... creo que debemos seguir esta pista. No me apetece andar de niñera con esa mujer.

–La verdad es que a mí tampoco–dijo con sinceridad Claudia–. Pero me preocupa que nos pueda hacer algo.

–Somos diez y ella una. No se atreverá–aseguró el psicólogo–. Y ahora... a encontrar ese tapiz.

    ♦ ♦ ♦    

Camelia caminaba satisfecha hacia su destino. Esos idiotas estaban yendo tras las pistas de C.S. como polillas hacia la luz, en vez de plantearse como escapar. Una valla electrificada no la pararía, ni tampoco la falta de cobertura o que el castillo se encontrara alejado de cualquier pueblo o ciudad.

Ella era más lista que el resto. Ella conocía los secretos de aquella maldita serpiente endiablada. Ella tenía un plan.

El sonido que provocaban sus altos tacones de ocho centímetros al golpear el suelo de mármol, resonaba por todo el pasillo. Ella conocía a la perfección todos los recovecos de aquella enorme mansión. Sabía del plan de la serpiente. No sabía su identidad, ni tampoco porque lo hacía realmente, pero ciertos secretos sobre su estrategia no le eran desconocidos.

No tardó en llegar a través de aquel laberinto de paredes de piedra y columnas, a una pared. Sí, una pared. Una pared con una rosa negra dibujada en esta.

Sus ojos volaron rápidamente sobre el dibujo de la flor, recorriéndolo poco a poco. Parecía que buscaba algo, algo diferente a la piedra, algo que no parecía querer dejarse ver. Nunca había estado allí, tan solo había estudiado la estructura de la casa a través de un plano que C.S. la había proporcionado.

Muerte en el zodiaco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora