"¿La gente cambia con el tiempo? O, ¿El tiempo muestra realmente como son?"
Camelia se había pasado toda la tarde escondida bajo aquella viejas cuatro paredes, leyendo con rapidez aquellas antiguas páginas escritas con tinta negra de aquel polvoriento libro de tapas rojas.
Así descubrió que generación tras generación, de padre a hijo, el libro había pasado de manos para que la persona que había tenido la suerte de ser elegida, pudiera escribir sobre la vida de la extraña familia de raíces escocesas.
Después de Drystan y de su hijo Birk, el viejo libro había cedido ante la pluma de Crissa Starn, y más tarde, a manos de Edwin Starn.
Camelia se detuvo en aquel nombre en atención, y leyó lentamente la escritura de aquel hombre, para no perder detalle de los hechos acontecidos. Se trataba del padre de Nimue Starn, uno de los enigmas más oscuros que la casa trataba de ocultar.
Tras haberse presentado y haber contado lo asombrado que se había sentido al recordar la historia que le contó su abuelo Birk sobre su padre, decidió hablar del tema que más le interesaba a la ex guía: Nimue.
"Nunca pensé que llegaría a decir esto. En mi vida creí que aquel pequeño bebé de pocas horas y mejillas rosadas, pudiera cometer los actos que a continuación contaré.
Mi mujer presenció varios de los acontecimientos, mas no todos le fueron revelados hasta la fecha de la muerte de la niña.
Nimue tenía un pequeño diario en el que anotaba todos los nombres de sus muñecas según se las íbamos regalando. Lo que no sabíamos, es que las nombraba con nombres de demonios, y más de una vez llegué a sentirme observado por aquellos tétricos y fantasmales ojos acrílicos de las muñecas que descansaban sobre baldas o sobre su cama en su habitación.
Nimue nunca fue una niña normal, tanto su madre como yo lo supimos desde siempre. Sin embargo, nunca imaginé que su locura llegara a tales extremos.
Un día, la encontré en el jardín, comiendo fresas del invernadero como de costumbre. Sobre su barbilla, había un líquido pegajoso y rojizo, que inmediatamente supuse que se trataría de las fresas.
Cuando intenté limpiarla con una servilleta, ella se negó rotundamente. La pregunté el por qué, y ella me respondió con unas palabras simples, pero que me helaron en aquel mismo instante: "No es de la fresa, es sangre".
En aquel momento retrocedí con el ceño fruncido. "Que ocurrencias tiene esta niña" pensé. Mas pronto descubrí que no era ninguna ocurrencia. En el jardín se encontraba tirado el cadáver de un animal peludo, inerte. Se trataba de una ardilla.
"¿Por qué has matado a la ardilla?" la pregunté estupefacto.
Ella se trenzó un mechón de pelo tranquilamente, mientras parecía buscar las palabras idóneas. "Los demonios no solo me piden que participe en el juego para encontrarles nuevos cuerpos. También he de hacerles ofrendas, y entre ellas se incluyen la matanza de animales y beber sangre de estos".
Tan atónito me quedé por su respuesta, que no supe ni que contestar hasta minutos después, cuando di un respingo y la comencé a zarandear bruscamente, buscando una respuesta para su comportamiento, mas ella tan solo..."
Camelia escuchó voces fuera de la habitación, así que rápidamente cerró el libro soltando maldiciones y lo escondió rápidamente, para salir de allí como alma que lleva el diablo. Ya volvería más tarde...
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Muerte en el zodiaco
Mystery / Thriller*Tercer puesto en la categoría Misterio/Suspense del concurso LeitholdAwards* ¿Qué ocurriría si los "doce signos del zodiaco", se vieran atrapados en una mansión? Lo que inicia como una broma retorcida, un extraño secuestro o un macabro juego, se co...