Capítulo 9.

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Giro con cuidado el pomo de la puerta y la abro lentamente, dejando al descubierto la habitación, con las persianas bajadas y la luz encendidas.

-Allí hay comida, coge lo que quieras- señala con la cabeza una mesa de madera al otro lado de la habitación.

-¿Quien era? - pregunto pero me ignora y sigue mirando la pantalla de su móvil.

Unas bragas siguen tiradas en el suelo al lado del sofá y su mirada no se aparta de su móvil.

Me llevo el primer trozo de la pequeñísima pizza fría a la boca y me la trago dificultosamente. Mastico el siguiente sin apartar mi vista de él.

Acabo y lo recojo, no soporto ver nada sucio, o desordenado, va contra mis "reglas" por asi decirlo.

-¿Te sigue doliendo el labio? - digo desde la mesa.

También me ignora y suspiro.

Tengo frío. Demasiado frío. Las mantas no son suficientes para darme calor y giro de un lado a otro buscando alguna postura con la que lo consiga y no este machacándome los huesos.

Maldigo todo lo que se me ocurre en voz baja y escondo la cabeza debajo de la manta.

Intento pensar en algo que me de calor, recuerdo cuando era pequeña, y mi madre me rodeaba con sus brazos para darme calor en esas noches de invierno. Y como me mecía frente a la chimenea de carbon de nuestra casa de campo.

Cuando me quiero dar cuenta, lo estoy observando desde el marco de la puerta, tumbado en, lo que parece, un incómodo sofá azul. Pero seguro que mas comodo que dormir en el suelo.

Su expresión parece algo mas...dulce. Sus ojos cerrados, es como si se movieran buscando algo bajo sus párpados.

El edredón que tiene encima tiene la pinta mas caliente del mundo, ya me puedo imaginar debajo suya, durmiendo.

Me acerco y el sofá parece algo mas grande que de lejos.

Levanto un lado del edredón para ponerme a su lado y entonces se mueve, el corazón se me acelera y me quedo inmóvil unos segundos.

El secuestro. (Gemeliers Hot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora