Caminamos hasta mi casa en silencio. Cuando abrí la puerta mi madre seguía secando el suelo. Ahora el agua llegaba casi hasta el salón. La cocina y el salón están en una misma habitación. Cuando compramos esta casa hace 16 años mi madre quería que fuera de concepto abierto porque le gustan las habitaciones grandes y con mucha iluminación.
Al ver el desastre, Nathan corrió a ayudar a mi madre. Yo también me puse a secar el suelo.
- Mi padre vendrá enseguida. - le dijo Nathan a mi madre.
- Gracias. No sé lo que ha pasado. Estaba haciendo la comida y se oyó como un crujido pero no le hice caso. Después de un rato noté algo en el suelo al caminar y cuando miré estaba empezando a salir el agua por debajo de los armarios.
- Puedo echar un vistazo si quiere.
Mi madre asintió con la cabeza. Nathan abrió el armario de debajo del fregadero y miró dentro. Negó con la cabeza y lo cerró.
- Creo que vamos a tener que sacar el zócalo para ver debajo de los muebles pero creo que se ha debido de romper una tubería que va por debajo del suelo.
- Ay dios mío.- dijo mi madre.
- Esperemos a que mi padre venga.
Yo seguía secando el suelo. Pero cada poco miraba a Nathan. Llevaba una camiseta de manga corta que marcaba su cuerpo atlético y unos jeans oscuros que le sentaban increíblemente bien. Era hipnótico verle moverse.
Un fuerte pinchazo en el hígado me hizo encogerme de repente. Nathan se debió de dar cuenta porque aunque intenté que no se notará se me quedo mirando un buen rato. Tal vez fueron cinco segundos pero ese tiempo a mí se me hizo eterno porque el dolor no amainaba y no aguantaba más.
El timbré sonó.
- Debe ser mi padre.- dijo Nathan mirándome.
- Ve a abrir Anne.
Me dirigí a la puerta manteniendo la compostura. Notaba su mirada persiguiéndome. Antes de abrirla me mire en el espejo que había en la entrada. Estaba muy pálida. Giré el pomo de la puerta y apareció un señor de unos cuarenta y ocho años. Tenía los ojos de Nathan.
- Mi hija me ha dicho que necesitáis mi ayuda.
- Si pase, por favor.
Abrí un poco más la puerta para que pasara. Mi madre salió al pasillo para indicarle donde estaba.
- Hola Marie.
- Hola Julian. Siento haberte molestado. - respondió mi madre.
- No pasa nada. Para eso están los viejos amigos que ahora son vecinos. ¿Verdad? - dijo Julian con una sonrisa- Vamos a ver dónde está el problema.
Viejos amigos -pensé. No sabía que mi madre y el padre de Nathan se conociesen. No me había dicho nada. Cogí de nuevo la fregona y continué secando el suelo mientras Nathan y su padre miraban donde estaba el problema y mi madre preparaba un zumo para que tomasen.
- Se ha reventado la tubería. Habrá que levantar el suelo para repararla. - dijo finalmente Julian.
- Hay Dios mío. - dijo mi madre lamentándose.
- Te lo puedo hacer en una semana pero tendrás que cambiar todo el suelo.
- Muy bien- dijo mi madre y se fue hablando con Julian sobre lo que tenía que hacer y cuanto le iba a costar. Nathan se quedó recogiendo las herramientas y yo secando el suelo.
- Oye... ¿estás bien?- me preguntó.
Levante la mirada. Se había acercado más a mí. Apenas lo tenía a un paso.
- ¿Eh? -dije notando su olor. Pero que bien olía. - Si, si estoy bien- contesté rápidamente.
- Me pareció que antes te pasaba algo.
- No que va... estoy bien.
- Entonces... nos vemos. - y se fue dedicándome una de esas sonrisas que te derriten.
A la mañana siguiente un golpeteo me despertó. ¿Quién estaría haciendo ruido a esas horas? Escuche con atención. El ruido provenía de la cocina. Probablemente ya nos estarían arreglando la tubería. Fui al baño y abrí el grifo. Ni una gota de agua. Estupendo, ¿Cómo me iba a duchar? Bajé las escaleras con mi cara de sueño y mi pijama corto. Era verano y hacía un calor horroroso. Oí a mi madre discutir con alguien. Parecía la voz de Julian. Me acerqué a la cocina pero no entré, me quedé escuchando. Alguien se paró detrás de mí. Me di la vuelta corriendo y pegué un saltito.
- Buenos días.- dijo Nathan con una sonrisa coqueta.
- Bu...Buenos días.
Al oírnos mi madre se volvió y se dirigió hacia mí.
- Cariño, ¿qué tal has pasado la noche?- dijo mientras me daba un beso.
- Bien. ¿Qué tal va la obra?
- Malas noticias cariño. Nos van a tener que cambiar la instalación del agua entera. Al ser una casa tan vieja nos va a dar problemas dentro de poco asique ya que estamos de obras que nos la cambien entera.
- Pero mamá dónde nos vamos a duchar mientras y dónde vamos a hacer la comida- dije bajando la voz para que no nos oyeran los obreros aunque no debió dar resultado porque Julian dijo:
- Podéis ducharos en casa. Llamo a mi mujer y listo. O mejor, Nathan, acompaña a la chica a casa y dile a Zoe que se quiere duchar.
Mi cara enrojecía por momentos.
- No hace falta. Llamo a mi amiga Cassie.
- No te preocupes- me cortó Julian- si somos como de la familia verdad Marie.
- Sí, nos conocemos desde que éramos pequeños. Como si fuésemos hermanos. - respondió mi madre y ambos se rieron.
- Vamos Nathan acompaña a la chica.
Fui a mi habitación a recoger mis cosas para ducharme. Esto no me puede estar pasando a mí- pensé. Cogí una toalla, los champús, ropa y unas sandalias y lo metí todo en una bolsa. Revisé que no me faltase nada porque allí no podría ir a buscarlo.
Bajé las escaleras y allí estaba Nathan, apoyado en la barandilla mirando como bajaba. Se me encendieron las mejillas y las piernas me empezaron a flaquear. Al llegar al final de las escaleras, Nathan cogió mi bolsa sin más y me abrió la puerta de la calle.
- ¿Nos vamos señorita? - dijo coquetamente y me hizo un gesto con la mano como lo hacen los mayordomos.
Me sentía como una princesa. Asentí con la cabeza y le dediqué una sonrisa.
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Más allá de las estrellas
RomanceAnne es una chica de 18 años que vive en Long Island con su madre. Ella padece una enfermedad terminal que le impide llevar una vida normal de adolescente pero con la llegada de su nuevo vecino Nathan todo cambiará. Portada: @tbeatlesread