Recuerdos

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Cuando llegué a casa mi madre estaba en la cocina preparando la comida. Debido a mi estado de salud no puedo comer muchas cosas que me gustan.

- Hola mamá, ya he vuelto.

- Hola cariño. ¿Qué tal la mañana?

-Bien. Mira lo que me he comprado para la fiesta del sábado.- le dije mientras sacaba el vestido y se lo enseñaba.

- Anne. Con respecto a la fiesta del sábado... creo, creo que no deberías ir cariño. – dijo mi madre con cara de preocupación.

- Pero van a ir mis amigos mamá. No me va a pasar nada.

-Anne. En las fiestas la gente bebe y tú no puedes tomar alcohol. – dijo poniéndose más seria.

-No beberé.

- Anne, esta vez no vas a ir a la fiesta. Últimamente has empeorado. No hace falta más que mirarte. Esta vez no vas a ir, ¿de acuerdo?.

No sabía que decir. Por muchas ganas que tenga de ir a la fiesta, mi madre como siempre, tiene razón. Si voy a esa fiesta será muy difícil que no me tome algo cuando todos mis amigos están bebiendo. Me ofrecerán cosas para beber y se acabarán dando cuenta de que me pasa algo cuando esté constantemente rechazando las bebidas. La ilusión se desvaneció completamente. Recogí el vestido y subí a mi habitación sin decir nada más.

Me tumbé en la cama. "Tan rápido he empeorado" – pensé. Cassie me ve casi todos los días y no me ha dicho nada. Tal vez, mi madre solo quiera protegerme y me dice que estoy peor para que no vaya. Desde que supe que tenía problemas de hígado mi vida ha cambiado completamente. Siempre estoy preocupándome de comer bien, de ir acompañada, no hacer esfuerzos... y para qué. Si no encuentran un donante no estaré viva para cuando llegue el invierno y quiero vivir lo poco que me queda de vida.

Me levanté y saqué del armario mi caja de recuerdos. Cuando era pequeña cogí una caja y dije que esa iba a ser mi caja de los recuerdos donde metería todas las cosas que más me importan para que nunca se me olvidasen. Me senté en la alfombra y la abrí. Hacia tanto tiempo que no la abría que apenas me acordaba de lo que había dentro. Allí estaban fotos de pagodas japonesas que me gustaría visitar, la lista con las cosas que quería hacer cuando era pequeña, el reloj de mi abuelo, fotos con mis amigos y familiares,... Muchos recuerdos me vinieron a la mente. Cogí la lista de cosas que quería hacer cuando era pequeña. La llamaba la lista de deseos. En ella ponía:

- Tener un hermano/a

- Tener un perro

- Dormir bajo las estrellas

- Montar a caballo

- Ir de picnic con alguien especial

- Viajar por el mundo

- Casarme

- ...

No recordaba haber escrito tantas cosas. La verdad seguía queriendo hacer todas. Mis ojos se llenaron de lágrimas de repente. Ojalá pudiera hacer todas las cosas que aparecían en la lista aunque algunas fueran imposibles como tener un hermano o hermana. Cogí un bolígrafo y al final de la lista escribí: Ir a la fiesta.

Oí que mi madre me llamaba desde el piso de abajo. Metí las cosas en la caja otra vez y miré el vestido que había comprado. No me lo voy a poner –pensé. Lo doble cuidadosamente y lo metí en la caja también. La cerré y la guardé en el fondo del armario. Entre en el baño para lavarme la cara. No quería que mi madre notase que había estado llorando.

Bajé las escaleras y vi un charco de agua que salía de la cocina.

- ¿Qué ha pasado?- le pregunté a mi madre mientras cogía algo con lo que secar el suelo.

- No sé. Sale de debajo de los muebles. Corre, vete a casa del vecino que es fontanero y dile que venga, rápido.

- Mamá, el señor Chelston no es fontanero, es abogado. –dije confundida.

- No, el señor Chelston no, el vecino nuevo. –dijo mi madre apurada.

El vecino nuevo- pensé. Otra vez tenía que verlo. Espero que solo esté su padre en casa y no él. En otras circunstancias estaría encantada de verlo pero no quiero que me guste nadie y para ello, el mejor remedio es alejarse de lo que te atrae. Aunque en mi caso no resulte efecto porque desde que llegó me lo he encontrado tres veces y no han pasado ni veinticuatro horas.

Corrí hasta la casa de los vecinos nuevos y toqué el timbre. Enseguida me abrió la niña que había visto sentada en el porche la tarde anterior.

- ¿Quién eres y qué quieres?- dijo la niña.

Vaya. No pensé que fuera tan grosera. Me la imaginaba dulce y amable como su hermano.

- Hola, soy la vecina de al lado, Anne. Mi madre me dijo que tu padre es fontanero y necesitamos su ayuda urgente.

- Mi padre no está.

- Y... sabes si va a tardar en venir.

- No lo sé.- respondió la niña. Su cara era inexpresiva.

- Cuando vuelva le podías decir que pase por nuestra casa, por favor.

La niña puso los ojos en blanco, me miró fijamente y luego detrás de mí. Una sonrisa apareció en su rostro. Vaya, sí que es extraña –pensé y me giré para ver a dónde miraba. Su hermano estaba entrando por la verja y llevaba una barra de pan en la mano. Otra vez no – pensé.

- Hola – dijo cuando llegó a donde nosotras.

- Nathan!!!- la niña se colgó de sus brazos. Al hacerlo me empujó y casi pierdo el equilibrio.

- Que pasa pequeña – dijo mientras le daba un cariñoso abrazo.

- Luego se giró hacia a mí y con esa sonrisa que parece que nunca abandona su cara me dijo:

- Hola Anne, querías algo. Oh, es verdad, todavía tenemos la caja de herramientas, ahora te la traigo.

- No venía a eso.- dije tímidamente.

- No – dijo mientras dejaba a su hermana en el suelo y me miraba.

- Buscaba a papa, dice que lo necesitan urgentemente.

- Si... es que se nos ha llenado la cocina de agua y ... pensamos que es de alguna tubería del fregadero porque sale de debajo de los muebles de la cocina. – dije un poco nerviosa por su intensa mirada.

- Tardará un poco en venir todavía pero puedo ir yo a echar un vistazo. Trabajo con mi padre cuando tengo tiempo libre asique he aprendido algunas cosas. Dejo esto en la cocina y vamos a ver.

Se fue hacia el interior de la casa pero su hermana se quedo conmigo.

- ¿Cuántos años tienes? – me preguntó.

- 18.

- Yo tengo 13. Sabes que el sábado hay una fiesta en el PentHouse. ¿Vas a ir?

- No yo no creo que vaya.

- Que aburrida. Yo si voy con mis nuevos amigos.

- Pero no eres un poco pequeña para ir.

- Tengo 13 años no 8. Además mi hermano va a ir asique mis padres me dejan.

Vaya. Yo hasta los 15 no empecé a salir y encima tenía toque de queda. Los niños de ahora van muy avanzados y eso que solo tiene cinco años menos que yo. - pensé.

- Ya estoy. Vamos. – dijo Nathan mientras venía por el pasillo.


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Gracias por leer!!! Si os ha gustado el capitulo no dudéis en votar y comentar, son pequeñas cosas que significan mucho para mi. Nos vemos en el siguiente capítulo!!!

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