Eran las siete de la mañana. Iba caminando hacia mi casa con las sandalias en la mano. Tenía los ojos hinchados de tanto llorar. Me había pasado el resto de la noche llorando en la playa, pensando en mí, en mi madre, en mis amigos y, cómo no, en Nathan. Me había enfadado mucho con él pero en realidad sabía que él tenía razón.
Entré en el jardín de mi casa y vi entre los barrotes del porche un bulto. Me asusté un poco.
¿Qué es eso?- pensé.- ¿un mendigo?
Me acerqué poco a poco sin hacer ruido. Al subir los peldaños del porche uno crujió bajo mis pies. El cuerpo se movió. Me quedé parada en el escalón, sin respirar. El hombre giró la cabeza y sus ojos somnolientos se iluminaron.
- Anne...- dijo Nathan levantándose rápidamente.
- ¿Qué estás haciendo aquí?-le corte.
Sabía que estaba siendo muy brusca, que no debería hablarle así pero después de haberlo pensado mucho sabía que ésta era mi mejor opción para que me dejara en paz. Sé que es cruel lo que estoy haciendo pero es lo mejor para todos. Quería que creyera que era una persona tonta que no merecía la pena. Quería que dejara de sentir lástima por mí, que se dejara de preocupar.
- Solo quería saber si habías llegado bien a casa.- dijo.
Parecía como si hubiera olvidado todo lo que le dije unas horas atrás. No quería que se preocupara por mí, por qué no lo entendía.
- Pues ya ves que si, asique ya puedes irte.-dijo en un tono frió.
Se hizo un silencio incómodo. Sus ojos estaban clavados en los míos. Yo le sostuve la mirada para hacerme la fuerte aunque en realidad no lo era. Parecía como si estuviese mirando dentro de mí. Al cabo de unos segundos su mandíbula se tenso.
- Muy bien, ya lo veo. Pues... adiós. - dijo y se fue dándome con su hombro al pasar.
Su semblante era serio y parecía que se había enfadado mucho. Y entiendo por qué. Yo también lo estaría si después de estar toda la noche esperando en la puerta de su casa a ver si llega bien me contesta de esa manera. Me dio pena. Si se hubiera quedado cinco minutos más seguro que le estaría pidiendo perdón. Se había quedado toda la noche esperando por mí y yo le estaba tratando muy mal. Sin embargo, tal vez para autoconvencerme de que estaba haciendo lo correcto, pensé "es mejor no hacer amigos que luego vas a abandonar".
Entré en casa y las lágrimas volvieron a mis ojos. ¿Por qué tenía que ser todo tan difícil? A mí no me gustaba ser así. Un dolor fuerte en el abdomen me hizo encogerme. Me empezaba a faltar el aire. Llegué a las escaleras como pude y me senté con la cabeza entre las piernas esperando a que se me pasara. Nunca había tenido un dolor tan fuerte. Por primera vez me sentí sola. No estaba mi madre para acariciarme y decirme que todo iba a ir bien. Aunque supiera que eso no iba a ser así, por lo menos me calmaba.
No recuerdo cuando me quedé dormida pero cuando miré el reloj era la una del mediodía. Me dolía el cuerpo de estar en la escalera.
Me levanté lentamente y empecé a subir poco a poco las escaleras. Dejé el bolso en la habitación y me fui directa al cuarto de baño para darme un baño. Me quité el vestido y me deshice lo poco que quedaba del moño que me había hecho. Me miré en el espejo. Tenía la tez amarilla y se me empezaban a notar los huesos de las costillas. Parecía un zombie con esa cara. Tenía el maquillaje corrido.
Me metí en la bañera y me senté. Hacía mucho tiempo que no me tomaba un baño. Será porque cuando lo hacía era para pensar en mis cosas pero desde que supe de mi enfermedad no quería pensar. Cerré los ojos y la cara de Nathan apareció en mi mente. Me sentía muy mal por haberle hablado así. Nunca antes nadie me había esperado a la puerta de casa toda la noche para saber si había llegado bien. Ni siquiera mis amigos me habían llamado y eso que me fui sin despedirme de ellos. Recordé el momento en el que Nathan me ayudó a lanzar mi farolillo, recordé cuando me invitó a bailar y recordé ese instante en que casi le besé. Pensando en él siempre me aparecía una sonrisa en la cara. Él siempre estaba ahí, parecía mi ángel de la guarda.
Abrí los ojos y me di cuenta que me estaba enamorando de él.
Salí de la bañera y me puse la toalla. Me fui a mi habitación a vestirme y al mirar a la mesa de estudio vi que todavía tenía el taper que me había traído la vecina. Tenía que devolvérselo. Otra vez tendría que ver a Nathan. Parecía que el destino no quería que me alejase de él. Me acerqué a la ventana y miré hacia su casa. Su padre y Zoe trabajaban casi todo el día por lo tanto, lo más probable es que me lo encuentre a él cuando vaya a devolverlo. También podría esperar a que mi madre volviera mañana y que se lo llevara ella. Esta última opción no me pareció justa. Era una cobarde. Tendría que enfrentarme yo. No puedo huir de él. Vivimos al lado, es imposible que no nos veamos. Tenía que devolverlo yo.
Terminé de vestirme y cogí el taper. Bajé a la cocina y lo lavé como pude. Me calcé unas sandalias y me dirigí hacia la puerta. Antes de salir tomé aire. Caminé hasta la casa de Nathan y toqué el timbre. Una voz femenina grito desde dentro "Ya voy". Al cabo de cinco segundos Zoe abrió la puerta. Di las gracias porque no me hubiera abierto Nathan. Si os digo la verdad no sé si hubiera podido mantener mi postura al verle.
-Hombre Anne ¿Qué tal estas? - dijo mientras se secaba las manos con un trapo de cocina y me dedicaba una sonrisa.
-Bien- conteste yo.- Solo venía a traer el taper. Estaban muy ricos. - dije mientras le tendía el taper. Ella lo cogió.
- Gracias. Ya te haré más otro día.
- Oh, no.., no hace falta. Muchas gracias.
Me disponía a irme cuando me agarró del brazo.
-Espera. He hecho comida de sobra. ¿Quieres quedarte a comer?
Parecía una señora muy agradable. No entendía porque Nathan no la quería.
- No gracias. Ya tengo comida. - dije, aunque no era verdad.
- Bueno pues la dejas para cenar. Ya verás. He preparado una merluza rellena que está para chuparse los dedos. - dijo mientras me agarraba por los hombros y me metía casi a la fuerza en su casa.
No supe reaccionar. No quería estar ahí dentro. Hacía unas horas que había gritado y tratado mal a Nathan. Ahora iba a tener que comer con él y con su familia.
¿Por qué me está pasando esto?- pensé.
ESTÁS LEYENDO
Más allá de las estrellas
RomanceAnne es una chica de 18 años que vive en Long Island con su madre. Ella padece una enfermedad terminal que le impide llevar una vida normal de adolescente pero con la llegada de su nuevo vecino Nathan todo cambiará. Portada: @tbeatlesread