Y comencé a escribir

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Y comencé a escribir...

Al comienzo del camino
vi un pequeño gorrión,
dos pequeñas niñas lindas,
y un gran gordo guedejón.

"No me pillas, ni lo intentes"
decía el gran muchacho así.
"Soy un coche, una moto,
un gran cordel, tararí"

Una risa contagiosa
se pegó de pronto a mí,
y encontré cosa gloriosa
este juego extasí.

Mas volví a observar el ave
mirando al camino gris,
me di cuenta de que hablaba,
dijo: "ven, sigueme a mí".

Y caminé por la gran senda,
llena ella de hermosuras,
y seguí por la leyenda,
que era una gran aventura.

Vi entonces un largo río,
tres sirenas disfrazadas;
en el calor del estío
interpretaban cuentos de hadas.

Y vi yo que me reía
en un extraño resplandor;
que era esa falsa alegría
de actuar por un error.

Mas volví a observar el ave
mirando al camino gris,
que me dijo: "no hagas eso,
y mejor sigueme a mí".

Dejé a mis tres compañeras
y volví de nuevo a andar,
por la vía pasajera.
¿Qué cosas iba a encontrar?

Iba yo muy ensimismado
con el viejo resplandor,
cuando hombres enojados
vi entonces con estupor.

Discutiendo estaban ellos
y yo fui bien invitado,
pero vi en mí cien recuerdos
de cuando era un desgraciado.

"Sois zopencos e inconscientes,
¡hombres muy superficiales!",
grité yo frente a sus frentes
y me fui de esos lugares.

Siendo crítico con ella,
la naturaleza humana,
dejé yo de dar la nota
en la atmósfera mundana.

Pinos negros, robles sucios;
el camino era ora
un sendero descuidado,
un terror horrible ora.

Mas volví a observar el ave
mirando al camino gris,
me dijo: "no te preocupes
y mejor sigueme a mí".

El gorrión era muy bueno,
era un gran amigo y fiel,
me guiaba en el camino,
se dejaba así la piel.

Era un grito de esperanza,
una dulce lluvia azul,
un canto con una danza,
un siempre "hola", nunca "agur".

Y la vía abrupta era,
una gran cuesta sin fín,
pero los pinos ahora
eran árboles de zinc.

Mi sonrisa aumentaba,
mi felicidad también,
la belleza contemplaba
como un gran acto del bien.

Y entonces el largo viaje
con el que reí y sufrí,
se trocó en bello paisaje,
y sus montañas sentí.

Una nueva primavera,
un poema de Machado,
cuatro frondosas higueras
con higos de oro manchados.

Mas volví a observar el ave
mirando al camino gris;
me dijo: "deja tu viaje,
deja de seguirme a mí".

Me vi en un viejo pupitre,
en un aula escolar,
escribiendo un poema
para luego recitar.

Dije entonces: "buen gorrión,
compañero en mi gran viaje,
aún tiempo queda en mi vida
para caminar por él.

Y dejé de escribir....

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