Capítulo 3 - No puede ser.

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La verdad es que me había enfadado con aquel hombre que acababa de conocer. No era normal en mí dejar que los sentimientos se apoderaran de mis acciones pero es que ese hombre era exasperante. Lo había visto una vez y ya estaba en mi lista negra. Era persona non grata para mí y esperaba que no volviera a aparecer enfrente de mí, porque podía dejar llevarme otra vez y cantarle las cuarenta.

Pero lo más importante era que no sabía como estaba mi jefe. Cada vez que llamaba y preguntaba, me decían que no podían darme información acerca de ese paciente y, si iba al hospital e intentaba visitarlo, dos seguratas que había en la puerta no me permitían pasar.
Sabía que el señor Rönngren era una persona importante pero me iba a volver loca como no supiera si se encontraba mejor o si había empeorado. Me sentía culpable por no haberme dado cuenta antes de que él se encontraba mal y las palabras de aquel hombre del hospital no habían tranquilizado mi conciencia.

Y recibí una llamada de la empresa diciendo que ya había un nuevo jefe y que tendría que ir mañana a trabajar. Por un lado me alegraba volver a la rutina ya que me aburría mucho pero que el señor Rönngren no hubiera vuelto a trabajar significaba que no estaba en condiciones de hacer su trabajo.

Y cuando llegué la mañana siguiente al trabajo, tuve miedo del jefe con el que me iba a encontrar. Había sido muy afortunada al tener al señor Rönngren como superior pero eso iba a acabar con este nuevo jefe, tenía ese presentimiento. Subí en el ascensor y llamé a la puerta del despacho con la mano temblorosa. Entré cuando oí que una voz me dejaba y bajé la mirada al suelo, con miedo de descubrir a mi nuevo superior.

- ¿Señorita Lundgren? - preguntó una fuerte y fría voz.

- Sí, señor - dije mientras me acercaba pero seguía sin mirarlo a los ojos.

- ¿Usted era la antigua secretaria de mi padre?

- ¡¿Su padre?! - levanté la mirada y vi al bobo del hospital.

Vestía un traje gris y estaba para...Estaba asqueroso. Mi desconcierto se tranformó en rabia pero mi espiritu tímido salió a la superficie así que volví a bajar la cabeza y asentí.

- Lo fui, señor Rönngren - dije en voz baja -. Yo...Yo me preguntaba como está el señor Rönngren, ¿se encuentra bien?

No recibí respuesta alguna pero no pensaba levantar la cabeza. Lo que me pareció muy raro es que él no me reconociera pero parecía que no me recordaba así que estaba más o menos a salvo, podía acordarse en cualquier momento y despedirme.

- Tome estos papeles y tiene que hacerme un resumen de cada uno - dijo mientras tendía unas carpetas enfrente de mis ojos -. Los quiero para la hora del almuerzo...¡Rápido!

Asentí y salí lo más rápido de aquel despacho del demonio.

¡Maldito gilipollas! Me había tenido que tocar justo el señor desagradable del hosital y como regalo resultaba que era el hijo del afable Charles Rönngren. Aquello era imposible, no se parecían en nada. El señor Charles era amable y sociable mientras que su hijo era de lo más dknsdfndfndllls, me iba a resultar imposible controlarme para no sacar mi verdadero yo. Fui a mi despacho y empecé con el trabajo que consistía en más de cincuenta carpetas con varias hojas dentro. Me centré en el trabajo y me sumergí tanto que cuando miré la hora en mi reloj vi que ya era la hora del almuerzo. Gracias a Dios había terminado así que imprimí mis resúmenes y me dirigí hacia el despacho del señor Gruñon. Me encontré con la recepcionista con la que había hecho buenas migas y ella me sonrió para despues mirarme con envidia.

- Jo, Hannah tienes mucha suerte. Tengo envidia de ti.

- ¿Y eso por qué? - pregunté curiosa.

- ¿Cómo que por qué? Tienes a Simon Rönngren como jefe y estás tan tranquila. Si yo lo tuviera estaría todo el día mirando su apuesto rostro, es tan guapo que me muero.

- Ashley, no es para tanto - me quejé a mi amiga.

- ¡Estás loca! El señor Rönngren tiene pensado quedarse hasta que su padre se recupere así que tienes tiempo de echarle el lazo. ¿A qué estás esperando para mover ficha?

- ¡No estoy esperando a nada! No pienso intentar nada con mi jefe pero eso no quiere decir que tú no puedas, además, te veo muy dispuesta - bromeé consiguiendo que ella riera -. Me tengo que ir que mi jefe quiere que le dé unos papeles.

- ¡Vete, vete! No hagas esperar a tu apuesto superior.

Puse los ojos en blanco y me alejé de ella para llegar hasta la puerta del despacho. Llamé y entré unos segundos despues. Me acerqué a la mesa de Rönngren y dejé los papeles sobre la mesa. Él dejó de escribir en el ordenador para coger una de las carpetas y empezar a mirar.

- ¿Necesita algo más, señor Rönngren? - pregunté con la mirada en mis tacones.

- Necesito que sea competente. Estos resúmenes parecen estar escritos por una niña de ocho años, ¿es que no le enseñaron a escribir correctamente en la universidad?

La madre que lo...

- Perdóneme, señor Rönngren, no volverá a pasar - dije con el tono más amable que podía poner en ese momento.

- A ver si es verdad, señorita Lundgren. Vaya a por un café y unas cuantas Pepparkakor.

- Ahora mismo, señor Rönngren.

Salí de allí y me quise tirar de los pelos, no, quería tirarle de los pelos a él. Cogí mi abrigo y me dirigí a la tienda donde le compraba el almuerzo al señor Charles. Él siempre me pedía Pepparkakor así que era ya una costumbre comprarlas. Esperé a que me tocara y, como parecía que iba a tardar, saqué mis galletas que me había hecho Michael y me las comí agradeciéndoselo mentalmente a mi hermanito. Él había insistido en hacerme el almuerzo todos los días y eso me hacía quererlo más, sus galletas y pasteles me recordaban a Suecia. Extrañaba mucho mi país pero sabía que aquí podría llegar a ser algo y ganar un buen sueldo.

Volví a la oficina y recibí otro regaño de mi jefe por el tiempo que me había llevado traerle el almuerzo. ¿Qué culpa tenía yo de que la señora que estaba delante de mí en la cola de la tienda no supiera que elegir y se pasara más de quince minutos indecisa? ¡Ninguna! Pero me reservé mi opinión ya que a mi jefe no le interesaba y no le iba a dar más razones para que se quejara.

Eso sí, un día de estos iba a echar veneno para ratas en su café. De eso estaba segura.











El Hijo De Mi Jefe [SL1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora