De verdad que la semana que llevaba trabajando para el señor Rönngren me había parecido diez años de esclavitud. Me llamaba cada dos por tres y no me daba tiempo para hacer el papeleo que me enviaba. Controlaba mis horas de almorzar y no me dejaba faltar ni cuando estaba enferma. Estaba empezando a odiarle a muerte cada día que pasaba y cuando me llamó al despacho mientras estaba en mis minutos de descanso creí que iba a matarlo pero...me callé. No quería perder mi trabajo ni dejar a un lado mi personalidad tímida. Llamé a la puerta y entré limpiándome la cara, lo que menos quería era que él me dijera que tenía la cara sucia.
- ¿Me llamaba, señor Rönngren?
Él despegó su mirada de los papeles que estaba leyendo y me miró con esos ojos fríos que tenía.
- Así es, señorita Lundberg - dijo mientras se levantaba -. Creo que usted es idónea.
- ¿Idónea?¿Para qué, señor Rönngren?
- Para un problema bastante molesto que tengo - se quejó acercándose hasta donde yo estaba.
Retrocedí mirándolo a los ojos y él sonrió - por primera vez -, sólo que fue una sonrisa arrogante.
- No tenga miedo. No voy a hacer nada, sólo quiero que se case conmigo.
- Está bien si es eso...¡¿Qué?! - exclamé.
Quizás había oído mal, sí, era eso. Mi jefe no podía haberme dicho que me casara con él, eso era imposible, eso sólo pasaba en las películas o en los libros. Era más posible que empezara la III Guerra Mundial.
- Señor Rönngren, creo que he oído mal lo que...
- Ha oído bien, señorita Lundberg. Le he pedido que se case conmigo.
Me va a dar un ataque...
- Pero no entiendo el por qué, usted de repente...
- No necesita saberlo. Le estoy diciendo que será mi prometida a partir de ahora.
- Señor Rönngren, yo...Yo no quiero...
- Usted me ayudará y yo ayudaré a su hermano a entrar en la Orquesta de Londres.
"No creo que vaya a entrar en la orquesta, Hannah. Había gente muy buena en la prueba para piano".
Las palabras de mi hermano acudieron a la cabeza y me sentí mal por tener esa oportunidad en mis manos y pensar en rechazarla. Pero casarme con el frío Simon Rönngren era un precio muy alto a pagar. Luego vino la idea de que mis padres se alegrarían y dejarían de molestarme y de criticar mi vida. Mi cerebro sabía la respuesta, la negación estaba en mi boca cuando dije :
- Lo haré.
Me llevé las manos a la boca y negué con la cabeza sin saber por qué esas palabras habían salido de mí.
- Yo no quería...
- Pero has aceptado - dijo él.
Se acercó a mí y me atrajo hacia él hasta que nuestros cuerpos chocaron. Mis mejillas se tornaron rojas y mi respiración empezó a alterarse. El miedo y la confusión también se apoderaron de mí.
- Tengo normas que debes aceptar.
Lo miré a los ojos pero me arrepentí ya que él me estaba mirando fijamente.
- No quiero que me preguntes nada de mi vida ni que hables de mí con otras personas ni que difundas rumores ni que te veas con otro hombre ni que le cuentes a nadie nuestro trato. Pero lo más importante es que...no te enamores de mí.
Y me dio un ataque de risa. Allí mismo. En ese momento en el que mis hormonas y sentimientos estaban revolucionados. No dejé de reírme ya que recordaba sus palabras.
- No se ofenda, señor Rönngren - susurré mientras intentaba no reírme -, pero nunca me enamoraría de usted.
Él pareció no prestarme atención y me soltó. Parecía que no me había escuchado o no había querido escucharme.
- Mañana ya se sabrá nuestro compromiso así que vaya preparándose.
Asentí controlándome para no decir lo que realmente pensaba y salí del despacho lo más rápido posible. Me llevé las manos a la cabeza y suspiré una y otra vez sin creerme lo que me estaba pasando. Había aceptado inconscientemente al pensar en todas las cosas que podrían pasarme si aceptaba. Mi hermano estaría súper feliz cuando le contara que iba a entrar en la Orquesta de Londres y mis padres se asombrarían de que hubiera encontrado a alguien más después de...Él. Pero la idea de estar ligada a Simon Rönngren no era muy apetecible que digamos. Decidí concentrarme en el trabajo después de estar varios minutos comiéndome el coco y fui a mi despacho donde me esperaba una preciosa montaña de papeleo.
Terminé a las nueve de la noche y, al mirar el móvil, vi todas las llamadas pérdidas que tenía de Michael. Seguramente se habría preocupado cuando no había llegado a la hora que llegaba siempre y pensaba que me había pasado algo. Marqué su número y salí del despacho para esperar al ascensor.
- Ey, Hannah - me saludó mi hermano justo cuando llegó el ascensor y me subía a el -, estaba preocupado. ¿Estás todavía en la oficina?
- Sí, acabo de terminar el papeleo que tenía pendiente. Voy a coger un taxi y estaré allí en media hora.
Hablamos unos segundos cuando la puerta del ascensor se abrió y apareció Simon Rönngren con la chaqueta del traje desabrochada y la corbata desatada. Me coloqué en la esquina y esperé a que él me ignorara pero se acercó a mí y me agarró de la mano. Lo miré asustada pero él siguió agarrando mi mano para entrelazar sus dedos con los míos.
Aquello si que me asustó e hizo que intentara soltar mi mano de su agarre pero Simon sostenía mi mano con fuerza.
- Te prometo que no te haré daño, Hannah.
Levanté la cabeza al oírle hablar informalmente pero sus palabras fueron las que captaron mi atención. Lo miré y Simon me miró en ese momento a los ojos, como si estuviera enfrentándose a su promesa.
- No la haré daño, señorita Lundberg, de eso puede estar segura. No la tocaré y me ceñiré a nuestro trato.
Asentí cohibida por lo que había dicho y dejé que siguiera agarrando mi mano, ya no se sentía tan incómodo y su mano ya no apretaba. Salimos del ascensor y me di cuenta de para qué me había cogido la mano Simon. Los guardias de seguridad saludaron a mi jefe y me miraron con curiosidad.
- ¿Lo ha hecho para que mañana tengamos coartada, verdad?
- Así es, señorita Lundberg.
- Piensa en todo - susurré aunque no estaba segura de si él lo había oído o no.
Me llevó hasta un coche y me pidió que subiera. Subí un poco asustada y vi que había al volante un chófer esperando a que Simon le mandara.
- La llevaré a su casa, señorita Lundberg. Dígame donde vive y se lo diré a mi chófer.
Decirle la dirección si que era asustado así que bajé la cabeza y me quedé en silencio. Él pareció entenderlo ya que llamó por teléfono y al segundo ya le estaba diciendo mi dirección al chófer.
- Pero, ¿cómo...?
- Tengo los datos de todos mis trabajadores.
Asentí y esperé hasta que el coche se puso en marcha para mirar por la ventanilla evitando mirar a mi jefe.
Parecía que después de todo no tendría una vida tranquila en Londres.
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El Hijo De Mi Jefe [SL1]
RomanceHannah Lundgren era la típica chica tímida. No era nada especial ni destacaba en ninguna situación. Siempre era la última para todos y en todo, pero sólo en apariencia. Ella en verdad podía destacar. Simplemente le gustaba estar en la sombra y no se...