Primer día

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— ¿Por qué a mí? —refunfuñó, ocultándose entre las sábanas de color celeste cielo, para variar habían sido lavadas hace pocos días y el olor a lavanda seguía impregnado; era atrapante. La cama parecía rogarle al muchacho que no la dejara porque le echaría de menos, ¿y quién era él para rechazarla? ¡Le partiría el corazón!

Evidentemente no se tiene motivación cuando es un lunes de primer día de clases.

Después de la Navidad, llegó el año nuevo, en el cual ni siquiera pudo ver al vecino. Anduvo desaparecido durante varias semanas, solo lo veía en las mañanas y nunca lo escuchaba regresar; quizá regresaba muy tarde a escondidas de su madre. Tampoco era que entablasen conversación a diario, no se podían considerar amigos; tal vez su héroe en miniatura, pero no más.

El despertador no paraba de sonar y no tuvo otra opción que ponerse de pie para apagarlo. Su mamá lo había cambiado de lugar, conocía a su hijo a la perfección y era consciente de que, si no lo hacía, lo único que este haría sería estirar su brazo, apagarlo y continuar sumergido en sus sueños. No es que ya haya sucedido... bueno, sí, ¡y le costó carísimo! Le tiraron un balde de agua helada.

Después de congelarse cual pingüino en la ducha y de hacer todo un largo proceso de elegir qué ponerse, se peinó a duras penas —ató su cabello en forma de mojón con el típico lazo que lo caracterizaba— y abrió la ventana para no ahogarse. El ambiente estaba muy cargado; dos opciones: hacía demasiado calor o era que se había muerto algo ahí adentro, ya no se toleraba ni a sí mismo. A Harry nunca le gustó abrir la ventana, al frente habían escaleras y arriba estaba el departamento del vecino misterioso y su loca progenitora; eran un par de chismosos que, siempre que bajaban, miraban fijo hacia la habitación, algo que a Harry le crispaba los nervios, además de la vergüenza que sentía de que viesen todo su desastre. Ni siquiera podía tener privacidad, algo que se supone debería ser sagrado. ¡Ese vecino ya lo tenía loco! Y no por amor, el problema con él era que además de observarlo cuando bajaba las escaleras, también lo hacía en todo momento: salía a por un helado, él está ahí, observando; abre la ventana, él está ahí, observando; se rasca el culo, ¡qué sorpresa! También está ahí. Así no se puede ni respirar tranquilo.

De pronto se escucharon pasos veloces, ¿quién más sería? Él. Hicieron un extraño contacto visual y se fue tan rápido como llegó, era como si de pronto hubiese visto a un fantasma. Harry ya estaba familiarizado con esa actitud.

Volviendo a la triste realidad: el instituto.

— ¡Oye! —exclamó una voz chillona, pero conocida, su ahora mejor amiga: Diane.

Sí, irían juntos al mismo instituto. Ambos tenían en común, además de sus corazones rotos, algo que los unía de verdad: la fotografía. ¿Por qué no estudiar en el mismo instituto si llevarían la misma carrera? Nada mejor que estudiar con amigos. La parte mala: siendo 50 alumnos tenía que estar la chica que le quitó el novio.

— ¡Hola!

Antes de que pudiese hacer cualquier cosa se abalanzó sobre él y le dio un fuerte abrazo. No la había visto desde el incidente de las flores y ya comenzaba a extrañar sus exageradas muestras de cariño.

— ¿Cómo has estado? No te he visto desde aquella depresión horrible en la que estábamos, cuéntame, ¿qué pasó con tu vida todo este tiempo? —lo tomó por los hombros y lo sacudió repetidas veces, su hiperactividad lo estaba desesperando.

— Sabes a la perfección que no me caracterizo por ser una persona con una vida muy interesante.

Su amiga se rió. Así fue como terminaron conversando de las historias de Diane, los pretendientes de Diane y muchas más cosas sobre Diane. Si había algo que Harry odiaba hacer era que le preguntaran acerca de lo que hizo en el verano, había terminado ya, no era necesario hacer un recordatorio de que se tendrá que esperar un año entero para poder volver a gritar libertad.

Beautiful Accident - Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora