Cap.12 Conocerlo

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Cap.12 Conocerlo

Paula

Pues por lo visto hoy, si que tenía razón Javi. A las diez y media o así, estaba tocando al timbre de casa. Mi familia se estaba arreglando para salir hacia su nuevo hogar y yo me tenía que ir hacia la casa de mi abuela, que por desgracia, me iba a llevar el.

-Cariño, despídete de la casa.- escuché decir a mi madre que estaba dirigiéndose hacia la salida.

Todos ya se encontraban fuera y yo decidí dar un último recorrido por la casa.

Primero fui por el segundo piso.

Las tres habitaciones, que recuerdos. Desde que nací me encontré viviendo aquí. Mi habitación, la iba a echar de menos. El pasillo por donde muchas veces corría para atrapar a mi hermano. Su habitación, donde se escondía y cerraba la puerta para que yo no pudiera entrar. La de mis padres, cuando era pequeña, las veces que me pasaba durmiendo con ellos. Las noches de pesadillas que tenía y me abrazaba a ellos para estar más tranquila.

Lágrimas de alegría y a la vez tristeza salieron de mis ojos.

Bajé las escaleras y mientras, recordaba cuando corría y me caía por tropezarme. Solté una pequeña carcajada.

Seguí con el salón, pequeño, pero fue parte de mi vida. Las veces que nos poníamos a ver películas de miedo con María y luego no podíamos dormir a causa del miedo que teníamos por si aparecía un monstruo por debajo de la cama, un esqueleto que saliera por el armario, la niña del pozo que podría aparecer por la puerta...

Me acerqué a la pared y puse una mano sobre ella, supongo que esta será la última vez que vuelva a aparecer por aquí. Me alejé y fui a la cocina por último.

Aquí también pasé momentos buenos. Cuando era pequeña y con mi hermano y María nos manchábamos la cara de chocolate y salíamos corriendo por toda la casa. Mi madre siempre nos echaba la bronca. Rié al recordar aquello. Cuando empecé a aprender a cocinar y quemaba toda la comida que debíamos de tirarla, porque no servía para nada. Por poco quemo la casa, también. Pero bueno, no lo hice. Las veces que mi padre se ponía a leer el períodico el fin de semana y mi hermano y yo discutíamos y nos soltaba un sermón.

Creo que no volverá a pasar nada de esto.

Mi niñez se acabó y ahora que era adolescente y me mudaba. Todo iba a cambiar. Ya no iba a ser lo mismo. Nada de discusiones, de peleas, de sermones, de correr por la casa... Todo eso iba a cambiar.

Ahora iba a vivir con mi abuela, solo ella y yo. Y mis padres y mi hermano se mudaban a unas casi cinco horas de viaje. Lejos. Y no los podría visitar muy a menudo. Ni ellos a mi tampoco.

Por una parte era bueno, pero por otra, creo que les iba a echar mucho de menos. Que aunque ya tenía mis dieciocho, los seguía necesitando conmigo, me había acosutumrando a la vida que tenía junto a ellos. Y me daba miedo alejarme y ser independiente. Cosa que me gustaba ser. Pero que no sabía muy bien si estaba preparada para eso.

Eché un último vistazo a la casa con mi mirada y al limpiar mis pocas lágrimas con la mano. Cerré lentamente la puerta y me dí la vuelta para dirigirme al coche, para despedirme de mi familia.

Abracé a mi madre, noté que había empezado a llorar. Lo normal en ella. Mi padre me abrazó y besó mi frente. Por último mi hermano, solo me dio un abrazo no muy de hermanos. Si no de unos simples conocidos. Cosa que también era muy normal en el. No erámos los típicos hermanos de tener buena relación. Pero pensé que por una vez en su vida, eso iba a cambiar. Pero me equivocaba.

-Estaremos en contacto, hija.- habló mi madre antes de entrar en el coche. Los otros dos ya estaban dirigiéndose hacia allá.

-Claro.- sonreí y me despedí con la mano.

A un paso © ® (Editando...)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora