Capitulo 8

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Capítulo 08

Una semana se había cumplido desde que mis padres me habían visitado en el reformatorio y, por alguna extraña razón, me sentía a gusto con todas las reglas y los oficiales revoloteando a mi alrededor.

Quizás era por causa de Kate y su optimismo o por las otras chicas que, de algún modo, eran inocentes. Justin también contribuía un poco. Nuestras sesiones se basaban en conversaciones absurdas y, muy pocas veces, en los temas que en verdad deberían ser tratados.

Pero, de alguna manera, era mejor pasar una hora al día bromeando con alguien del sexo opuesto que hablar sobre mis sentimientos porque estaba segura de que en tanto pudiera sacar a fuera todo lo que hacía tiempo deseaba decir me iba a volver en una catarata de lágrimas.

No me siento bien al decir que soy una chica "sufrida" pero no estaba tan lejos de esa definición. Desde que mi hermano había fallecido ya no era la misma; no me gustaban las mismas cosas y tampoco me alegraba fácilmente. Me había vuelto en una roca que estaba comenzando a agrietarse con los días pero que aún permanecía firme y dura como en el inicio.

-¿Qué onda? -exclamé cuando Justin entró en su oficina.

Sus ojos se abrieron en sorpresa al verme sentada en su cómodo sillón, con los pies en el escritorio y con una foto de él y su familia en mis manos. Se sentó en la silla frente a mí sonriendo y apoyó sus brazos en el escritorio.

-Podría castigarte por esto -me advirtió divertido.

-Pero no lo harás.

-¿Cómo sabes eso? -su sonrisa se ensanchó y estaba segura que esperaba un buen remate. Quizás una amenaza de mi parte pero yo tenía algo mejor.

-Porque me amas y no podrás vivir con la culpa -dejé la fotografía en su lugar y bajé mis piernas de la mesa de metal.

Una de sus cejas se arqueó y sus ojos adoptaron ese brillo divertido que comenzaba a encantarme. Sus ojos dorados poseían vida propia, eran tan peculiares que me era difícil admitir que eran reales y que él no era alguna clase de alienígena o ángel.

-¿Cómo lo adivinaste? -bromeó.

-Eres muy obvio -seguí su juego-. Eso de molestar a la chica que te gusta ya pasó de moda. ¿Qué edad tienes? ¿Cuatro?

-Veinte -admitió sonriendo.

-Hubiese jurado que tenías por lo menos treinta mil años, Sr. Testigo de los dinosaurios -sentí como las comisuras de mis labios comenzaron a elevarse y no luché más contra lo inevitable. Rompí en una sonora carcajada y Justin hizo lo mismo segundos después.

Sequé las lágrimas que habían escapado de mis ojos y luego llevé mis manos a mi vientre que dolía por la dosis de carcajadas que acabada de recibir. Intenté calmarme respirando repetidas veces y luego volví a apoyarme contra el escritorio.

-¿Dónde estabas? -pregunté cuando Justin también había logrado calmarse.

-Llamé a mi madre -se encogió de hombros- no la veo hace un mes. Quizás un poco más.

-Si tu madre es como la mía, yo estaría feliz de no verla.

-No lo es -sonrió-. Ella es la mejor madre que puedas imaginar.

-¡Sonaste como un niño! -exclamé riendo.

-Jaja, que divertida eres -dijo sarcásticamente.

-También te quiero, Justin -bromeé y su ceño desapareció para convertirse en una sonrisa-. Ahora dígame, Sr. Bieber, ¿qué lo llevó a convertirse en un oficial a su corta edad?

Say No More |Justin Bieber| |Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora